20 de septiembre de 2021
Después de atravesar sucesivos cambios tecnológicos y escenarios políticos, el medio se adapta a las nuevas reglas de juego para mantener su vigencia.
El 17 de octubre de 1951 la vida de todos los argentinos y argentinas se transformaba para siempre con la llegada de la televisión. Desde entonces el recorrido de la pantalla chica fue amplio y los cambios permanentes. Del blanco y negro al color. De lo estatal a lo privado. De la transmisión por cable a la satelital. Del HD a la TV Digital.
A lo largo de 70 años el medio fue cambiando en sintonía con los adelantos tecnológicos y los vaivenes políticos. Fue así como se establecieron las distintas modificaciones que marcaron su relación con la sociedad. Más allá de los augurios que vaticinaron en varias ocasiones su final, hoy sigue ocupando un lugar protagónico en el panorama comunicacional.
La primera transmisión pública se realizó con motivo de celebrase el sexto aniversario del Día de la Lealtad. Las imágenes emitidas mostraron el discurso que Eva Perón brindó en la Plaza de Mayo, luego de su histórico renunciamiento a la candidatura como vicepresidenta de la Nación.
«Jaime Yankelevich, entonces director de Radio Belgrano, había viajado a Estados Unidos para comprar los equipos Standard Electric que se usarían en el primer canal de televisión del país. También había ingresado una cifra que oscila, según las fuentes, entre 400 y 5.000 aparatos receptores Standard Electric y Capehart, que solo en una ínfima proporción se encontraban instalados en los hogares porteños. Las vidrieras eran su espacio privilegiado y lo serían aún por un buen tiempo», sostiene Mirta Varela, autora del libro La televisión criolla y profesora titular de Historia de los Medios en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
Varela acota que los diarios y revistas de esos días apenas registraron la aparición del nuevo medio. «La televisión tardaría mucho en desplazar a la radio en la vida cotidiana. En ese primer momento, más que las imágenes transmitidas interesa la visibilidad de los equipos que, por otra parte, son enormes, de una pesada materialidad, que contrarresta la idea de las imágenes viajando a través del éter», señala. Durante ese primer año se transmitieron actos políticos, eventos deportivos, ballets oficiales, conciertos. Ver televisión era una experiencia colectiva, un motivo de reunión. Pero rápidamente el panorama fue cambiando. Los aparatos llegaron a los hogares y los programas mejoraron su calidad. Paso a paso el medio fue construyendo su identidad a través de un lenguaje propio, mientras interactuaba con otros preexistentes.
El periodista Carlos Ulanovsky afirma que esa época fue la mejor para la pantalla chica. «Se desconocía casi todo y había mucho por delante. En esa década, conviene no olvidarlo, se pusieron en marcha todos los géneros y cada uno de los trabajadores del nuevo medio pudo aprender a puro ensayo y error. Esa enseñanza tuvo también otro aprendizaje paralelo: el de los que, desde sus casas, se empezaron a formar como televidentes mirando esa ventana abierta al mundo que a veces es la pantalla del televisor», dice el autor de Televisión Argentina, 25 años después, Estamos en el aire y ¡Qué desastre la TV! (pero cómo me gusta…), entre otros libros.
Privada o estatal
El final de la década del 50 vio nacer a los canales privados. Se trató de una época de gran expansión, basada en los adelantos técnicos y una programación diversificada. «La televisión en manos de privados llegó con importantes ramificaciones empresarias extranjeras, pero más temprano que tarde la desarrollaron capitales nacionales, que fueron decisivos en la consolidación de la era industrial de la televisión argentina, que generó múltiples contenidos y millares de puestos de trabajo», agrega Ulanovsky.
Un nuevo hito se produjo con la instalación de la primera estación para transmisiones vía satélite. En términos prácticos, dice el reconocido periodista, el avance «achicó las distancias entre la Argentina y el mundo. La prueba inicial tuvo lugar el 20 de julio de 1969, cuando el vivo y directo mostró cómo el hombre pisaba el suelo lunar».
La década cerró con el éxito de programas todavía hoy vigentes, como Telenoche o Almorzando con Mirtha Legrand. Pero todavía faltaba para que la mayoría de las familias pudieran tener su propio aparato, gracias a los créditos en cuotas. Con la estatización de los canales y el golpe de Estado de 1976 se impuso un enfoque propagandístico, signado por series estadounidenses que naturalizaban la violencia, los apremios ilegales y el sexismo.
«En los 70 llegaron las cámaras portátiles, llamadas las “máquinas de mirar”, así como en los 80 se hizo realidad el sueño de la televisión en colores», agrega Ulanovsky. El 1° de mayo de 1980 fue la fecha en la que ATC realizó oficialmente la primera transmisión a color. «Señoras y señores, he aquí la televisión en color», dijo Pinky en su presentación. En aquel entonces se estima que había unos 300.000 aparatos cromáticos en todo el país.
Poco antes de la vuelta de la democracia entró en escena un nuevo jugador: el cable. «Cablevisión comienza a ofrecer televisión paga en la localidad de La Lucila, en la zona norte del Gran Buenos Aires, emitiendo la señal de Canal 5 a 900 suscriptores. En 1983 se expandió hacia los partidos de Vicente López, San Isidro y toda la zona norte, apuntando a desarrollos urbanos de gran poder adquisitivo como Belgrano, Palermo y Recoleta. En 1984 contaba con tres canales propios y sumaba 6.000 clientes», precisa Santiago Marino, doctor en Ciencias Sociales y director de la maestría en Industrias Culturales: Políticas y Gestión, de la Universidad Nacional de Quilmes. «Las novedades tecnológicas y de regulación iban a transformar el sistema y el neoliberalismo daría características a su desarrollo», agrega.
Detrás de cámara. Una postal del noticiero nocturno de la Televisión Pública.
JORGE ALOY
Cambio de era
Periodista y conductor del programa Va de retro, Diego Cabarcos sostiene que el medio fue testigo directo de todos los acontecimientos importantes de los 80. «Desde la guerra de Malvinas hasta el Mundial de México 86, pasando por el retorno de la democracia y el Juicio a las Juntas Militares, todo fue seguido con interés por la pantalla chica. Fueron los años del “destape” y de las grandes series enlatadas. Figuras como Alberto Olmedo y Susana Giménez fueron protagonistas indiscutidos de la década», dice.
Fue por entonces que, con el aumento de la programación del cable y la llegada de dispositivos auxiliares, el control remoto se volvió tan protagonista como el mismo electrodoméstico estrella. El desembarco del menemismo y sus políticas neoliberales hizo posible que los canales volvieran a manos privadas. Con protagonistas como Marcelo Tinelli, Mario Pergolini, Cris Morena, Adrián Suar y ficciones como Grande Pa, La banda del Golden Rocket, Amigos son los amigos y Poliladron, el rating alcanzaba picos históricos superiores a los 45 puntos.
Para Ulanovsky, los 90 estuvieron atravesados por la consolidación de los multimedios. «Los canales adoptaron una fuertísima renovación tecnológica. El cable había llegado para quedarse y más tarde, con el streaming y otras delicias digitales, se afianzó una televisión eminentemente temática y con posibilidades de ser consumida de acuerdo con necesidades específicas», describe.
«A partir del año 1998 cambia el tono de las ficciones en el país. Ya estaba terminando la etapa de “ricos y famosos”, de aquella época de “pizza con champagne”, donde se suponía que habíamos ingresado al Primer Mundo. Y surgía otra visión de país más real, en el cual descubríamos que las ideologías no habían muerto, la crisis continuaba y la clase media sufría de “gasolerismo”», sostiene el periodista Luis Buero, autor de Historia de la televisión argentina contada por sus protagonistas (1997/2008). En ese momento surgieron las producciones costumbristas de Pol-Ka, con Gasoleros, Campeones de la vida y otras similares.
Con la llegada del nuevo milenio aparecieron los primeros dispositivos con pantalla plana, dando el relevo a los de tubo. Y también llegaron los canales de noticias y un quiebre en las formas de hacer ficción: Okupas, hoy recuperada por Netflix, se convirtió en un éxito a partir de elementos provenientes del cine. «A series como Okupas o Tumberos les sucedieron innovaciones temáticas en esquemas retóricos muy tradicionales. Montecristo y Televisión por la identidad son dos ciclos que simbolizan esta apuesta por el cambio temático, pero no formal», sostiene Mirta Varela.
En directo. El personal involucrado en la transmisión desde la sala de control.
JORGE ALOY
Federalismo y digitalización
Las nuevas condiciones tecnológicas de convergencia entre el audiovisual, las telecomunicaciones e internet determinaron el surgimiento de una multiplicidad de plataformas y ventanas, que planteó un nuevo desafío para la producción, distribución y consumo de los contenidos. La Televisión Digital Abierta (TDA) marcó ese cambio de paradigma, que comenzó en 2009 con la implementación de la norma japonesa ISDB-T International modificada por Brasil.
«El arribo de la televisión digital a nuestro país, junto con la redefinición, organización, planificación, producción, inversión, distribución y recepción de nuevas frecuencias y señales, obligaron a repensar la relación entre los medios de comunicación y el Estado», afirma Silvina Mariel Pauloni, codirectora del Centro de Investigación y Desarrollo en Comunicación, Industrias Culturales y Televisión (CEID-TV) y profesora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.
«La TDA permitió la aparición de nuevos actores del medio, representados en cientos de productoras de contenidos, sobre todo, en el interior del país; abarató costos de producción; mejoró las condiciones de accesibilidad a la televisión abierta, tanto desde lo geográfico como desde lo social; federalizó contenidos y abrió mercados profesionales y laborales en virtud de esta posibilidad», agrega Pauloni.
Como contrapartida de la heterogeneidad de voces que propuso la TDA, en los últimos años unos pocos jugadores se fueron adueñando del tablero. Según el investigador y docente Martín Becerra, coautor de La concentración infocomunicacional en América Latina (2000-2015), «a mayor presencia de una empresa, menor incidencia del resto». Un informe de la filial local de Monitoreo de la Propiedad de los Medios en Argentina (MOM, por su sigla en inglés) revela que casi el 60% de los medios de todo el país está en manos de solo ocho grupos económicos. Para Becerra, la consecuencia fue «una unificación de la línea editorial con el consecuente empobrecimiento de perspectivas en deliberación en el espacio público y una relativa homogeneización de los géneros y formatos de entretenimiento».
Desde aquella primera transmisión a hoy, la pantalla chica local fue testigo de elecciones democráticas y golpes de Estado, de funerales masivos y bodas de ensueño, de guerras absurdas y triunfos deportivos. Sobrevivió y supo adaptarse a cada década. La competencia actual ya no es la radio, sino las plataformas de streaming, pero aún frente a ellas sigue siendo el medio masivo más poderoso en cuanto a cobertura e influencia, además de quedarse con la mayor porción de la torta publicitaria.
«En sus inicios, la televisión insinuó que podría ser un vehículo formidable para generar y divulgar cultura y educación, pero condicionamientos fuertes como la competencia, el rating y la búsqueda de apoyos publicitarios determinaran un estilo en el que priman el entretenimiento, con frecuencia transformado en banalidad y la búsqueda del rendimiento comercial», reflexiona Ulanovsky. «En cualquier tiempo y lugar la televisión nos ofreció temas de conversación, aquellos posibles de comentar en la casa, en la calle, en la oficina, en el café», dice.
El apagón analógico postergado por el expresidente Macri fue reprogramado para 2022. Para Ulanovsky, es posible que, como insisten varios expertos, en un tiempo acotado la televisión por aire sea un entretenimiento consumido por sectores sociales de mayor edad y menores recursos económicos. En tanto, los contenidos más novedosos estarán a disposición de aquellos que sepan manejar LCD enormes. «Para que esto se vuelva realidad habrá que estar atento al crecimiento de la digitalización y ver en qué medida eso pueda originar una manera distinta de mirar televisión».