Informe especial

Propuestas para enfrentar las pandemias

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La crisis sanitaria desatada por la propagación del Covid-19 a nivel global provocó el surgimiento, o mejor dicho, la mayor visibilidad de otras pandemias preexistentes. Entre ellas, las miserias humanas que forman parte de un sector de la comunidad internacional y, obviamente, de la sociedad argentina. El individualismo y el egoísmo extremos, el sálvese quien pueda, la voracidad del capital, la búsqueda de la máxima ganancia aun en situaciones como las que nos aquejan, forman parte de los virus culturales e ideológicos que circulan por todo el planeta. Sin ir más lejos, aquí tenemos numerosos ejemplos de esa epidemia crónica, cuyos síntomas más evidentes suelen ponerse de manifiesto frente a políticas públicas que procuran mejorar la situación de los sectores más postergados de la población. Por un lado están los casos de aquellos que no cumplen con las restricciones dispuestas por las autoridades, como el aislamiento social preventivo también conocido como cuarentena. O quienes hacen acopio desmedido de insumos necesarios para la alimentación o la higiene. Este es el síndrome que podría denominarse «me salvo yo y los demás que se jodan». Bastante extendido como pudo constatarse desde la puesta en vigencia de las medidas de prevención. También, como se vio, están los que confundieron la cuarentena con los feriados vacacionales. Personas que por ignorancia, soberbia o falta total de respeto por las normas salieron a pasear aprovechando la extensión del buen tiempo veraniego. Son patologías que afectan la buena convivencia social, pero si bien son perniciosas, no son tan mortíferas como otras virosis propias del sistema dominante. La concentración de la riqueza a expensas de millones de seres humanos que padecen la más absoluta pobreza, es posiblemente la expresión más cruel del virus ideológico inoculado por el neoliberalismo. Una contaminación que viene de lejos y que se reproduce constantemente a través de los vectores comunicacionales. En este caso no es un agente natural como el mosquito o el coronavirus, son los mensajes propagados por medios de comunicación voceros del capital concentrado y sus intereses mezquinos. Esa prédica venenosa ha tenido éxito, generando pobres de derecha y sectores medios que, por ejemplo, en contra de sus intereses, salen a batir sus cacerolas para darle el marco estridente al reclamo de los grandes grupos económicos que privilegian sus negocios a expensas de la salud de la población. Y también están los que a pesar de haber acumulado fortunas siderales durante décadas, no vacilan en dejar en la calle a centenares de trabajadores porque la coyuntura no les permite seguir ganando como antes. Esas son las grandes pandemias de la humanidad. Por eso, con acierto, el papa Francisco había convocado a un encuentro para crear «la otra economía, no la que mata, sino la que incluye con dignidad».
La ciencia está abocada a la búsqueda de la vacuna que ponga freno al Covid-19 y de los fármacos que curen los síntomas de la enfermedad. Al mismo tiempo, hay otros instrumentos de carácter político e ideológico para combatir a las pandemias detalladas anteriormente. En primer lugar está la batalla cultural, para instalar valores éticos y morales que privilegien la ayuda mutua y el esfuerzo propio. O sea, la Cooperación en todas sus expresiones.
Y sin pretender la simplificación del tema que nos ocupa con una breve consigna, vale traer al presente una frase acuñada por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos hacia fines de la década del 80, frente a una grave crisis institucional. Entonces dijimos: «La democracia se defiende con participación popular, solidaridad y justicia social». Hoy podríamos decir lo mismo, agregando que la salud y el bienestar de toda la sociedad se garantizan con un Estado presente y activo y la distribución de la riqueza con equidad.

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