Crítico del modelo de desarrollo basado en la explotación intensiva de los recursos naturales vigente en la Argentina y en la región, alerta sobre las consecuencias del cambio climático y denuncia la deuda ecológica de los países más poderosos. La lucha ambiental desde el derecho.
8 de agosto de 2018
Referencia ineludible en temáticas socioambientales, el abogado Enrique Viale lucha por romper el llamado «consenso de los commodities» a partir de una propuesta concreta: salir del extractivismo y repensar el modelo productivo en toda la región. Es por eso que se lo ha visto patrocinando a gran parte de las luchas ambientales de nuestro país, litigando en contra de empresas como Barrick, Monsanto o Chevron. Impulsor de leyes vinculadas con la problemática ambiental, como las de glaciares, es autor, junto con Maristella Svampa, del libro Maldesarrollo. La Argentina del extractivismo y el despojo y 20 mitos y realidades del fracking y actualmente asesora al senador Fernando Pino Solanas.
Viale asegura que se está viviendo un verdadero retroceso en materia ambiental en nuestro país y en el mundo. Habla de «trumpización» (por el presidente de Estados Unidos, quien niega el calentamiento global) para describir lo que significa la vuelta a la incineración de residuos en la Ciudad de Buenos Aires: «La incineración es un desastre típico socioambiental. Porque significa emitir a la atmósfera dioxinas y furanos, que son reconocidamente cancerígenos. También porque se sale de un tratamiento de residuos circular, con el reciclaje. Pero además es un desastre social: solo en la Ciudad de Buenos Aires, se sabe que hay 6.000 cartoneros, hoy llamados recicladores urbanos, que viven de esto y que lo han convertido en una verdadera profesión. Además, seguramente la quema será en la zona sur de la ciudad. No está confirmado, pero no me lo imagino en Recoleta o Barrio Norte».
–Antes se veía el tema de la ecología como como una inquietud para futuras generaciones. ¿Se podría decir que ya es una preocupación de la actualidad?
–El cambio de matriz productiva nos afecta ahora. Lo que pasó en Neuquén y en el Alto Valle de Río Negro con la instalación del fracking es ahora. Cambió la vocación productiva de 100 años de toda una zona. En vez de las plantaciones de peras y manzanas tenemos los pozos de fracking, que no van a durar más de doce años. ¿Y después qué? La crisis del sector está generada con el retiro de apoyos y hace que los chacareros se cansen, malvendan y se vayan. Y los que se quedan ven que sus frutales se secan por la contaminación. La contracara de los modelos extractivistas es más pobreza. Nosotros no concebimos la cuestión ambiental sin ver la pata social. Nos sentimos muy identificados con la encíclica papal Laudato si. Decimos como Galeano: «La cuestión ambiental sin lo social es jardinería».
–¿Como evalúa la política ambiental del gobierno de Macri?
–Vemos una profundización y vuelta de tuerca a lo que estaba sucediendo en el otro gobierno. Donde antes veíamos a algunos lobistas influenciando, ahora los vemos dentro del gobierno. En la política minera eso se ve claramente con el subsecretario del área, Mario Capello, que era un lobista reconocido. Si bien en el presidente encontramos palabras vinculadas con la cuestión ambiental y el cambio climático, que en el gobierno anterior no existía, estas palabras sirven para camuflar políticas regresivas. Por ejemplo, los intentos de reforma de las leyes de bosques o de glaciares.
–¿Qué implica el intento de reforma de esas leyes?
-La Ley de Bosques protege bosques nativos del avance de la soja, para que no pase lo mismo que sucedió con la invasión de territorios campesinos e indígenas. Y la Ley de Glaciares protege también las zonas cercanas de la explotación megaminera. Se está haciendo un inventario de los territorios periglaciares, que para nosotros está incompleto, porque no se hizo como la ley lo indica. Esto hizo que el ministro de Ambiente, Sergio Bergman, anuncie que mandará la ley al Congreso para que se la interprete. La ley es clara y concreta, lo que pasa es que no les gusta a los intereses mineros que vienen haciendo lobby para poder ejercer su actividad sin límites.
–¿Puede haber un desarrollo que no sea nocivo contra la naturaleza?
–Nosotros estamos en contra de la visión hegemónica de desarrollo. En el altar del desarrollo se están sacrificando comunidades enteras. Creemos que sí hay un «buen desarrollo», pero no está relacionado con modelos productivos basados en el extractivismo extremo como el que tenemos en Argentina, y no se trata solamente de una cuestión de distribución. Porque parece que fue la única discusión en los últimos años. La diferencia entre el gobierno anterior y el actual es cómo se reparte la renta. El actual es mucho más egoísta y a favor de las grandes corporaciones, pero el modelo productivo se basa en lo mismo: soja transgénica, fracking y megaminería. Y este es un debate que se da en toda América Latina.
–¿Existe otra opción económica al extractivismo para los países de nuestra región en la actual situación de crisis?
–Salir de esto debería ser el destino de la región. América Latina tiene metido el extractivismo en el ADN desde la colonia europea, cuando nos impusieron ciertos mitos. Uno de ellos es el de «El Dorado», ese lugar que íbamos a encontrar lleno de riquezas y que nos iba a salvar, pero que en realidad no existía. Siempre estamos detrás de un descubrimiento súbito. En Argentina estamos desde hace unos años detrás de Vaca Muerta, que nos va a salvar y nos vamos a convertir en Arabia Saudita. Y hace unos años fue la soja y antes Loma de la Lata. Nosotros creemos que América Latina tiene que salir de eso y en forma conjunta. Sabemos que es muy complejo y más aún con los gobiernos de derecha cada vez más asentados. Pero hay que buscar una transición, porque sabemos que tampoco es de un día para el otro. Repensar el «vivir con lo nuestro», o sea, ¿tiene que haber minería? Sí, pero para satisfacer las necesidades nuestras y no de todo el mundo y terminar acentuando la asimetría entre norte y sur. Por ejemplo, de todo el oro que se extrae, América Latina usa el 3%. El resto termina en los bancos suizos.
–También está muy discutido el camino que tomó la agricultura en los últimos años, pero en algún momento fue muy útil desde lo económico ¿Qué propone sobre esto?
–Para salir de la agricultura transgénica y agrotóxica proponemos la agroecología, que tiene que ver con volver a producir alimentos. El campo hoy solo produce commodities que van a cualquier parte del planeta, terminamos dependiendo de ellos y encima con dificultades para acceder a los alimentos internamente y con la creación de muy poca mano de obra. Porque lo cierto es que paralelamente a la explosión de la soja ha explotado también la superpoblación de los cordones urbanos: Gran Córdoba, Gran Buenos Aires, Gran Rosario. Hubo un éxodo rural de más de 200.000 familias a partir de la década del 90. Es una agricultura sin agricultores. Y esto pasó en otros países vecinos, que también han expulsado gente hacia nuestros cordones urbanos.
–Mencionó que ya se está explotando el petróleo no convencional en Río Negro. ¿Qué se puede esperar de la tan prometida explotación de Vaca Muerta?
–Sí, se está extrayendo en esa zona hace un tiempo y sin embargo ahora estamos en el medio de un tarifazo. Y Vaca Muerta es otro commodity que no es explotado para satisfacer la demanda interna, sino para exportar, en beneficio de las grandes trasnacionales y con un costo social y ambiental terrible. El fracking además no solo necesita flexibilidad ambiental, porque no encaja con las reglas, sino también flexibilización laboral, de ahí el pacto que Macri hizo con (Guillermo) Pereyra, que es hoy senador, pero que viene del Sindicato de Petroleros de Neuquén. Y también hay que hacer una flexibilización impositiva y financiera, porque no da el número, es una técnica muy cara. También es por eso que el gobierno le garantiza un piso mínimo de precio por más que baje internacionalmente. Y eso se garantiza con el tarifazo. Les estamos pagando para que exploten nuestros pozos.
–Los gobiernos de Rafael Correa, en Ecuador, y Evo Morales, en Bolivia, han tenido problemas en esta materia. ¿Cómo deberían afrontar estos temas los gobiernos de izquierda o progresistas?
–Ecuador tiene la mejor constitución de América Latina, que incluye los derechos de la naturaleza. El problema es que se está violando esa constitución. Evo tiene algunos problemas en lugares puntuales, pero no podemos negar todo lo que ha hecho por su país en estos años. Yo creo que el progresismo no está preparado para encarar estos temas. El «consenso de los commodities» une derechas e izquierdas; cambiando, obviamente, la distribución de las riquezas obtenidas. Con Lula también pasó: hubo un avance de la soja sobre el Amazonas durante su gobierno, pero también hay que decir que sacó a un montón de gente de la pobreza. No creo que haya una relación directa entre las dos cosas, sino por el contrario, se puede llegar a niveles de vida muy satisfactorios sin hacer una explotación desmedida e irracional de los territorios. Pienso en un extractivismo racional y regional. Todos debemos preguntarnos qué minerales necesitamos en América Latina para logar un verdadero desarrollo de nuestros países. Lo mismo con los alimentos. En la «República unida de la soja», como llamó Singenta a Argentina, Paraguay, Brasil y Uruguay, ya no se producen alimentos. Sólo nuestro país tiene 23 millones de hectáreas con soja transgénica. Debemos volver a producir lo que comemos.
–A nivel mundial es muy discutido el tema de la emisión de gases acusando a países en desarrollo, como China. Una de las respuestas es «ustedes ya tuvieron su revolución industrial, ahora déjennos a nosotros». ¿Es una excusa de las otras potencias para imponerse sobre los chinos?
–Es una vieja discusión. Pero lo cierto es que el planeta no aguanta más. Estamos sufriendo las consecuencias del cambio climático. Sí creemos que hay un grado de responsabilidad desigual y que quienes deben hacerse cargo de afrontar las consecuencias del cambio climático son los que nos llevaron a eso, o sea los países del norte: EE.UU. representa el 4% de la población mundial y emite el 25% de los gases del efecto invernadero. Hay una responsabilidad común, pero diferenciada. Eso nos habla de una deuda ecológica que existe entre norte y sur.
–Además, el primer mundo es muy hipócrita con respecto de estos temas: impone altos estándares de respeto a la naturaleza en sus territorios, pero instala industrias contaminantes en nuestros países.
–Eso es muy común. El fracking es un ejemplo: Francia lo tiene prohibido en su territorio y acá la tenemos instalada a Total, que es francesa. Es como lo del agua, no es que se la van a llevar en grandes tubos. Es trasladar muchas de sus industrias más contaminantes a otros países, con promesas de inversión para la generación de herramientas para su desarrollo. Eso lo está haciendo mucho China en la región. La nueva lógica es utilizar el agua de otras regiones para poder dejar limpia la propia.