10 de enero de 2023
El gravísimo atentado contra la democracia de la república hermana de Brasil y su pueblo desnuda un rasgo de época de la derecha internacional, caracterizada por su desprecio y rechazo a las instituciones y la vida democrática. Esa marca se viene expresando no solo desde el «trumpismo» que inficiona la tan mentada democracia estadounidense, sino también con el advenimiento de núcleos político-electorales pronazis y fascistas en varios países de Europa.
El viejo golpismo de nuestro continente muestra nuevamente su rostro en Brasil, solo que ahora lo hace con cierto consenso popular y con el protagonismo agresivo en las calles de gente convencida de que debe reponer por la violencia a un Gobierno de derecha que acaba de ser derrotado en la contienda electoral.
Las imágenes de los acontecimientos ocurridos en Brasilia son de una elocuencia absoluta e incontrastable. No solo por la agresividad expresada hacia las instituciones, muy particularmente al Parlamento y la sede del Gobierno democrático, sino que también muestran una suerte de aventurerismo sustentado en una sensación de impunidad, que deviene de la intuición de que sus conductas se compadecen con el deseo y los proyectos de grupos del poder económico, político y mediático.
La respuesta del presidente de Brasil, el gran líder del continente, electo legítimamente por tercera vez por su pueblo, está siendo contundente y seguramente será determinante para el futuro de la democracia brasileña, para la pacificación del país luego del veneno armamentista y violento inculcado por el Gobierno de Jair Bolsonaro, y para llevar a cabo las transformaciones sociales, económicas y culturales imprescindibles para una mejor vida de su pueblo.
La decidida solidaridad de los sectores democráticos del mundo entero, y muy particularmente de nuestro continente, auguran también una nueva perspectiva de integración regional, no solo en defensa de la vida democrática, sino también de recuperación de las instancias americanistas como la Unión de Estados Suramericanos (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), con vistas a afirmar nuevamente una acción geopolítica autónoma de Estados Unidos y de cualquier otra potencia mundial.
En nuestro país, el presidente de la Nación, Alberto Fernández, ha tenido una actitud firme y determinante, solidaria con Lula Da Silva, su Gobierno y la democracia brasileña rechazando el golpismo y expresando el respaldo de nuestro pueblo hacia el país hermano. Además, todas las fuerzas políticas y sociales manifestaron el fuerte rechazo al atentado ultraderechista y su apoyo al Gobierno recientemente electo. Ciertas manifestaciones aisladas que relativizaron la gravedad del intento de golpe e intentaron especular con situaciones de coyuntura de la Argentina resultan irrelevantes. Lo determinante ha sido la voluntad de todas las fuerzas de apoyar al presidente Lula Da Silva y la democracia en Brasil.
Poderes institucionales. El presidente Lula Da Silva con los titulares del Congreso y la Corte: repudio a la asonada bolsonarista.
Foto: Télam