30 de noviembre de 2015
Autor de una valiosa investigación acerca del diario que se transformó en un poderoso grupo empresario, el periodista Martín Sivak revela una historia de disputas, lobbies y vínculos con los gobiernos.
El primer acercamiento de Martín Sivak a la historia de Clarín se produjo en noviembre de 2000, cuando el diario de Ernestina Herrera de Noble despidió a 117 empleados, incluidos los integrantes de la Comisión Interna y de la Junta Electoral y todos los trabajadores que habían participado activamente en asambleas. Entonces hizo una crónica, junto con otros periodistas, para la revista Veintitrés. El conflicto, silenciado por la mayoría de la prensa de la época e ignorado por los principales dirigentes políticos, le permitió observar una característica singular: el poder de una empresa y la influencia que ejercía en el conjunto de la sociedad.
Sivak (Buenos Aires, 1975) es un especialista en investigaciones de largo aliento. Entre otros libros, lo demostró con Jefazo: retrato íntimo de Evo Morales (2008), una biografía del presidente boliviano que fue traducida al inglés, francés, italiano y chino. Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, eligió al diario Clarín como tema para su tesis de doctorado en Historia de América Latina en la Universidad de Nueva York. De allí surgió una minuciosa reconstrucción, que publicó en dos tomos: Clarín, el gran diario argentino (2013) y Clarín, la era Magnetto (2015).
En la segunda entrega de la historia, relata el período que comienza en 1982 y se extiende hasta el presente, desde el momento en que Herrera de Noble se desvinculó del desarrollismo y comenzó el ascenso de Héctor Horacio Magnetto, el actual CEO del grupo Clarín. Entre otras cuestiones, sobre la base de un trabajo exhaustivo de archivo y más de un centenar de entrevistas, Sivak analiza la forma en que el diario compró Radio Mitre y Canal 13, el modo en que, convertido en multimedios, se proyectó como un actor de enorme gravitación en la política argentina y los entretelones de su enfrentamiento con el kirchnerismo, a través de cuestiones como las investigaciones sobre la adquisición de Papel Prensa y las denuncias sobre los hijos adoptivos de la directora de Clarín como hijos de desaparecidos. El libro proporciona así un conjunto extraordinario de documentos y testimonios para revisar la historia reciente del diario y los conflictos que atraviesan a la actualidad.
–Las fuentes orales están mucho más presentes en la segunda parte de tu investigación. ¿Cómo trabajaste con un elemento tan complejo?
–Sí, fue bastante problemático. Obviamente el recuerdo es selectivo y es necesario verificar los testimonios. Tuve que repetir muchas entrevistas, hubo protagonistas a los que vi 10, 15 veces. Jorge Remes Lemicov, exministro de Economía de Eduardo Duhalde, me dijo por ejemplo que Clarín le había pedido el seguro de cambio, es decir, que el Estado asumiera su deuda privada. Es palabra de Remes contra palabra de Clarín, frente a eso hay que incluir a las dos partes, no hay documentos. A los dirigentes políticos les pedí que las entrevistas fuera on the record. Con los periodistas que aún trabajan en Clarín tenía que ser en off. Hablé con casi todos los empresarios importantes de la industria de medios también en off, porque son competidores y tienen una relación de mucha tensión. Ese rompecabezas hizo que el trabajo demorara más de lo que suponía.
–En medio del enfrentamiento entre Clarín y el kirchnerismo el libro provoca suspicacias respecto a si está a favor de uno o de otro.
–Propuse una historia de Clarín como tema en 2005. Tres años después, cuando comenzó el conflicto, ya estaba en medio del trabajo y empezaron las preguntas acerca de si me pagaba Magnetto o si me pagaba Kirchner. El que más me sorprendió fue un editor importante de Clarín, que en diciembre de 2012 me dijo que mi pretensión ya no era posible, que uno estaba con la defensa de la libertad de expresión y la democracia o estaba en contra. Tiene que ver con una percepción del conflicto y del modo en que Clarín entiende que se puede hacer periodismo. Creo que en un conflicto entre un gobierno y el mayor grupo de medios un libro no tiene tanta incidencia.
–La historia del diario está contada desde una perspectiva en la que se tiene en cuenta no solo lo que aparece publicado sino lo que subyace, la trama material de la empresa, sus intereses y sus relaciones en el campo político y económico. ¿Cómo apareció ese punto de vista?
–En el proyecto doctoral que presenté en la Universidad de Nueva York ya estaba mi aspiración a centrarme en esas dimensiones, lo que no tenía tan claro era cómo hacerlo. Sabía que estaba disponible la investigación del fiscal Ricardo Molinas sobre Papel Prensa, pero en principio no había mucho más. Después aparecieron otros archivos. Por ejemplo, entrevisté varias veces a Guadalupe Noble, la hija de Roberto Noble, y ella me permitió acceder al archivo personal del padre, que nunca había sido consultado y donde encontré cuestiones muy importantes sobre la interacción de Noble con distintos gobiernos. El archivo de Raúl Apold fue muy importante, también el de Arturo Frondizi. Clarín nace con una marca de origen muy fuerte, que es la dependencia con el Estado. El mito fundacional es que Noble vendió un campo para sacar el diario, pero en realidad lo vende después y con ese dinero no le alcanza, para sobrevivir necesita de los apoyos estatales, como otros empresarios periodísticos, desde Natalio Botana en 1913 a Sergio Szpolski en nuestros días. Noble, un político muy astuto y muy entrenado en el juego de toma y daca, enseguida decidió flexibilizar su línea editorial para obtener los beneficios gubernamentales y eso se sostiene en el tiempo hasta Magnetto, que también es muy hábil en ese tipo de negociación. Me interesaba entonces ese mundo material, las relaciones de Clarín con la industria, la tensión entre la empresa y la redacción. Esas cosas hacen la historia interna del diario y explican lo que después se publica.
–Al mismo tiempo que recurre al Estado, Clarín elabora un discurso institucional sobre la prensa independiente. ¿Cómo surge ese discurso?
–Clarín empieza a usar la idea del periodismo independiente en 1979. Su éxito editorial en la dictadura militar fue por su hiperdeportivización. Si uno mira los números del Instituto Verificador de Circulaciones (IVC), Clarín crece en un momento de retracción de la lectura. En parte esa es la astucia del jefe de redacción, Marcos Cytrynblum, de ver el tema de los deportes. En 1979 el diario organiza la celebración de la Copa del Mundo del año anterior y en ese momento la directora recurre a la expresión «periodismo independiente». Clarín había quedado asociado con la dictadura militar por su apoyo y por Papel Prensa y además, para las élites empresariales, militares y políticas, era el diario de Rogelio Frigerio. La directora empieza a ver que eso iba a ser un problema y plantea la idea del periodismo indep endiente, que después Magnetto resignifica porque se da cuenta de que la asociación del diario con un partido político jugaba en contra de su proyecto de expansión. El periodismo de Clarín se supone independiente primero con respecto a la dictadura, aunque no lo era, y después del frigerismo, aunque tampoco lo era, y después queda como una marca muy fuerte. Independiente frente a qué, no está claro. En términos formales sería independiente del poder.
–Según tu investigación, es un argumento al que recurrió Clarín cada vez que confrontó con el poder político en defensa de sus intereses, desde Raúl Alfonsín a Cristina Fernández.
–Clarín invoca muchas veces un interés general sin hacer público su interés particular. Durante toda la década de los 80 insistió con la derogación del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión por el interés del país, pero básicamente era algo que le interesaba para su expansión. Y eso se repite. Al mismo tiempo tiene una gran capacidad para obtener beneficios para sí y para la industria en los momentos de mayor turbulencia, como la dictadura militar, la hiperinflación de 1989 y la crisis después de 2001. Tiene un proyecto de poder bastante autónomo en relación con el empresariado argentino, recién se integra a las cámaras empresariales en 2002. Además de la enorme influencia que tiene en las organizaciones de propietarios de medios, como ADEPA, en general siempre ha prescindido de las cámaras empresariales porque ha logrado resolver sus grandes temas en la negociación uno a uno con los gobiernos. Aunque se lo suele ver como un diario de la clase media, tiene un público multitarget y una gran capacidad para llegar a vastos sectores sociales y para fidelizar la audiencia.
–Magnetto proviene del desarrollismo. ¿Hasta qué punto sostiene las ideas de la escuela de Rogelio Frigerio?
–El desarrollismo es un paraguas tan amplio que puede incluir desde los hermanos Ismael y David Viñas en la década de los 50 hasta Mariano Grondona en los 60. Tenía una idea clara respecto del país, que planteaba de manera enfática, y una construcción política de un partido de cuadros, un grupo ilustrado que venía de la izquierda. Clarín era fundamental porque iba a iluminar a ese grupo y al mismo tiempo nunca debía verse como el diario de Frigerio. Lo central del diario era defender la agenda desarrollista. Magnetto, que es un contador, un militante que entra a la empresa como parte del grupo, en 1982 despide a sus propios compañeros porque privilegia la expansión empresarial. Dice que nunca dejó de ser desarrollista, pero obviamente se vuelve una persona mucho más pragmática. El desarrollismo le permite tanto apoyar las privatizaciones y el achicamiento del Estado de Menem como el primer tramo del gobierno kirchnerista.
–Además del CEO, son importantes en tu relato algunos periodistas que muestran una posición alineada con la empresa, como Marcelo Bonelli. ¿Qué papel tiene en la historia?
–En la década de los 60 hay periodistas de Clarín que empiezan a hacer memorandos para la empresa. Es una práctica sistemática durante los años frigeristas, de 1969 a 1982. Por ejemplo, el periodista que cubría las noticias de las Fuerzas Armadas, aparte de escribir su nota, mandaba un memo a la empresa, que recibía Magnetto y sobre todo Frigerio, donde contaba cosas que no se podían publicar en el diario. Eran 5 o 6 periodistas, que no recibían una paga extra y hacían esos informes como parte de su trabajo en Clarín. En la década del 80 algunos periodistas empiezan a ver un filón en la posibilidad de administrar esa información. Bonelli y un grupo de periodistas crean entonces un newsletter de información clasificada que tiene como clientes a empresarios que a la vez podían ser anunciantes y objeto de las notas. Magnetto decide permitir esas prácticas, que ameritarían por lo menos una discusión. Como no tenía mucho roce con los políticos y los empresarios, se vale de los vínculos de los periodistas para conocer a influyentes: Daniel Muchnik le presenta a los Rocca en la década del 70, Joaquín Morales Solá a los principales dirigentes políticos en las décadas del 70 y del 80 y en el período de expansión, de la década del 80 en adelante, Magnetto necesita estar mejor informado para tomar decisiones empresariales. Marcelo Bonelli encajaba muy bien en ese rol y a la vez hay una decisión del grupo por la cual lo mandan a Radio Mitre y a Canal 13. Fue una apuesta empresarial. Bonelli históricamente tiene muy buenas fuentes, acceso a mucha información.
–¿Cuáles son las causas reales del enfrentamiento entre el grupo Clarín y el kirchnerismo?
–Hubo al menos tres razones. La primera es que en la crisis del llamado campo Néstor Kirchner esperaba un tratamiento más amigable, sobre todo de TN. Entendía que por los beneficios gubernamentales que le había concedido, como la fusión de los cables que firma en diciembre de 2007, el grupo Clarín iba a tener una posición más suave. La segunda razón es Telecom. Para Clarín es una prioridad; después de la crisis de 2001 y de un momento de zozobra en que no sabe si los acreedores van a tomar la empresa, empieza otro nueva fase de expansión, renegocia su deuda y va por el triple play. Para ese fin necesitaba a Telecom. Kirchner tuvo primero gestos de ayudar a Clarín para entrar en Telecom y en otro momento le propuso ingresar junto con un grupo de empresarios afines al gobierno. En eso estaban en febrero de 2008; según empresarios que eran parte de las negociaciones, todo indicaba que iba a suceder, esperaban un cierre arriba, había algunos detalles no del todo claros entre Kirchner y Magnetto. Eso terminó cuando se produjo la crisis con el campo. Después Kirchner hizo lo imposible para que Clarín no entrara a Telecom y empresarios afines al gobierno quisieron comprar el diario. Hay entonces una razón política, otra de negocios y también un tema personal. En las entrevistas con Magnetto me llamó la atención cómo volvía sobre conversaciones que tuvo con Kirchner, eran dos personas que hablaban de la misma manera, se entendían bien y tuvieron una relación bastante buena. También es cierto que ambos se enfermaron durante el período, a Kirchner le costó la vida y Magnetto sobrevivió, pero inicialmente parecía que iba a morirse. Hay un componente dramático donde están las vidas de ambos en juego y el convencimiento también de ambos de que el otro iba a terminar preso. Con Kirchner en vida tanto los funcionarios del gobierno como los directivos de Clarín creían que podía haber algún tipo de modus vivendi, algo que con Cristina no fue posible. En términos generales está claro que Néstor gobernó con Clarín y Cristina contra Clarín.
–Una de los criterios históricos del diario, según tu investigación, fue no contradecir los gustos del público. Pero a la vez señalás que su confrontación con el kirchnerismo afectó esa sintonía.
–Ese criterio aparecía mucho en las entrevistas con la conducción periodística durante la dictadura militar y la guerra de Malvinas, la forma en que se convencieron de que Clarín nunca va en contra de su público. Eso también es discutible porque ¿cuál es el lector de Clarín si tiene un público multitarget? Clarín sostuvo al primer peronismo hasta setiembre de 1955, incluso en el conflicto con la Iglesia; de un día para el otro, casi sin transiciones, se hace ferozmente antiperonista. Por eso Perón ordena el cierre de Clarín, que no se concreta porque hay un golpe de Estado en marcha. En ese momento no existía el IVC como para ver la reacción del público, pero en el archivo de Noble aparecieron de casualidad unos registros de 1955 y 1956 y uno puede comprobar que Clarín siguió aumentando las ventas. El lector de La Nación o el de La Vanguardia no habría tolerado que sus diarios hubieran dado un volantazo ideológico; evidentemente el de Clarín no era tan exigente con la línea editorial. Siempre estuvo la idea de ir con la ola y el sentido común, y de pensar en la sensibilidad de la clase media. Hubo momentos en que Clarín tuvo que ir en contra de eso, no solo con el kirchnerismo. En el gobierno de De la Rúa, por ejemplo, el diario se afirma como un pilar de la gobernabilidad, por razones empresariales, por su deuda en dólares. Se propone disimular la magnitud de la crisis; la autopercepción de los editores es que si Clarín publicaba que no había plata en los bancos se caía el gobierno. En diciembre, cuando se produce el estallido social, se ven obligados de un día para el otro a volverse críticos de De la Rúa. El principal columnista del diario descubre repentinamente las debilidades del gobierno de la Alianza. Después pasa un poco lo mismo con el kirchnerismo. Clarín lee equivocadamente que el kirchnerismo se terminaba tras el voto no positivo de Julio Cobos. No es habitual que interprete tan mal la coyuntura.
–¿Cómo te situaste, finalmente, respecto de lo que dijo aquel editor de Clarín?
–No es una cuestión de estrategia comercial o editorial. Hace 15 años escribí una biografía no autorizada de Hugo Banzer, el militar y expresidente boliviano. Lo escribí con mucha bronca, era un manifiesto en contra de Banzer, que el personaje ameritaba. Uno cambia el estilo de acuerdo con el objeto de estudio. No creo, obviamente, en la objetividad. En este caso la modesta contribución es tratar de entender y de contar la historia de Clarín a través de la evidencia existente.
—Osvaldo Aguirre
Fotos: Horacio Paone