Economía

Agenda de trabajo

Tiempo de lectura: ...

Pese a la crisis económica internacional, el subcontinente mantuvo estable su tasa de desocupación. El reto de crear empleos de calidad. Desafíos regionales. El caso argentino.

 

Estrategia. Las medidas para sostener el consumo mantuvieron el empleo en la región en sus mejores niveles de la década. (Jorge Aloy)

La crisis económica internacional, que se inició en 2007 y estalló al año siguiente con la caída del banco de inversión Lehman Brothers, generó un nuevo escenario. La relativa recuperación económica mundial durante 2010 y el leve crecimiento de la economía estadounidense fueron celebrados como el inicio de otra etapa. Sin embargo, los datos duros no respaldan esa mirada optimista. Las economías de la zona euro continúan estancadas y China sigue creciendo pero a tasas más reducidas. La evolución de la economía japonesa también resulta más decepcionante que lo proyectado. América Latina no escapa a esa tendencia. La tasa de crecimiento económico –de acuerdo con datos de la Cepal– retrocedió del 2,7% en 2013 al 1,1% del año pasado.
El magro crecimiento resulta insuficiente para incorporar a la nueva mano de obra que pugna por ingresar al mercado laboral. No obstante, el descenso del desempleo fue leve. Por lo general un bajo dinamismo en la creación de empleo es acompañado por un incremento de la desocupación. ¿Por qué esta vez no fue así? La respuesta a esa aparente paradoja se encuentra en la reducción de la cantidad de personas que buscan ingresar al mercado laboral. En otras palabras, lo que se redujo es la población económicamente activa (ocupados más desocupados). El descenso del tamaño de la fuerza laboral (empleados más desocupados que buscan trabajo) compensó la reducción del ritmo de creación de empleo. Este fenómeno evitó el aumento de la tasa de desempleo.
La caída en la tasa de participación laboral puede originarse en dos causas diferentes: 1) la implementación de diversos programas sociales (por ejemplo: AUH y Progresar en Argentina, Bolsa Familia en Brasil, entre otros) que incentivan a los jóvenes a completar su formación académica y, por ende, a retrasar su ingreso al mercado laboral; y 2) el desaliento y frustración ante la falta de oportunidades que desanima la búsqueda de trabajo.  La combinación de esos aspectos (positivo en el primer caso y negativo en el segundo) explica la caída de la tasa de desempleo. Sin perjuicio de esto, el «viento de frente» desatado por la crisis internacional genera severos desafíos en esta materia.
El Panorama Laboral 2014 para América Latina y el Caribe, elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sostiene que «en la actualidad hay cerca de 15 millones de personas desempleadas en las zonas urbanas de la región. Es muy posible que el próximo año haya 500.000 desocupados más, pues es previsible que la tasa de desocupación urbana aumente en dos décimas desde el 6,1% que la OIT prevé para 2014 a 6,3% para 2015». Las mujeres y los jóvenes continúan siendo el universo más vulnerable. La tasa de participación de las mujeres es un 30% inferior a la de los hombres. Además, la tasa de desocupación femenina es un 30% más elevada. En tanto, el 40% de los desempleados tienen entre 15 y 24 años. Los jóvenes registran tasas de desocupación entre dos y cuatro veces superiores a la de los adultos. La OIT advierte que «la caída de la participación laboral es un fenómeno coyuntural. Muchas de las personas que salieron temporalmente del mercado laboral en 2014 volverán a buscar trabajo a partir del próximo año, sumándose a los jóvenes que se incorporan a la fuerza laboral. La región necesitaría crear casi 50 millones de empleos en los próximos 10 años solamente para compensar el crecimiento demográfico».

 

Desafíos regionales
La necesidad de incrementar el ritmo de creación de empleo no es el único desafío regional. La calidad del empleo es otra problemática común que enfrentan los países latinoamericanos, que registran altos índices de trabajo informal. Aunque con fuertes variaciones entre las diferentes naciones, la creación de empleos decentes es una asignatura pendiente en América Latina.
La Declaración de Lima, adoptada en la 18ª Reunión Regional Americana de la OIT –la cual se realizó en Perú en octubre de 2014– señaló que «el reto de combatir la desigualdad requiere políticas públicas integradas, tanto económicas como sociales, que promuevan la inclusión social, el trabajo decente y el empleo productivo, así como un entorno propicio para empresas sostenibles». Lo cierto es que la región soporta, hace ya unos años, un fuerte «viento de frente». Se trata de la reversión del ciclo positivo de las cotizaciones de los commodities, lo que estrecha los márgenes de maniobra de los gobiernos latinoamericanos. El Informe de la OIT detalla que «los países más perjudicados en estos últimos años han sido aquellos que más se beneficiaron durante el ciclo anterior, los mismos que se concentran principalmente en América del Sur». Desde fines de 2011, los precios de las materias primas que más han descendido son los de los productos mineros y energéticos. Es el caso de Brasil, cuyas exportaciones de hierro y petróleo representaron más del 20% de sus exportaciones totales en 2012; Colombia, cuyas exportaciones de petróleo crudo y refinado representaron casi el 50% de sus exportaciones totales en el mismo año; Venezuela, cuyas exportaciones de petróleo crudo y refinado representaron casi el 90% de sus exportaciones en el mismo período; Chile, cuyas exportaciones de cobre en mineral y refinado representaron alrededor del 50% de sus exportaciones, según cifras de 2012; Perú, cuyas exportaciones de minerales y petróleo representaron alrededor del 70% de sus exportaciones totales en 2012, y Ecuador, cuya exportación de petróleo crudo representó el 50% de sus exportaciones totales en 2012».

 

Situación local
Los últimos datos del Indec, correspondientes al primer trimestre de 2015, revelan que la tasa de desocupación se ubicó en el 7,1%. Este porcentaje es superior al registrado en el último trimestre de 2014 (6,9%) e idéntico al del mismo período del año pasado. La cantidad de trabajadores ocupados pasó de 10.988.000 (primer trimestre 2014) a 11.070.000 (primer trimestre de 2015). Por regiones, la tasa de desocupación en el Gran Buenos Aires fue del 7,9%, en el Nordeste del 2,6%, en Cuyo del 4,3%, en el Noroeste del 6,3%, en la Región Pampeana del 7,5% y en la Patagonia del 5%. Los menores índices de desocupación por ciudades ubicaron en el podio a Resistencia, Formosa y Santiago del Estero. Mientras que la nómina con mayor tasa de desempleo fue encabezada por Mar del Plata (10,3%), escoltada por Rosario (8,8%) y Rawson-Trelew (7,9%).
El dato relevante es que la tasa de desempleo continúa siendo una de las más reducidas de la última década. La implementación de un conjunto de medidas anticíclicas (Ahora 12, Programa Repro, entre otros) tuvo un impacto positivo sobre el mercado laboral. La mayoría de los sectores productivos generaron nuevos empleos y la cantidad de despedidos fue la más baja desde 2005, según señala un informe elaborado por el Ministerio de Trabajo. Respecto al último trimestre del año, el sector de transporte computó un alza del empleo formal del 0,7%, la industria manufacturera del 0,2%; comercio, restaurantes y hoteles del 0,2%, y servicios financieros del 0,4%. El único sector importante en que se produjo un retroceso fue el de la construcción con el -1,1%.
El licenciado Alejandro Robba, coordinador de la carrera de Licenciatura en Economía de la Universidad de Moreno, sostiene que «aun con los bajos precios de la soja, incertidumbre reinante en Europa, caída de los precios del petróleo y el gigante brasileño dormido, la economía argentina de 2014 no experimentó el colapso que los analistas que aparecen diariamente en los medios pronosticaban… Aun con un año donde el nivel de actividad no se expandió, el mercado laboral presentó una estabilidad que no exhibía en años anteriores. ¿Cómo puede explicarse que en 2014 la economía no haya sufrido un fuerte cimbronazo? Podríamos hablar de una nueva “normalidad” en la economía que surge de la impronta de un Estado comprometido con el sostenimiento de la actividad económica y al frente del proceso de desarrollo. En este sentido, cabe destacar que desde la política económica se inyectaron todos los años a partir de 2009 crecientes flujos monetarios hacia los hogares. Y hablamos de hogares y no de individuos, porque son los ingresos totales de los hogares (paritarias y convenios para los activos, AUH para los chicos, inclusión y movilidad social para los abuelos, cooperativas de trabajo) los que sostuvieron el consumo. Esto explica por qué, a pesar de que los salarios reales no mejoraron el año pasado, esto no se tradujo en una caída significativa del consumo total. Mientras que el sector privado no contribuyó a mejorar los ingresos de los hogares al crearse pocos puestos de trabajo, fue el sector público quien impulsó y sostuvo el ingreso que obtienen las familias por fuera del mercado. De esta manera se pone un piso mínimo a la demanda, asegurando un nivel de producción compatible con la preservación del empleo y la rentabilidad empresarial».

Diego Rubinzal

Estás leyendo:

Economía

Agenda de trabajo