27 de septiembre de 2022
Inflación. El aumento de los precios en los productos de consumo masivo es un problema esencial a resolver por parte del Gobierno.
Foto: NA
La semana que finalizó mostró, como signo determinante, el alegato defensivo de la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández, que una vez más se transformó en un testimonio que denuncia la parcialidad de la Justicia, el ataque político-jurídico contra el peronismo y el alerta sobre el grave peligro institucional que genera un sistema judicial que privilegia su sociedad con los poderes económicos y mediáticos, y señala que las garantías procesales están conculcadas. Cristina Fernández planteó entre sus argumentos un ejemplo muy grave de la política y la juridicidad de nuestro país, que es el caso de los acusados por los múltiples crímenes de manifestantes del 2001. Expresó la expresidenta que esas muertes quedaron impunes entre los pliegues de la Justicia, a lo largo de 19 años, y las contrastó con esta ofensiva contra ella. No hay duda, su alegato volvió a desnudar la falta de idoneidad y de ética de los fiscales.
En el plano de lo económico hay que señalar, como ya lo venía haciendo en columnas anteriores, que se fue consolidando el crecimiento de las reservas como producto del acuerdo forzado con el sector agroexportador de soja, lo cual posibilitó salir de una situación crítica en ese punto crucial. Se percibe asimismo la consolidación de cierta estabilización de la macroeconomía, contrastando con la inestabilidad de meses anteriores generada por los especuladores de los mercados financieros y cambiarios. También merece destacarse que los indicadores siguen siendo positivos en materia de recuperación del empleo y de la actividad industrial.
Tiburones y sardinas
Sin embargo, el punto débil estructural sigue siendo la escalada de precios ya que para el mes de septiembre se pronostica un nuevo indicador muy elevado, cercano al 7%. Se esperaba que el nuevo ministro de Economía, Sergio Massa, lograra resultados prácticos en este aspecto, distintos a las gestiones anteriores. A pesar de las constantes reuniones que se llevan a cabo para consensuar con sectores representantes de los grandes empresarios, la performance de septiembre indica que continúan remarcando, inclusive en niveles incomprensibles de entre el 15% y el 20% como ocurrió con algunos rubros de alimentos y textiles. De forma tal que este sigue siendo el tema crucial económico y político ya que por esta vía se esterilizan los ingresos de la gran mayoría de los sectores asalariados en sus distintos niveles y de los más humildes que reciben ayuda del Estado.
Ahora se habla nuevamente de un aumento fijo de emergencia, que sería un alivio para los núcleos más perjudicados, pero lo cierto es que con estos niveles de inflación resulta muy complejo avanzar en una perspectiva de equidad social. La inflación, en definitiva, más allá de los argumentos de la «multicausalidad», no deja de ser puja distributiva. En esa puja hay tiburones y sardinas, y ya sabemos quién gana en esta disputa tan original.
Por otra parte, en estos días hay noticias internacionales muy trascendentes. Por un lado, los discursos de mandatarios latinoamericanos en la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde se destacó especialmente el colombiano Gustavo Petro, poniendo sobre el tapete crudamente a los verdaderos causantes del desastre ecológico en su territorio y en todo el planeta, como así también el fenómeno de la denominada «guerra contra las drogas». Pero también el argentino Alberto Fernández, quien volvió a reclamar contra los bloqueos que sufren los pueblos venezolano y cubano, y sobre las crecientes asimetrías sociales y los problemas emergentes del endeudamiento. Como contracara muy preocupante se produjo el triunfo electoral del neofascismo en Italia, en una coalición de partidos de derecha, en el marco de otros avances de partidos pronazis o profascistas en Europa.
Ese fenómeno contrasta con los resultados electorales en América Latina, donde en su gran mayoría se vienen registrando triunfos de proyectos progresistas amplios. En ese sentido, esperamos con gran expectativa el triunfo del expresidente Lula Da Silva sobre el ultraderechista Jair Bolsonaro. Ese resultado sería fuertemente esperanzador en virtud de que significaría la recuperación para el progresismo del país más influyente de América Latina. Sin dudas, un triunfo de Lula irradiará su potencia hacia toda la región, será un aliciente para la consolidación de los proyectos populares y afirmará la perspectiva de recuperar nuestro continente con un perfil progresista frente a los grandes problemas y desafíos que plantea el mundo actual.