Juano Villafañe reflexiona sobre la importancia del proyecto de Ley Federal de las Culturas y los peligros y desafíos que plantea el nuevo escenario político. El debate intelectual.
8 de enero de 2016
De larga trayectoria en el ámbito de las artes, Juano Villafañe se erige como un permanente impulsor de la cultura, por su producción literaria y por su continua actividad como promotor de iniciativas en el campo político e intelectual. Hijo del recordado titiritero Javier Villafañe, se crió en un ambiente familiar donde la cultura, el arte y la política siempre estuvieron presentes. Influencias que persisten hasta la actualidad e inciden en su actual rol de director artístico del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (CCC), «un gran laboratorio de ideas», como lo llama. Entre sus libros publicados, figuran Poemas anteriores, Visión retrospectiva de la botella, Una leona entra en el mar –por citar algunos–, en tanto compiló trabajos como Los poetas de Mascaró, Los Villafañe – poesía familiar y el más reciente, Públicos y privados. Además de su obra literaria y de su experiencia en otras disciplinas, como el teatro, Villafañe ostenta una nutrida trayectoria como gestor cultural. Antes de su desempeño en el CCC, fue durante 15 años director de Liberarte, un espacio ubicado a pocos metros del CCC en el cual tuvieron lugar diversas manifestaciones artísticas. No menor ha sido su participación en otros ámbitos de discusión política, como el grupo de intelectuales Carta Abierta –fue uno de los miembros fundadores– y en el Frente de Artistas y Trabajadores de la Cultura. Este colectivo, que nuclea a trabajadores de diferentes rubros, impulsó el proyecto de Ley Federal de las Culturas, de gran relevancia, según cuenta Villafañe. «La ley está en el Congreso y seguramente vendrá ahora una nueva batalla para que se apruebe y se aplique», sostiene. –¿Cómo surge la iniciativa y de qué forma fue abordada? –En los últimos 10 años pasamos de una enorme distribución de bienes culturales en la sociedad por parte del Estado y de una gran producción cultural dentro del propio núcleo social de la cultura a pensar en un sistema nacional de gobierno que contuviera esa altísima producción y distribución. Por eso sobre el final del proceso de transformaciones culturales se alentó la institucionalización de un Ministerio de Cultura. El sistema de gobierno cultural anterior era un gran archipiélago de instituciones que carecía de una política centralizada, nacional y federal. Dentro de ese gran archipiélago, la isla mayor era la propia ex Secretaría de Cultura de la Nación que a veces trataba de llevar a cabo políticas de Estado sin una organicidad fuerte. El Ministerio de Cultura de la Nación nace desde una reivindicación histórica del sector, pero a la vez necesitaba de una ley orgánica que permitiera que el propio Ministerio fuese la autoridad de aplicación para garantizar un nuevo gobierno de la cultura en todo el país. Un año antes de que se creara el Ministerio de Cultura, el Frente de Artistas y Trabajadores de las Culturas se conformó en la Biblioteca Nacional desde una autoconvocatoria que se fue desarrollando provincia por provincia. En esa oportunidad el propio frente consideró la importancia de contar con una Ley Nacional de Cultura. Es decir, la demanda surge desde los propios interesados, no desde la creación superestructural de un Ministerio de Cultura. Posteriormente, con el respaldo del Ministerio de Cultura, se realizaron debates plurales y federales en todo el país para conformar lo que sería el anteproyecto de la Ley Federal de las Culturas. Los debates se generaron desde 46 foros que se llevaron a cabo con más de 12.000 participantes al que aportaron más de 2.000 organizaciones artísticas, culturales y sociales. –¿Por qué cree que es necesaria su aplicación? –El Ministerio de Cultura necesita su ley. Además esta ley contiene formas avanzadas de gobierno y participación de los trabajadores de las culturas, posee un espíritu federal, democrático, reconoce tanto las problemáticas étnico-culturales como la necesidad de crear un Observatorio Nacional de las Culturas, los problemas de las nuevas tecnologías, la soberanía digital, el comercio electrónico y los nuevos desafíos para los derechos de autor. Si bien es una ley marco que no legisla sobre todo, instala temas fundamentales para que el Ministerio de Cultura pueda gobernar como corresponde con políticas públicas en todo el país. –A partir del triunfo del macrismo en las elecciones presidenciales, ¿qué perspectivas observa en torno de esta iniciativa? –El parlamento argentino va a tener que dirimir esta situación, junto con las autoridades del Ministerio de Cultura. Acá hay como un momento de expectativa en este proceso. Porque la ley va a tener que contar con un respaldo del Congreso de la Nación, pero también del presidente. Hay problemas políticos y culturales en debate. Por ejemplo, el hecho de ser considerados trabajadores de la cultura implica pensar en una jubilación para todos los artistas, implica considerar todos los derechos, deberes y obligaciones que tiene cualquier otro trabajador. Nosotros hemos propuesto un observatorio de políticas culturales, hemos propuesto también consejos y gobiernos provinciales de la cultura asociados al gobierno nacional, etcétera. Entonces, todo lo que permite ofrecer la Ley Federal de las Culturas como tal va a estar en cuestionamiento. Si acá se abre un modelo neoliberal, de cierta restauración conservadora, las políticas culturales van a estar asociadas a ese modelo. Por lo tanto, todo aquello que proponga niveles de participación, democratización, dinero destinado a la producción cultural a nivel regional, provincial y local, todo el sistema de fomento a la actividad cultural va a estar reconsiderado. –Por lo tanto, en la continuidad de la demanda de que este Ministerio de Cultura tenga su marco regulatorio, su ley, su política institucional, se vislumbra una fuerte disputa. –Nosotros estamos ante las puertas de un debate. Tenemos que ver cómo vamos a continuar organizándonos para defender lo conquistado, para ver cómo se profundizan esas políticas culturales. Por un lado, vamos a tener que defender esas conquistas y, por otro, si esto sigue existiendo, cómo va a funcionar este Ministerio. Todo eso está en un impasse. Existe un Estado que articuló políticas determinadas en lo público para la cultura y ahora se vislumbran otras propuestas diametralmente opuestas, que se presumen de carácter neoliberal y conservador. ¿Cómo van a convivir esas relaciones? Además pensando que la cultura aporta más del 3,5% al Producto Bruto nacional. Es más que la pesca y la minería. Si la cultura genera esa riqueza, si la cultura macro genera ese producto bruto, vos ponés en disputa una economía muy importante, como ocurre con cualquier otro rubro de la economía argentina. –Sobre esto último, y de acuerdo con algunos lineamientos definidos por el nuevo gobierno, da la impresión de que existe el peligro de un fuerte retroceso en materia cultural. –Lo que uno puede suponer es que el modelo neoliberal y conservador lo que hará es ajustar el presupuesto. Hay que ver ahora cómo se van a mantener esas políticas públicas que realizó el Estado nacional. Uno supone que ese modelo neoliberal va a generar una política de Estado mucho más elitista, con ajuste presupuestario, con nuevas estéticas, menos desarrollada territorialmente. Para afrontar lo que se viene, creo que hay que alcanzar la mayor unidad posible del campo popular, no digo nada nuevo. Pero se vienen tiempos difíciles y no solo deberemos atender los problemas macroeconómicos, geopolíticos e institucionales, sino también vamos que tener que atender temas micropolíticos, la gran movilidad en las subjetividades sociales. –Concretamente, ¿cuáles son esos nuevos temas que debería encarar un movimiento cultural de orientación progresista y de izquierda? –Me parece que se presenta un nuevo desafío, asociado al sistema de reconfiguración política que se da en el terreno social con las redes de comunicación por Internet y a la necesidad de ligar ese sistema de redes con fuertes vínculos territoriales nuevos en las comunas y en los municipios. Creo que debemos corrernos de la forma magistral de la política, donde aplicamos la misma leyenda y la misma foto en cualquier campo, comuna o municipio. Debemos ir por un sistema de reconstitución política nacional que no niegue las direcciones centralizadas, pero donde las direcciones también deban dar cuenta de estos nuevos fenómenos. Creo que el progresismo, el nacionalismo popular, la izquierda no han trabajado mucho sobre las nuevas gramáticas sociales. –¿Podría desarrollar esta idea? –Las nuevas tecnologías han generado una nueva alfabetización y nuevas gramáticas. Muchas veces se ha subestimado este fenómeno bajo una mirada algo enciclopedista, por ejemplo, cuando criticamos la cantidad de palabras que usan los jóvenes en sus vocabularios, sus formas de comunicación. Pero nos olvidamos cómo se arman los nuevos relatos a través de las redes y las formas en que se localizan o regionalizan esos relatos que también tienen su complejidad iconográfica. En ese sentido hubo cierto conservadurismo en determinadas formas de hacer la campaña electoral, como que la sociedad por anticipado ya conoce a los buenos y los malos y solo hace falta graficar en la publicidad de campaña los beneficios de algunas medidas, que asociadas a determinadas configuraciones políticas darían resultados electorales satisfactorios. Creo que hay una amplia franja en la sociedad que no vive la política en las tensiones que se supone deberíamos vivir todos los ciudadanos. Creo que se trata de sectores muy amplios vinculados a las clases medias y a los sectores populares que ingresan a la política por sistemas nuevos que imponen las redes y los grandes medios de comunicación. En este sentido, faltó una política de abordaje hacia aquellos sectores que no contactan cotidianamente con la política, pero al votar definen tendencias políticas. Al respecto, el gobierno anterior distribuyó muchos bienes culturales, pero no distribuyó subjetividades críticas. Entonces, el estado de naturalización de esos bienes culturales motivó que una persona que conquistó, por ejemplo, el plan ProCreAr, votara a Macri. –En los últimos años, se observó un fenómeno que llamó la atención: grupos de intelectuales, actores y otras personalidades de la cultura con un fuerte protagonismo político. ¿Cómo lo analiza y qué incidencia podría tener en la nueva coyuntura? –En lo que concierne a Carta Abierta, nació dentro de un clima de confrontación entre los sectores más concentrados del campo contra el gobierno kirchnerista. Creo que fue un momento de gran despliegue cultural y político frente a un intento restaurador de las políticas conservadoras y neoliberales que ahora se expresan por primera vez con voto popular en la Argentina a partir del triunfo de Macri. Posteriormente, consideré la necesidad de trabajar en el campo político-cultural y participé de la creación del Frente de Artistas y Trabajadores de las Culturas que apostaba a una construcción compleja en lo territorial asociada también a las elites y personalidades de la cultura en todo el país, a los sindicatos de la cultura, a las sociedades de gestión, a los artesanos, a las tradiciones regionales. En este nuevo tiempo político, estos colectivos y espacios de la cultura seguirán dando batalla. Así, los distintos sectores que reconocen las transformaciones en el sector cultural producidos durante los últimos 10 años se han propuesto conformar un colectivo cultural diverso y democrático. Un espacio que reúne a quienes trabajan en el Frente de Artistas y Trabajadores de las Culturas, a quienes participan de la Fundación Dar, a integrantes del Espacio Carta Abierta, a gremios y sindicatos del sector, a representantes de las sociedades de gestión, a personalidades, profesionales y gestores culturales. Un amplio colectivo de la vida cultural se ha propuesto autoconvocarse y coordinar iniciativas de diverso tipo en defensa de las conquistas culturales obtenidas. –Usted acredita una vasta experiencia como director artístico del CCC, ¿qué concreciones destaca? –Floreal Gorini, autor intelectual del Centro Cultural de la Cooperación, tuvo la gran virtud de hacer una de las inversiones más altas del movimiento cooperativo como aporte a la batalla cultural. Lo primero que quiero decir es que quienes dirigimos la vida artística del CCC somos escritores, músicos, actores, directores, cineastas, coreógrafos, investigadores. Nosotros no solo ofrecemos una cartelera de espectáculos, somos además productores de imágenes, obras de teatro, artes visuales, de teoría del arte, de políticas culturales. Hemos concebido al CCC como un lugar de creación, experimentación, producción de nueva teoría del arte y elaboración de políticas culturales. Por eso tenemos 8 áreas artísticas de programación e investigación, un Área en Ciencias del Arte y un Observatorio de Políticas Culturales. Nosotros estamos a la vanguardia de la problemática epistemológica y teórica en relación con la forma de producir conocimiento científico desde el arte y la cultura, además asociamos ese despliegue teórico al sistema de legislación cultural y político-cultural. –Y frente a la etapa que se avecina, ¿qué desafíos observa? –El Observatorio de Políticas Culturales conformado por representantes de todas las disciplinas artísticas ha trabajado en lo territorial, comuna por comuna, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y ha aportado muy seriamente en el armado del anteproyecto de la Ley Federal de las Culturas. Pensamos además que de la misma forma en que hemos trabajado en las comunas debemos trabajar en todos los municipios del país. Las áreas y departamentos de artes del CCC han resuelto los desafíos artísticos de una cartelera de excelencia, han alcanzado un gran nivel en la producción teórica y de conocimiento científico del arte con altos grados de aplicación político-cultural. Creo que el gran desafío será multiplicar estos logros en la propia sociedad y fomentar diversos núcleos culturales en todo el país. Hay que pensar que cada comuna y cada municipio es una unidad político-cultural en sí misma, esto lo explicó muy bien oportunamente Floreal Gorini. En esa tarea se inscribe la continua labor del Centro Cultural de la Cooperación en lo artístico: un gran laboratorio de producción, de discusión científica sobre el arte, de intervención política y de aplicación de políticas culturales. —Pablo Provitilo Fotos: Juan C. Quiles / 3 estudio