6 de julio de 2021
De cara a una competencia atípica, cinco atletas argentinos cuentan cómo debieron readaptar su preparación por la pandemia. Historias y sueños con espíritu olímpico.
En marcha. Inmediaciones del Estadio Nacional, en la capital nipona, sede principal del evento, con capacidad para 60.000 espectadores. (Mehri/Afp/Dachary)
Melisa Gil no podía tirarle a los platos, pero igual usó toda la imaginación para entrenarse en su departamento: hizo encares, prácticas sin cartuchos, visualizó objetos, algo para mantenerse activa. Agustín Vernice utilizó un simulador, un sistema de poleas que emula la experiencia en el agua, lo más parecido a un kayak. Nadia Podoroska llegó a usar un colchón como frontón para pelotear un rato. Sin la posibilidad de jugar vóley con sus compañeros, Bruno Lima hacía una hora de ejercicios en su departamento. Eulalio Muñoz corrió en la cinta, pero además aprendió a saltar con la soga. Eran los primeros días de la cuarentena de 2020 en la Argentina. Los Juegos Olímpicos se habían suspendido por cuarta vez en la historia. Todo el calendario deportivo quedó trastocado desde ese momento. Cada atleta hizo lo que pudo para moverse cuando la situación sanitaria no permitía otra cosa. La pandemia sigue ahí, el mundo todavía está cruzado por el COVID-19, pero la llama olímpica va camino a Tokio, que recibirá los Juegos Olímpicos 2020 en 2021.
Son más de 150 los atletas argentinos que participarán de Tokio 2020, cuyo nombre no se modificará porque así quedó establecido en la cartelería como una marca registrada. Lo que iba a suceder entre el 24 de julio y el 9 de agosto del año pasado sucederá entre el 23 de julio y el 8 de agosto de este. Para los atletas significó cruzar un desierto, un apagón deportivo. La puesta en marcha de protocolos fue reactivando cada actividad. Mientras tanto, cada uno se las debió arreglar como pudo además de posponer los objetivos olímpicos.
«Yo me tomé muy a conciencia la suspensión. No había otra chance de no postergar los Juegos. Fue una decisión certera», dice Melisa Gil a Acción. Melisa es abogada, tiene 36 años y su especialidad es el skeet, el tiro al plato. En febrero del año pasado, después de un viaje a Chipre, tuvo que hacer la cuarentena obligatoria, que luego empalmó con la decisión del Gobierno argentino de disponer el aislamiento en todo el país. Tiradores de otras latitudes le habían contado lo que se vivía en distintos lugares. Melisa estaba preparada para Tokio 2020 pero era consciente de la situación sanitaria. «No se puede ser egoísta», dice. Recién cuando se autorizaron las prácticas, comenzó a entrenar. Su burbuja fue el campo familiar en Arrecifes. Allí podía prepararse sin otros contactos, hacer sus 250 tiros diarios. Su padre, Horacio Gil, fue tirador durante 30 años, un tiempo en el que también representó a la Argentina en la disciplina. Pero se retiró para ser entrenador de sus hijos, Melisa y Federico, también abogado y tirador.
Recién en 2021 volvieron las competencias en tiro, que aunque se trata de una disciplina con distancia entre competidores, también cuentan con un protocolo estricto, algo que Melisa cumple con rigor y pide lo mismo para los demás. «Si uno cumple con todas las reglas de cuidado y prevención es mínimo el porcentaje de contagio. Creo que eso es lo que más me costó en competencia, la relación con el otro si no se cuida», explica Melisa, que consiguió el pase a Tokio con el cuarto puesto en los Panamericanos 2019, en Lima. Y preparó todo 2020 con la mira en los Juegos. «Pero lo que teníamos planificado lo tiramos a la bolsa –cuenta Melisa–. Y creo que esto nos enseñó a vivir día a día, a ir tan a largo plazo». Lo que no cambió con la pandemia para Melisa fueron los objetivos. Sabe que no es la favorita pero que irá a Tokio a dar lo mejor. Eso, como le ocurrió en Río 2016, le permite disfrutar más de la experiencia olímpica. Aunque también sabe que todo se juega en un día. «En el tiro puede pasar que una persona que no es la favorita se ilumine y sea la campeona olímpica –dice Melisa–. Es uno y el plato».
Gil. De 36 años, participará de su segundo olímpico en la disciplina tiro al plato.
(Jorge Aloy)
Convivir con un virus
«Fue dificil pero totalmente entendible. Siempre tuve la ilusión de que se iban a hacer y quizá eso hizo que me lo tomara de mejor manera», dice Agustín Vernice sobre la suspensión de los Juegos. Agustín es de Olavarría, provincia de Buenos Aires, y llegará a Tokio con 26 años. Se ganó la plaza en la modalidad K1 1000. Fue el primer argentino en lograr un título mundial sub 23 en esa categoría, en 2017, en la que además ganó el oro en los últimos Juegos Panamericanos de Lima, donde también consiguió la medalla dorada en K2 1000 junto con su colega Manuel Lascano.
Durante la pandemia, Agustín buscó todos los días una motivación. Le faltaba algo esencial, el agua. Su club, Estudiantes de Olavarría, le había cedido elementos de gimnasio y además podía trotar en el patio de su casa. Pero nada era lo mismo. Por eso el día que pudo volver a las prácticas lo vivió con mucha emoción. «Desde muy chico estoy dentro del agua y en el momento en el que me sacan de lo que es mi lugar no necesito mucho tiempo para extrañar eso. Por eso, al volver me sentí muy feliz», dice Agustín. Si bien aún no regresó a la competencia internacional, se midió con sus compañeros de la selección argentina.
La pandemia dejó cuidados dentro y fuera del entrenamiento. Y hubo cambios para la logística de cada viaje, más allá de los que todos sufrieron desde lo personal, hoy prima la idea de que hay que convivir con un virus. Tokio está ahora en el horizonte y, dice Agustín, eso ordena todo. «Cambia la manera de afrontar las cosas. Este año se puede trabajar con la cabeza en lo que uno tiene que hacer y entonces es más llevadero», cuenta.
Con el nuevo contexto, la esencia no cambia para Agustín. Y la preparación mental es clave. «Es de lo más lindo que te deja el deporte para la vida diaria –dice Agustín–. Trabajamos todo el año con visualización, tratando de conocernos cada vez más y eso hace que uno se vaya reiventando». Y se entusiasma: «Vivo todo con la misma pasión y las ganas de competir son cada vez mayores». No puede saber si este año lo encuentra mejor que el anterior para encarar los Juegos. Lo sabrá una vez que haya competido. Sí sabe que está listo para dar lo mejor. Y ahí está el espíritu olímpico.
Vernice. A bordo de su kayak, intentará hacer historia en la modalidad k1 1000.
(Gentileza Agustín Vernice).
La foto de la carrera de Nadia Podoroska, a los 24 años, se ve mucho mejor si se recorre lo que ocurrió en el último año. Antes de la pandemia, Nadia había conseguido el oro en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, además del ascenso argentino en la FedCup. Una de sus metas para 2020 era Tokio, pero lo que la terminó de posicionar en la escena internacional fue su gran actuación en Roland Garros, donde llegó hasta semifinales en su primera participación. Así se convirtió en la jugadora argentina mejor rankeada. Esa París protocolizada contra el COVID-19 fue el salto de Nadia, a quien el parate del circuito la agarró en la Argentina. Sin poder ir a la cancha para entrenarse, trabajaba su parte física y mental en su casa, además de apoyarse con videos. De esos días quedó su imagen peloteando contra un colchón. Luego viajó a Alicante, España, donde reside y se entrena junto a sus preparadores Emiliano Redondi y Juan Pablo Guzmán. Con ellos comenzó a ponerse a punto para el retorno y demostró que la agresividad que expuso en Roland Garros no fue casualidad. El 2021 la esperaba con un gran Masters de Roma, donde eliminó a una leyenda como Serena Williams. «Me demostré que puedo competir en este nivel. Ojalá esto sirva para que otras jugadoras argentinas sepan que también pueden hacerlo», escribió después de lograrlo.
Hasta Tokio, la idea de Nadia y sus entrenadores es sumar torneos. «Nos preparamos para competir mucho. Lo mismo me pasó con los Panamericanos, donde prioricé el polvo de ladrillo», le dice Podoroska a Acción. Nacida en Rosario, la ciudad que ama y extraña desde su hábitat español, tiene un juego ofensivo que busca dominar a la rival. Es, dice, lo que mejores resultados le dio hasta acá, aunque también sabe que hay partidos que requieren otros planes. Nadia se inició cuando todavía era una adolescente. A los 15 años ya era profesional. Tuvo altas y bajas, como ella misma define, pero desde el año pasado no para de escalar en el ranking. Llega a Tokio en su mejor lugar, sin dejar de mirar a sus referentes, jugadoras como la australiana Ashleigh Barty y la belga Simona Halep, pero sobre todo la motiva ver al español Rafael Nadal. «Me transmite una gran energía y poder mental. Está bueno tener un referente así, que te muestra lo que se puede hacer con la cabeza», dice Podoroska.
Podorovska. Representante femenina en unos juegos en los que se busca la paridad de género. (Prensa AAT)
Actitud positiva
Eulalio Muñoz, clasificado a Tokio para el maratón, era de los que entendía, junto a su entrenador Rodrigo Pelaez, que los Juegos tenían que postergarse. «No sabíamos qué cuidados había que tener ni qué protocolos había que llevar a cabo, algo que un año después sabemos en detalle. Por eso en ese momento estuvimos muy de acuerdo», dice este fondista de Guajlaina, una localidad de 1.000 habitantes en el departamento de Cushamen, Chubut. Eulalio cumplirá 26 años unos días antes del inicio de los Juegos, a los que llegará quizá mejor armado de lo que hubiera ocurrido en 2020. Es que en diciembre pasado, en Valencia, consiguió su mejor marca al finalizar en 2 horas, 9 minutos y 59 segundos, pisándole los talones a Antonio Silio en el récord argentino por solo dos segundos.
Durante la cuarentena en Esquel, la ciudad donde vive, se entrenó en cinta y en bicicleta. Cuando se flexibilizó, comenzó a salir tres veces por semana, pero al principio le faltaba el aire. Tuvo que readaptarse. Hasta que empezó a pensar en el maratón de Valencia y ahí se enfocó. Hincha de River, 25 años, Eulalio dice que todo pasa por la actitud y las ganas. «Es la clave del exito –repite–. Con una actitud positiva las cosas las vas a lograr. Si sos negativo, si creés que no lo vas a hacer, va a ser así. El que dice puedo y el que dice no puedo, los dos tienen razón. Le estás dando una orden a tu cabeza para afrontar ciertas situaciones».
Joaquín Arbe y Marcela Gómez serán los otros maratonistas argentinos en los Juegos. Eulalio, con su espíritu positivo, buscará mejorar sus registros. Coco, como lo llaman, va por todo, pero sabe que competirá con atletas de marcas difíciles de alcanzar. «Los africanos –dice– están en otro nivel. Creo que en los Juegos Olímpicos las carreras son más estratégicas, lo cual hace que se corra más lento para ellos. Pero a nivel sudamericano se ha ido mejorando, y la Argentina en particular. Nos vamos acercando a lo que ha hecho Antonio Silio (actual plusmarca argentina en Maratón y bronce en Panamericanos 91) hace más de 20 años».
Lima. El sanjuanino es clave en el seleccionado dirigido por Marcelo Méndez. (Prensa FIVB)
Entrenar con barbijo
Bruno Lima regresó a San Juan, el lugar donde nació y creció, antes de que se declare la cuarentena. Opuesto, fruto de la cantera de Obras Sanitarias, comenzó a jugar a los seis años. Primero de punta, hasta que con su 1,98 metros se afianzó en su actual posición. Después de experiencias en Europa, en el Chaumont de Francia, y en el Volleyball Bisons Buhl de Alemania, el año pasado había decidido volver a la Liga Nacional con Gigantes del Sur y, así, enfrentar el año olímpico. Estaba en Neuquén cuando pasaron cosas.
«En San Juan –cuenta– se fue liberando un poco, la Secretaría nos habilitó materiales y todo eso hizo que sea más llevadero». A mitad de año, ya con los Juegos suspendidos, Bruno partió hacia Turquía, donde se sumó al Afyon. Y ahí volvió, otra vez, a entrenarse con compañeros. «Me costó volver al ritmo –relata Bruno–, fue un poco complicado porque los protocolos se hacen difíciles. El uso del barbijo para entrenar, por ejemplo, porque en el gimnasio hay deportistas de otras disciplinas y tenemos que cuidarnos. Es cuestión de acostumbrarse».
Muñoz. El fondista durante su preparación en la escuela atlética Awkache, en Esquel. (Guillermo Ruiz)
Con Marcelo Méndez al frente, el equipo comenzó con la preparación en el CENARD. Antes de Tokio, disputaron la Volleybal Nations League (VNL), en Rimini, Italia. Fue otra medida para lo que estará la selección. «Se entrena siempre –explica– para los Juegos, para un año de selección, que conlleva muchos sacrificios. Pero todos estamos dispuestos a hacerlos, a tratar de dejar siempre al vóley argentino lo mejor parador posible».
Cada historia se enlazará en Tokio. En la villa olímpica tendrán que cumplir un protocolo estricto que modificará la experiencia de otros Juegos. Si bien el Comité Olímpico Internacional tiene prevista una campaña de vacunación, una guía que se difundió a principios de año pide que no haya gritos ni abrazos, estará prohibido salir de la villa salvo para competir, y habrá testeos permanentes. Melisa, Nadia, Bruno, Agustín y Eulalio lo toman como parte de la nueva normalidad, con la importancia que tiene cuidarse en estos tiempos. Y con la alegría de estar en los Juegos Olímpicos. Eso es lo que querían. A eso van.