Experto en comunicación y analista de la influencia que ejercen los medios en los procesos políticos, afirma que existe una articulación entre las grandes empresas del sector en la región, dirigida a sostener sus esquemas de negocios e intentar orientar el rumbo ideológico de los gobiernos.
11 de enero de 2019
Doctor en Filosofía, director del Instituto de Cultura y Comunicación de la Universidad de Lanús, el mexicano Fernando Buen Abad Domínguez hace años que reparte su tiempo entre Argentina y su tierra natal, analizando los procesos comunicativos y su influencia en las sociedades contemporáneas. Especialista en Filosofía de la imagen y comunicación, es además director del Centro Universitario para la Información y la Comunicación Sean MacBride, función a partir de la cual se ha interesado por el estudio de la influencia de los medios en los procesos políticos, más especialmente en América Latina: «Hoy tenemos un Plan Cóndor mediático que propicia la llegada al poder de personajes como Juan Manuel Santos o Álvaro Uribe en Colombia y Pedro Kuczynski en Perú», señala, y asegura, además, que sin las grandes usinas de pensamiento mediático dirigidas desde Miami, esos personajes «no se explican».
Autor de numerosas publicaciones sobre filosofía en comunicación, es también miembro del Consejo Consultivo de TeleSur, lo que lo ha llevado a tener un fuerte vínculo con el gobierno venezolano. Así es como asegura haber participado de reuniones en las que los expresidentes Hugo Chávez y Néstor Kirchner plantearon en su momento ejes temáticos de discusión no resueltos en la región: «Chávez era una gran caja de resonancia de cosas que se le ocurrían a él, pero también de charlas como la ocurrida en la cumbre de UNASUR en 2009 con otros presidentes. En su momento se mencionó con gran pasión que además del peligro de la instalación de las bases militares preocupaban las bases mediáticas montadas para golpear a los pueblos».
–¿Vivimos una restauración conservadora o una ola antiprogresista en América Latina?
–Yo no veo eso. Sí hay un proyecto de recolonización del continente. El imperio se percató de que había cobrado fuerza una corriente muy importante en toda la Patria Grande y que la recomposición de la situación política y económica global ha llevado a reevaluar los ejes de dominación que han mantenido en las últimas décadas. Están recalculando. Sin embargo, yo veo un continente levantado: si hacemos un balance cuantitativo de las movilizaciones que se están dando en lugares como México, Chile, Ecuador o Perú y hasta la resistencia en Brasil, y las características de estos movimientos, lo que tendríamos es un continente levantado.
–¿Cómo ve el futuro de Brasil conducido por Jair Bolsonaro?
–Creo que va a sostenerse una movilización popular en su contra que no se ha visto en mucho tiempo. Porque ya no va a depender del Partido de los Trabajadores, la base ha hecho una crítica muy severa al PT, ya no se contenta con los liderazgos que había y ve la necesidad de tomar otros rumbos en la organización desde abajo. Eso va a quedar. Esperemos que haya el talento para hacer crecer esta fuerza. También hay que ver qué pasa con Bolsonaro en el ejercicio concreto del poder, hay que ver si termina su mandato, porque ya con lo que va diciendo en sus primeras intervenciones se adivina un escenario de altísima conflictividad en Brasil.
–Cree que existe un germen fascista en la sociedad que sostiene esos liderazgos?
–No hay germen fascista en las sociedades sino en las burguesías, en la clase media. Ellos son los que más se asustan de los movimientos populares. Temen perder su propiedad y son capaces de financiar cualquier tipo de crímenes. Eso no lo veo en los pueblos ni en las clases trabajadoras, sí en grupos muy acotados.
–Sin embargo, han tenido algún grado de apoyo popular como para haber podido romper este techo histórico de solo sectores medios altos. ¿A qué cree que se debe?
–Han desarrollado una descomunal estrategia de comunicación mediática nunca vista. Han violentado todos los límites de gastos en estas campañas. Pero además han mentido como nunca: pobreza cero, hambre cero, miseria cero y a los pocos meses han multiplicado esos índices. Esas promesas estuvieron en Perú, Colombia o en EE.UU.; Trump solo cumplió las promesas para sus amigos. La emboscada del engaño es una estrategia de guerra psicológica planificada desde Miami por Juan José Rendon y Jaime Durán Barba, que es uno de sus estudiantes. Los pueblos, cuando logran ampliación de derechos, tienden a exigir más, y esto fue visto para tenderles estas emboscadas. Y Bolsonaro es solo un representante de una generación de empresarios de la derecha que, según dicen, hacen política porque no necesitan robar. Pero, en realidad, son representantes de una estrategia de representación simbólica. Levantan banderas de luchas históricas para generar espejismos. Por ejemplo, Enrique Peña Nieto fue capaz de prometer que se iba a completar la reforma agraria en México, cuando resulta que lo que hizo fue entregar las tierras del norte históricamente deseadas por los terratenientes más desaforados de EE.UU.
–¿Qué cuentas pendientes dejaron los gobiernos anteriores como para que se llegue a esta situación?
–En América Latina no se han resuelto los problemas básicos de infraestructura de las poblaciones. El acceso al agua, drenajes, transporte público o salud. Habiendo tenido la posibilidad de hacerlo, no hubo la decisión, la estrategia ni el acuerdo regional. No pudimos hacer el Banco del Sur, ni la red de transportes del sur, ni un convenio latinoamericano de comunicación del sur para hacer una transformación comunicacional profunda, ni la red de internet del sur. Hay que sentarse a revisar esas tareas incumplidas y transformarlas en un programa de corto plazo.
–¿Cree que se ha subestimado a Donald Trump, quien en realidad oculta un sistema empresarial que lo sostiene para hacer sus negocios?
–Claro, Trump no está loco, si no se lo solucionaría metiéndolo al manicomio. No es tan fácil, detrás de él esta toda la industria militar norteamericana que ha hecho de este, su alfil. Y ahí está lo peligroso. La industria de la guerra es la que más dinero mueve en el planeta. Y no solo de armas hablamos, sino también de muchos otros dispositivos de acompañamiento bélico. Se están licitando proyectos de investigación para telas que soporten el calor del desierto, por ejemplo. Se están creando sistemas de quirófanos portátiles. Esta industria también financia proyectos farmacéuticos y químicos. Ellos quieren crecer un 25% en los próximos cuatro años y es una amenaza para el planeta entero. No se olvide de que la primera foto que se sacó Trump fue con todos los jeques árabes. En nuestra región se han multiplicado no solo las bases sino sus equipamientos.
–En Argentina se están comenzando a escuchar cada vez más fuertes críticas desde el establishment en lo económico y también desde algunos medios afines al gobierno de Mauricio Macri. ¿Era algo inevitable debido al fracaso económico? ¿O es una estrategia para comenzar a despegarse?
–En Argentina es casi una tradición: el Grupo Clarín apoya a los presidentes durante los dos primeros años para obtener beneficios y luego se lo quita en los últimos dos para elegir al nuevo gobierno. Ellos se sienten dueños del país, son parte de la dictadura mediática. Pero también son víctimas de la recomposición del aparato monopólico mundial. Clarín, como el grupo Televisa, se está resintiendo por los cambios de la geopolítica mediática. Hay que decirlo: en el mundo hay unos 6.000 medios que son los más importantes y todos están en manos de seis personas. Y todas esas personas tienen un proyecto de avance monopólico. El grupo Clarín frente a esos monopolios es un pequeño operador. Yo creo que en algún momento el sueño de los medios monopólicos es desaparecer a estos terratenientes locales para crear un paisaje único. O sea, la cadena Fox no se va a preocupar por lo que piense Magnetto si se quieren quedar con el negocio. La cadena Televisa hoy está en crisis, está orientando sus canales más populares hacia la versión a la carta o «pay per view». Estas cadenas operan en todo el mundo. Hay una triple relación entre la poderosa industria militar que invierte en los medios, la comunicación y el sistema bancario internacional que se encarga del flujo de movimientos financieros de estas empresas. Pero no nos debemos quedar con que ese monstruo es intocable. Hay grandes conquistas y resistencias populares: por ejemplo, en Argentina la supervivencia de Cristina Fernández como candidata potable, a pesar de todo lo que se ha hecho contra ella. O por ejemplo el ataque constante a Nicolás Maduro. Horas y días en los medios del mundo atacándolo y sin embargo no han podido. En otros tiempos con el soplido de alguno de estos magnates hubiese caído su gobierno. El problema es que las resistencias están desarticuladas, tenemos un archipiélago de resistencias inconexas.
–¿Cuál es la calidad de la prensa y el periodismo actual? ¿Cree que hay un deterioro marcado en la producción mediática?
–Creo que la prensa no es lo que está fracasando, sino su modelo de negocios. Es más, los medios, entre ellos la televisión misma, no han podido desarrollar todas sus posibilidades comunicacionales porque han sido sometidos a un sistema de negocios que es mezquino, que no le importa el desarrollo de sus formas expresivas sino de sus cuentas bancarias. Me niego a aceptar que el medio per se ha fracasado, cuando están sometidos a una lógica latifundista. Entonces, mal se puede esperar que algún día entiendan que es mejor desarrollar la inteligencia de los pueblos que sus negocios. Mientras que usted ve países que tienen una aristocracia, como el Reino Unido, donde han gastado fortunas en museos gigantescos e históricos, que también representan contradicciones porque ahí exhiben las piezas que se han robado del mundo entero, pero de todas maneras hacen el esfuerzo de difundir y divulgar, porque no cobran ni la entrada. Hay un esfuerzo de esa aristocracia de lucirse como preocupada por la cultura. Eso, en otro tipo de empresarios, sobre todo los neoliberales, no se ve. Se ve un pésimo mal gusto, una inclinación por lo efímero, lo inmediato y la poca calidad. Así es como evidencian la ideología de una clase dominante. Y, de todas formas, yo no sé si han fracasado los medios escritos en papel: yo acabo de venir de un congreso de filosofía en Arequipa (Perú). Hay que ver el valor que le daban esos muchachos al impreso, a sus publicaciones, sus libros, sus cuadernos, sus revistas. Porque cumple la función de lo portátil, de lo que se puede marcar, tener, compartir. Es un poderío hasta epistemológico.