País | MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA

En las calles

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Luego de dos años sin marchas en conmemoración del 24 de marzo, una multitud colmó Plaza de Mayo y otras similares en todo el país.

De regreso. Masiva participación en la histórica plaza porteña. Abajo: los dirigentes cooperativistas Carlos Heller y Juan Carlos Junio encabezan una columna.

GUIDO PIOTRKOWSKI

Una multitud integrada por familias, adolescentes, jóvenes y militantes de distintas fuerzas políticas y movimientos sociales se dio cita en la emblemática Plaza de Mayo para conmemorar presencialmente –luego de dos años de pandemia– el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, a 46 años del inicio del último golpe cívico-militar que asoló al país.
El acto principal en Plaza de Mayo –convocado por 13 organizaciones de derechos humanos, entre ellos Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y Abuelas bajo la consigna «Memoria para defender la soberanía. Verdad por las y los 30.000, Justicia para el pueblo»– cerró con la lectura del tradicional documento consensuado que dio cuenta de los problemas que atraviesan al país, entre ellos, la deuda externa –principal consigna convocante de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, «Con el FMI en el país, morirán más niñxs de hambre», y de las organizaciones del Encuentro Memoria Verdad y Justicia (EMVJ)–, los 40 años de la guerra de Malvinas –enmarcada como memoria de la dictadura y como relato de la Nación que justificó el genocidio–; la cuestión judicial –tras el otorgamiento de prisiones domiciliarias a represores como así también la demora en los procesos de enjuiciamiento–; la responsabilidad de los grupos económicos y judiciales en el genocidio; y la proliferación de señales de negacionismo y banalización de los crímenes cometidos por la dictadura cívico-militar como signo de época.
En lo referido a este último tema, que muchos relacionan con el deber de recordar, cabe aclarar que dicho deber no es más que un corolario del derecho a la verdad, primordial para evitar la recurrencia de violaciones a los derechos humanos, de ayer y de hoy. «El problema no es solo que los crímenes permanecen impunes, sino también, más en general, el de la herencia estructural dejada por la dictadura, de la que se hicieron cargo los diferentes Gobiernos que la sucedieron. El recurso a la memoria no es, entonces, un lujo inútil o una operación masoquista destinada a prolongar indefinidamente el sufrimiento, sino, por el contrario, la condición indispensable para intentar comprender el desastre actual y para orientarse hacia un futuro menos calamitoso. Esta es la razón por la cual constituye una cuestión que concierne no solo a aquellos que sufrieron más directamente la dictadura, sino al conjunto de la sociedad», señala el historiador ítalo francés Bruno Groppo.

HORACIO PAONE


A casi medio siglo del comienzo de la última dictadura en el país, el desafío más importante al que se enfrenta la sociedad es cómo construir memoria para que las generaciones más alejadas de aquel período hagan suyo ese derecho a la verdad. Los contenidos curriculares obligatorios acerca del tema contemplados en la Ley Nacional de Educación de 2006, distintos programas que acercan el tema de la Justicia a los niños, niñas y adolescentes –como La escuela va a los juicios– impresionan como insuficientes frente a Gobiernos que no los fomentan o bien directamente los discontinúan.
Sin embargo, las marchas multitudinarias cada 24 de Marzo con niños, adolescentes y jóvenes voceando las consignas que acuñaron Madres y Abuelas hace casi medio siglo, las restituciones de nietos y nietas –que a su vez transmiten a sus hijos el derecho a conocer la verdad– o bien la formación de nuevos colectivos impensados hasta hace pocos años, como el de Historias desobedientes –integrado por hijos e hijas de represores– o la visita –transmitida en vivo– a la exEsma del streamer de Twitch, Coscu, que cuenta con más de 3,4 millones de seguidores en la plataforma, impresionan como jalones de la construcción de memoria, esa memoria ejemplar de la que habla el pensador búlgaro Tzvetan Todorov, que implica una doble tarea: superar el dolor causado por el recuerdo y extraer una lección de ese pasado que se convierta en principio de acción para el presente.

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