7 de julio de 2021
Medidas sanitarias y economía, en el centro de la agenda de debate público. El oficialismo defiende la gestión mientras la oposición dirime sus internas.
Viedma. La vacunación contra el Covid-19 avanza en todo el país. (Télam)
Mientras la dirigencia de Juntos por el Cambio, tras arribar a algunos precarios acuerdos, intenta unificar criterios para afrontar las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) en busca de asestarle un duro golpe al oficialismo y en el Frente de Todos (FDT) se debate sobre las estrategias destinadas a paliar la difícil coyuntura económica y social para consolidar el caudal electoral a efectos de obtener mayoría propia en la Cámara de Diputados, los medios de comunicación y las redes sociales manifiestan una creciente tendencia a la chicana, el fisgoneo y una casi nula preocupación por los temas que le importan a la población.
La pandemia, que condiciona todos los aspectos de la vida cotidiana de la ciudadanía, se ha convertido en el tema central de la controversia política. La oposición cuestiona todas y cada una de las medidas oficiales destinadas a evitar la propagación del virus y lograr una vacunación masiva en la creencia de que el tópico incidirá fuertemente en la decisión de los electores. El Gobierno, que ha conseguido avanzar considerablemente en materia de inmunización, supone por su parte que su gestión en ese terreno será valorada favorablemente en las urnas. Al respecto, un veterano dirigente apuntaba: «La cuestión de las vacunas no define elecciones, pero ayuda».
Tendencias en pugna
Aunque en la calle no se percibe aún un clima preelectoral, poco a poco se van definiendo los ejes de la campaña. Juntos por el Cambio exhibe notorias dificultades para armonizar los posicionamientos de las distintas tribus. La corriente que encabezan Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, sin correrse ni un centímetro de las políticas ortodoxamente neoliberales que aplicaron en sus respectivas gestiones, pretenden presentar una cara más amable, capaz de atraer al segmento moderado de la población. Los talibanes, encabezados por el expresidente Mauricio Macri y la titular del PRO, Patricia Bullrich, no sin contradicciones entre ellos, están convencidos de que la radicalización de la derecha extrema que representan arrastrará ineludiblemente a las fuerzas más moderadas.
Navegando con dificultad entre dos aguas, el radicalismo se propone sacar partido de las divergencias de sus aliados, ganar terreno en las listas o, cuando se estime necesario, presentar boletas propias. La principal dificultad para ello radica en que también en el histórico partido conviven quienes –como el exgobernador de Mendoza y presidente del Comité Nacional de la UCR, Alfredo Cornejo, y el jefe del bloque, Mario Negri– coinciden con las posiciones de los ultras, con aquellos –el reaparecido Ernesto Sanz, Martín Lousteau, la nueva adquisición, Facundo Manes– que buscan perfilarse como «socialdemócratas alemanes».
A propósito del neurólogo Manes, un episodio reciente demuestra el grado de violencia y descalificación al que están dispuestos a recurrir sus adversarios internos. Elisa Carrió y el macrista Federico Angelini hicieron trascender un caso en el que se acusa al flamante postulante de haber actuado contra una paciente en una disputa por una herencia. Se le adjudica una intervención profesional en favor de la familia de la misma, para declarar insana a la mujer. Simultáneamente, comenzó a circular una información en la que se señalaba que el supuesto «outsider» de la política había sido parte en 2002 de un partido bautizado 1810, que dirigió una carta al entonces presidente estadounidense, George Bush, en la que le imploraba que no otorgara ninguna ayuda a la Argentina, inmersa en la crisis posconvertibilidad.
Todo indica que JxC, cualquiera sea la fracción que imponga su criterio propagandístico, evitará profundizar en temas económicos, habida cuenta de que están frescos todavía en la memoria colectiva los desbarajustes ejecutados durante cuatro años, y pondrá el acento en las críticas a la administración oficialista de la pandemia, sobre todo en lo que hace a la vacunación y las restricciones. Otro eje que se destacará es el supuesto intervencionismo. Hidrovías y ferrocarriles de carga donde se reforzaron los controles estatales, serán un caballito de batalla para demostrar que, si el oficialismo logra los diputados que le faltan para garantizar su mayoría, se impondría un modelo venezolano, algo que al kirchnerismo ni siquiera se le pasó por la cabeza en 2011, cuando Cristina Fernández fue reelecta con el 54% de los votos.
En las redes
En tanto, el Frente de Todos se centrará en la defensa de la gestión, tanto en lo sanitario, como en obra pública, vivienda y asistencia a los sectores más desprotegidos, y procurará mitigar los efectos del alza desmesurada de los precios a través del incremento del salario mínimo, vital y móvil y la revisión de los incrementos pactados en las paritarias. Se prevé que la vicepresidenta Cristina Fernández participará de actividades puntuales en distritos del Conurbano bonaerense y posiblemente en alguna otra provincia y que el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, tendrá un papel relevante en la campaña, tal como sucedió en 2019.
En cuanto a las herramientas proselitistas, la realidad impone cambios sustanciales. Debido a la pandemia no se prevén actos masivos y tampoco se utilizará el recurso del timbreo. Los instrumentos tecnológicos –WhatsApp, Twiter, Instagram, Zoom, Facebook, etcétera– reforzarán su influencia y, de acuerdo con la experiencia de los últimos comicios, es factible que sean replicadas giras como la que encaró Kicillof hace dos años.
Una cuestión que no ha sido justamente valorada es la de la participación en los comicios. Tanto en los países latinoamericanos donde se han realizado compulsas en los últimos meses, como en las municipales europeas, la abstención ha sido muy importante, en el caso de Francia superó el 60%. Recientemente, en Jujuy, concurrió a las urnas el 60% de los empadronados, con el agravante de que en toda la Argentina votar es obligatorio y optativo en otras naciones del continente y en la mayoría de las europeas. Es difícil que se repita el comportamiento que se expresó masivamente en las legislativas de 2001, dos meses y medio antes del estallido de la convertibilidad, donde solo el 57% de los empadronados emitió sufragios positivos (en blanco o anulados 23,99%; abstención 24,53%), pero resulta previsible que, en el marco de una pandemia de un año y medio de duración que deterioró el estado de ánimo de la población y empobreció a vastos sectores sociales, la asistencia a las urnas sea más baja.
Empero, no se puede especular con cambios drásticos en la correlación de fuerzas ya que quienes –por un motivo u otro– se sienten decepcionados por la conducta de la oposición difícilmente voten por el oficialismo y lo mismo sucede, a la inversa, con quienes puedan sentir que el FDT no cumplió con sus expectativas.