2 de noviembre de 2021
Un lugar común que resuena en el debate político argentino indica que el país no debe estar aislado del mundo. La derecha y su poderoso aparato de medios cuestionan cualquier medida de política exterior que se aleje de los postulados de Estados Unidos, como si ese fuera, en lugar de un país –poderoso, por cierto– «el mundo». El Gobierno de Mauricio Macri, si de algo puede jactarse, es de haber insertado a la Argentina plenamente en «ese mundo». ¿Con qué resultados? Con el beneplácito de los representantes de ese bloque arrasó con la economía nacional, abrió el juego fuerte, casi como en un casino, a la especulación financiera, y dejó como saldo un endeudamiento impagable que pesará sobre las espaldas de varias generaciones de argentinos. Por si no quedara claro con las diarias manifestaciones de los principales dirigentes de la alianza Juntos y los mal llamados libertarios, así como del batallón periodístico que los amplifica, llega el nuevo embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, a clarificar la bajada de línea imperial. Luego de aclarar que va a ayudar en las negociaciones con el FMI (sobre una deuda que el Gobierno de Macri contrajo solo gracias a la influencia de Estados Unidos para lograrlo, incluso, violando las normas del organismo financiero), Stanley anticipa cómo son las reglas de su «mundo»: reclama condenas a Venezuela, Nicaragua y Cuba, se queja por barreras regulatorias que afectan a empresas estadounidenses, pide un plan económico para volver a encarrilar el camino (¿querrá decir que hace falta volver a las políticas macristas?) y marca la cancha respecto de la presencia china en el país, fundamentalmente en lo vinculado con el desarrollo de la tecnología 5G. Más que el plan de acción de un embajador, parece un pliego de condiciones para permitir que Argentina entre al «mundo» del que Estados Unidos pretende ser el dueño de las llaves.
NA