El dirigente cooperativo cordobés preside la Federación de Cooperativas Federadas, integrada por cerca de un centenar de entidades. En este diálogo reflexiona acerca de la concentración y extranjerización del sector, el caso Vicentin, la relación con el Gobierno y el futuro pospandemia.
8 de septiembre de 2020
Juan Manuel Rossi, presidente de la Federación de Cooperativas Federadas (FECOFE), se dedica a la producción agropecuaria y ganadera, junto con su padre y hermanos. «Sembramos y tenemos algunas vacas», explica. Con otros productores, todos pertenecientes a la Federación Agraria Argentina (FAA), crearon en 2005, la cooperativa Agricultores del Sur, en Jovita, provincia de Córdoba, donde procesan soja e industrializan aceite y alimento balanceado, recuerda el directivo, quien ocupó distintos puestos en la FAA. «En 2006 creamos FECOFE, porque creíamos que hacía falta una entidad que aglutine a las cooperativas asociadas a la FAA. Y desde entonces soy parte del Consejo. Durante el gobierno de Cambiemos la situación fue muy compleja para el sector cooperativo. Se hablaba mucho, pero no había receptividad. No nos entendían. Al cooperativismo se lo combatía, lo veían como una amenaza, algo inentendible», asegura el dirigente, e insiste: «En esa época el negocio era la especulación con el dólar, los bonos o las Leliq (letras del BCRA), tanto para un jubilado como para una pyme».
«La pandemia obliga a discutir grandes temas en el país y la sociedad reclama una madurez distinta de sus dirigentes», señala Rossi. En diálogo con Acción, el dirigente opinó sobre la oportunidad que implicaba para el país y el sector tomar el control de un gran agroexportador como Vicentin para así aminorar la concentración y extranjerización del negocio. «Lo que dejó la marcha atrás del Gobierno, para nuestro sector, fue una nueva desilusión», advierte el titular de la Federación que cuenta con 40 cooperativas asociadas y mismo número de vinculadas, es decir, en proceso de asociación.
–¿Cuál era su función en la Federación Agraria durante el conflicto de 2008?
–En el momento de la discusión por la Resolución 125 era el tesorero, secretario de Finanzas de la FAA. Estábamos en esa pelea con el Estado, una pelea que fue una derrota para todos, sobre todo para la sociedad argentina, para los pequeños productores y para el Gobierno de turno. No veo ganadores ahí. La dirigencia agropecuaria tuvo muchos incidentes. De hecho, nos fuimos luego de eso porque nos parecía que la Mesa de Enlace iba a terminar siendo lo que fue. Nunca generó una propuesta, sino que se transformó en un partido político de oposición u oficialismo, según el momento, pero que no le consiguió absolutamente nada a sus representados, en particular a los pequeños productores.
–¿Cómo era la discusión de las bases en ese momento?
–Había mucha efervescencia y mucho enojo. Era como un River-Boca. Había pocas propuestas y poca capacidad de análisis y de negociación en ambas partes. Muchos errores en los dos lados. Hubo una oportunidad única para nuestro sector y no la supimos concretar. El Gobierno no supo generar las condiciones de diálogo y la dirigencia nuestra tampoco estuvo dispuesta a ese diálogo.
–¿Espera algo distinto en este Gobierno?
–Es momento de escuchar más, de estar más cerca, sobre todo del lado de la política y la dirigencia del sector. Creo que hay una dirigencia cooperativa muy interesante. El cooperativismo se está desarrollando en todo el país con experiencias muy interesantes, todo en sintonía. Trabajando coordinadamente y con capacidad de hacer propuestas. Si la política llega de manera directa a estos sectores, se pueden hacer cosas muy grandes y dejar de lado lo tradicional, es decir, reunirse siempre con los mismos cuatro grandes.
–¿Cómo es la situación del sector en el contexto de la pandemia?
–Lo primero que hay que decir es cuál es el sector. La verdad es que anteriormente se ha intentado, a partir de la creación de la Mesa de Enlace, reducirlo a «el campo». Como si fuese una sola cosa, siendo el sector de la economía más diverso que tiene el país.
–Focalicemos entonces en la situación de las cooperativas. ¿Cómo están?
–En términos generales van en consonancia con la economía en su conjunto. Nosotros representamos a dos grupos de cooperativas. La FECOFE, con agrícolas tradicionales, que acopian el cereal, venden el insumo, el transporte y la asistencia técnica. Esas cooperativas tradicionales no han variado su situación, porque las operaciones en esos sectores no se modificaron en ningún momento. La cosecha ha sido bastante buena, están en una situación bastante normal.
–¿Y la agroindustria?
–El otro grupo de cooperativas, que son las que agregan valor, la industria, en la primera etapa de la pandemia y en algunas regiones, están con problemas por los protocolos a cumplir. Pero en su mayoría, también incrementaron su actividad, aunque un poco menos. La retracción general en la economía los afectó directa o indirectamente.
–¿Cómo es la correlación de fuerzas con las grandes exportadoras?
–Se va avanzando hacia la concentración de la economía, entonces la correlación de fuerzas se va distanciando cada vez más. En nuestras cooperativas productoras de alimentos las aprovechan los que están mejor parados y las empresas grandes siempre corren con ventaja, fundamentalmente en el acceso al financiamiento. Hace cuatro años que estamos sin posibilidad de acceso al crédito. Si bien este Gobierno hizo algunos esfuerzos con los créditos del Banco Nación y los ministerios, todavía no llegó a nuestro sector. Las grandes empresas pueden tener financiamiento local e internacional y ahí está la gran diferencia y la ventaja que tienen para competir con nosotros.
–¿Por qué algunos pequeños productores acompañan las medidas de presión de las grandes empresas, como sucedió en el caso Vicentin?
–Creo que es por descreimiento respecto al rol del Estado en su conjunto. Parece que confiáramos más en el mercado, pese a que nadie sabe bien qué es. En realidad, sí, son las grandes multinacionales que marcan el rumbo. Y por el otro lado, el Estado, que puede venir para tomar medidas para la mayoría, pero al que no le creen. Ahí es donde se plantea la situación, llamativa, por cierto. Entonces, se termina defendiendo con la bandera argentina la posibilidad de que una empresa se transnacionalice y quede en manos extranjeras. Es una contradicción muy profunda que está arraigada en buena parte de la población, pero es la minoría del país.
–Una minoría que detenta el poder económico e influye en el político.
–Sí, sin dudas. Es el que maneja, vía la comunicación y su incidencia en algunas empresas, la cabeza de muchos argentinos.
–¿Cuál es su posición sobre la situación de Vicentin?
–No hacer nada es profundizar lo que está pasando: la concentración y extranjerización del negocio. Sería una pena perderse lo que podría ser una empresa pública de carácter mixto, con las cooperativas y productores, que posibilite cambiar el esquema productivo frente a la continuidad. Lo contrario es una vuelta más hacia la concentración.
–¿Está a favor de la estatización?
–La nacionalización era la posibilidad de discutir un esquema distinto, la alternativa de negociar el precio de los granos. Una intervención virtuosa por parte del Estado. Lo que dejó la marcha atrás del Gobierno, para nuestro sector, fue una nueva desilusión.
–¿Cómo modificaría el día a día de las pymes y las cooperativas la nacionalización de una empresa como Vicentin?
–Para empezar, el Estado siempre es garante de que te van a pagar. Hoy los productores estamos librados a la buena suerte. En los últimos años, no solo Vicentin, sino otras como BLD, han quebrado y hemos quedado a la deriva. Quebraron o se llevaron la plata y nosotros quedamos a la deriva. Entonces, primero, es saber que vamos a cobrar. Después, es una empresa que puede sostener políticas públicas, que haga diferencias, como otorgar mejores precios a los productores más chicos. Se podría finalmente segmentar la política para que, en la medida en que el Estado tenga una herramienta, pueda aplicar financiamiento, mejores condiciones y especialmente controlar mejor el comercio. Controlar que se pesen bien los barcos, que paguen los impuestos. Esto dejaría en evidencia a las otras empresas.
–¿Qué medidas requiere el sector para la pospandemia?
–Necesitamos atención y cuidado. Necesitamos que el Estado esté presente, impulsando a las que más trabajo generan en el país, que son las pymes, no las grandes empresas. Se está hablando de un paquete de ayuda fiscal para las empresas. El sector primario puede ser generador de divisas, es cierto. El agroindustrial, también. La industria, en general, puede serlo, pero no hay que poner el foco en todas las empresas por igual, sino que es el momento de segmentar la política. En todo sentido y, sobre todo, en la política fiscal para que esté dirigida a las pymes. Las pymes son las que generan arraigo y distribución demográfica. Son las que más generan empleo de manera directa y rápida. Las grandes anuncian, por ejemplo, 300 o 500 puestos. Pero las pymes, de a diez o quince empleos, generan muchos más puestos.
–¿Teme que la ayuda se enfoque hacia las grandes empresas?
–Hay sectores grandes que piden cosas imposibles, como una quita total de los impuestos y después se llevan los dólares afuera. Hay que tener mucho cuidado en cómo se toman las medidas. También se habla de medidas en función de la inversión, de amortizaciones aceleradas, quita del Impuesto a las Ganancias, o utilizar el saldo de IVA para pagar otros impuestos. Hay una cantidad de medidas de las que se está hablando que en todos los casos deben segmentarse. Todas las medidas tienen que ser de una manera para las pymes y de otra para las grandes empresas. De esa manera, el país se va a equilibrar y se va a generar un desarrollo más equitativo.
–¿Qué se debate en las bases por estos días?
–Hace poco hubo una ronda de llamadas con representantes de las cooperativas y todas coincidieron en el pedido de mayor financiamiento. Estamos hablando en medio de una pandemia, para poder avanzar hacia un modelo de desarrollo en serio. En el fondo somos optimistas. El cooperativista tiene un sentido de pertenencia muy fuerte y se ve la posibilidad de una remontada del país que sea sustentable. Las conversaciones siempre son en un marco optimista. Estamos acostumbrados a pasar crisis. Con una vuelta de tuerca, con una mano de la política, con una mirada hacia este sector, la verdad es que lo vemos posible. Como pasó en otras oportunidades, puede ser bastante rápida, respecto a otros países.
–Para usted, ¿la salida económica debe tener como eje el mercado interno o la exportación?, ¿o ambos?
–No sé si se podrá hacer un cambio muy drástico. Es un proceso. Argentina, tal como está, es un país inviable demográficamente. Tiene grandes ciudades que son inviables, mientras hay miles de hectáreas en terrenos fiscales que podrían servir pacra generar nuevas ciudades, nuevos emprendimientos y nuevos productores. Me parece que es el momento para repensar al país y están dadas las condiciones hacia adentro. El país tiene los recursos necesarios para desarrollar el mercado interno y la exportación. Pero al mercado interno no hay que descuidarlo nunca porque es nuestro principal cliente.
–Cuando dice «inviabilidad de las grandes ciudades», ¿se refiere a los costos logísticos que enfrentan las empresas?
–Hay que volver a enfocarse en polos productivos federales. Redistribuir los millones de hectáreas que hay y poner en discusión la tierra y el alquiler de los campos. Es un tema tabú quiénes alquilan o quiénes son los dueños. Con lo que pasa en la sociedad, tener tantos miles de hectáreas en tan pocas manos debería ser un tema para debatir. Creemos que se está enfocando en esa línea. Hay una buena idea de avanzar hacia la diversificación de las exportaciones, aumentar la cantidad de empresas que puedan vender al exterior, que cayeron muchísimo en los últimos años. Si bien en términos de dólares aumentó, en cantidad de empresas cayó fuerte.
–¿Le parece que están dadas las condiciones políticas y sociales para esa discusión?
–La pandemia obliga a discutir los grandes temas del país. La sociedad reclama una madurez distinta de los dirigentes. La pandemia nos interpela.