Caída de ingresos, problemas de empleo, incremento de la pobreza e indigencia son algunas de las consecuencias de la pandemia, que serían aún peores sin la red de contención social puesta en marcha por el Gobierno. Índice de desarrollo humano.
29 de diciembre de 2020
Recuperación incipiente. Si bien entre abril y junio se perdieron 3,7 millones de puestos de trabajo, los últimos datos muestran un repunte. (TÉLAM)
La pandemia de COVID-19 produjo un deterioro del tejido social a escala mundial. La Red Latinoamericana por la Justicia Económica y Social (LATINDADD) puntualizó, en un reciente informe, que esa dinámica es muy peligrosa en América Latina por su preexistente vulnerabilidad socioeconómica (región más inequitativa del mundo, altos niveles de informalidad laboral, elevados índices de pobreza, entre otros). De acuerdo con datos de esa red, el porcentaje de trabajadores informales llega al 54%, mientras que los nuevos pobres suman 45 millones. Con 2,7 millones de empresas cerradas, la caída del Producto Interno Bruto (PIB) regional alcanza al 9,10%.
Argentina no escapa a ese adverso panorama global y regional. En ese sentido, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) publicó un informe sobre el impacto de la pandemia en los hogares del Gran Buenos Aires. El documento es el resultado de un relevamiento realizado, entre los meses de agosto y octubre de 2020, en la Ciudad de Buenos Aires (CABA) y los 31 partidos del Conurbano bonaerense. Los encuestadores del INDEC relevaron información referida a diversos tópicos como empleo, ingresos, prestaciones sociales, modificación de los hábitos de alimentación y consumo, estrategias ante la pérdida de ingresos, acceso a la salud, tareas domésticas y de cuidado del hogar. El resultado de la encuesta es muy revelador del fuerte impacto de la pandemia en los hogares argentinos.
En materia de empleo, el 40,3% de los hogares encuestados registraron problemas (suspensiones, despidos o pérdida de ingresos laborales) en al menos uno de sus integrantes. El impacto fue mayor en los hogares con jefes y jefas con menor nivel educativo (hasta secundario incompleto): 45,7%. Por otro lado, el 49,3% tuvo una caída en el monto total de sus ingresos respecto a la situación previa a la pandemia. Esa proporción crece hasta el 57,1% en los hogares con menor nivel de instrucción. En otras palabras, los hogares con jefes con menores credenciales educativas han sufrido mayores consecuencias en términos de pérdida de puestos de trabajo y de ingresos laborales. En cuanto al cambio de hábitos que trajo la pandemia, los resultados del trabajo arrojaron que el 30,4% de los jefes y jefas de hogar con empleo (que trabajaron la semana anterior a ser encuestados) desarrolló sus tareas laborales desde su vivienda. Mientras tanto, se observó que el 65,5% de los hogares debió incrementar el tiempo dedicado a tareas domésticas, fundamentalmente aquellos con presencia de niños. Solo en el 15,1% de estos hogares se afirmó que hubo una distribución equitativa de las tareas entre mujeres y varones.
La mano izquierda
La reducción de los ingresos tuvo un franco impacto en los hábitos alimenticios de los argentinos. Un 33,8% de los hogares redujo la compra de algún alimento (carne vacuna, otras carnes, verduras frescas, leche) que habitualmente consumía. Esa reducción fue mucho mayor en el Conurbano bonaerense (38%) que en la Ciudad de Buenos Aires (21,2%). Por su parte, el 45,8% de los hogares consultados redujo el consumo de productos no alimentarios (48,8% en el Conurbano, 36,9% en CABA) y el 28,6% dejó de pagar o tuvo problemas para cubrir los costos de los impuestos y servicios de agua, gas, electricidad, internet, TV por cable, telefonía celular (33,3% Conurbano, 14,7% CABA).
Lo cierto es que el escenario actual sería mucho más complicado sin la amplia red de contención social (IFE, ATP, Tarjeta Alimentar) implementada por el Gobierno de Alberto Fernández. Esas medidas, sumadas a las prestaciones preexistentes (Asignación Universal por Hijo, Asignación Universal por Embarazo, jubilaciones, pensiones) amortiguaron un poco las dramáticas consecuencias de la crisis pre y pospandémica. De acuerdo con el relevamiento, los hogares solo con prestaciones sociales previas a la pandemia, llegaban al 24,6%; mientras que los hogares solo con prestaciones sociales previas e implementadas a partir de la pandemia ascendía a 26,8%. Por su parte, los hogares solo con prestaciones sociales implementadas a partir de la pandemia alcanzaban el 21,2%, mientras que los hogares sin prestaciones sociales llegaban al 27,4%. En síntesis, casi tres cuartos de los hogares relevados recibieron alguna prestación social en tiempos de COVID-19.
Según el Observatorio de Deuda Social de la Universidad Católica (UCA), la pobreza alcanzó al 44,2% de la población y la indigencia pasó del 8,9% al 10,1% en el cuatrimestre julio-octubre de 2020. «La mayor parte de las medidas de gobierno adoptadas buscaron reducir los efectos de la parálisis económica, sin las cuales la situación social habría sido más grave. Sin embargo, cabe destacar que no hay posibilidades de cambiar la situación estructuralmente crítica que afecta a los sectores más vulnerables si no es a través de la puesta en marcha de un plan de reactivación del mercado interno, tanto formal como informal», asegura el informe de la UCA que calculó que el 55,5% de las personas recibe ayuda económica del Estado, más de 10 puntos porcentuales por encima de 2019, que eran 43,8%. Si no hubiesen existido estas ayudas, el trabajo calcula que la tasa de pobreza alcanzaría al 53,1% de la población en vez del 44,2% y la indigencia llegaría al 27,9% en lugar del 10,1%.
Los últimos datos revelan una incipiente recuperación luego de que, entre abril y junio, se perdieran 3,7 millones de puestos de trabajo. En una nota publicada en Télam, el director del Centro de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo (CETYD) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), Matías Maito, sostuvo que «un dato alentador que surge de las últimas cifras difundidas por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos indica que más de la mitad de los empleos que se destruyeron durante el período más crítico de la crisis se recuperaron en los últimos meses». Y agregó: «La flexibilización de las medidas de aislamiento y la recuperación paulatina de la actividad económica posibilitaron que ingrese nuevamente al mercado laboral una parte importante de la población que se había retirado, ante la imposibilidad de buscar trabajo por las restricciones a la circulación. De esta manera, la tasa de actividad pasó del 38,4% al 42,3% entre el segundo y el tercer trimestre del año», señaló Maito.
Cabe aclarar que la recuperación del empleo durante el tercer trimestre fue motorizada por los asalariados informales y trabajadores independientes. La situación dista de ser buena, pero se advierte una mejora apreciable. Sin dudas, las dos condiciones necesarias para apuntalar esa tendencia positiva pasan por controlar la pandemia y recuperar el poder adquisitivo de los ingresos populares.