16 de diciembre de 2024
El club de Liniers, el mejor del año, gritó campeón tras reponerse a dos finales perdidas. El fútbol del ciclo Quinteros, la reconstrucción institucional y el sentido de pertenencia, las claves.
Estadio Amalfitani. Los jugadores del Fortín celebran la obtención del campeonato tras una inobjetable victoria sobre Huracán por 2 a 0.
Foto: NA
Por fuera del título, pocos dudaban antes de este domingo que Vélez fue el mejor equipo del año. Es una subjetividad y, como tal, se puede discutir. O, en todo caso, preguntarse qué significa ser el mejor. Una primera respuesta podría ser recurrir a la tabla general: fue el equipo que más puntos sacó en el año, aunque eso podía cambiar con la última fecha. Pero quizá la respuesta más acertada sobre esta temporada de Vélez sea la de que compitió hasta el final en todo lo que jugó. En la tercera, que dicen que es la vencida, ganó. Es el campeón de la liga profesional luego de su última conquista, hace una década.
En el fútbol argentino –y quizá deberíamos decir que en el fútbol– todo va tan rápido y todo tan al límite, que este equipo de Gustavo Quinteros vivió este domingo en la frontera que divide la celebración del estigma. Porque la victoria por 2-0 frente a Huracán –con autoridad, con el fútbol que Vélez mostró en el año y que en los últimos partidos se le había hecho difícil de poner en la cancha– le dio el título y lo sumergió en la felicidad, pero la chance de una derrota, de una serie de resultados que le quitaran el torneo, lo pondrían en el lugar incómodo de haber resbalado en cada final. ¿O acaso contra eso mismo mentalmente no jugaba Vélez?
Es que este año ya había caído en la final de la Copa de la Liga frente a Estudiantes, en la competición del primer semestre, y días atrás había terminado envuelto en la frustración al caer con Central Córdoba por la Copa Argentina. El final de ese partido en la cancha de Unión de Santa Fe, además, había entregado imágenes caóticas: jugadores peleándose con hinchas en la platea, defendiendo a sus familias y, por qué no, también el honor.
Toda esa bronca que se expresaba nublaba el horizonte, hacía perder de vista que Vélez todavía tenía por delante la chance de ser campeón, de ganar además el torneo más pesado, el largo, la liga, las 27 fechas de todos contra todos que al menos el año que viene ya no se jugará. No será el único cambio que se verá con la vuelta de los 30 clubes a Primera. La imagen de los hinchas del Fortín celebrando en su estadio después del triunfo sobre Huracán, que además era un competidor directo, será por ahora de las últimas que veremos de un equipo festejando un título en su cancha. Desde ahora, nadie sabe hasta cuándo, será en una cancha neutral.
Desahogo. Brian Romero abraza a Claudio Aquino, autor del primer gol, este domingo.
Foto: NA
Salir a flote
Vélez pasó de la frustración de la Copa Argentina al estallido de alegría por la Liga profesional con solo tres días en el medio, una obra también del calendario de este fútbol, que acumuló tres finales en poco más de una semana si se cuenta la que ahora tendrán que jugar Estudiantes y Vélez (sábado 21 en Santiago del Estero) por el Trofeo de Campeones.
El desgaste de una competición tan apretada sobre el cierre del año pudo haberle salido más caro a Vélez. El equipo mantuvo cierta velocidad crucero durante un buen tiempo, lo que le permitió sacar una ventaja considerable cuando promediaba el torneo. Pero sobre el final, mientras resolvía copa y liga, Quinteros debió administrar los esfuerzos del plantel sin demasiados márgenes. Llegó a perder nueve de los últimos quince puntos que disputó antes del partido con Huracán. Le dio chances a Racing para alcanzarlo, pero el equipo de Gustavos Costas, que venía de ganar la Copa Sudamericana, las desaprovechó. Le dio la chances a Talleres, que lo alcanzó aunque Vélez tenía una diferencia de gol tan abultada que le permitía depender de sí mismo. De todos modos, Talleres perdió su partido con Newell’s. Y le dio la posibilidad a Huracán de vengar la definición de 2009. Pero el Globo la tenía difícil. Tampoco fue su día.
Esa disputa tan cerrada, el desangre final de Vélez con el agotamiento lógico de pelear en dos frentes y mantener el ritmo de competición durante tantos meses, hizo tal vez que se convirtiera en el campeón con menos puntos de los últimos años. Sacó 51 unidades. Solo lo supera Boca que cosechó 43 en la 2019/20 aunque en esa oportunidad se jugaron solo 23 fechas.
Pero más allá de los números, este título que Vélez consigue una liga después de once años, tiene el valor de la reconstrucción. La de un club y también la de un sentido de pertenencia. Esta dirigencia que encabeza Fabián Berlanga asumió en noviembre del año pasado en medio de una crisis política, económica y deportiva. Reencauzó a una institución que desde hacía meses se había acostumbrado a la protesta de sus socios.
El comienzo de Quinteros como entrenador fue sobre un camino de espinas. En la Copa de la Liga que disputó durante el primer semestre, Vélez debutó con un empate ante Barracas Central, una derrota como local frente a Independiente, y un golpe durísimo contra River en el Monumental, un 0-5 que de alguna manera despertó al equipo. Pero no eran pocos los que en ese momento pedían la cabeza de Quinteros.
La dirigencia lo sostuvo. Y el técnico trabajó sobre un plantel con muchos jugadores del club como Thiago Fernández, Joaquín García, Damián Fernández, Valentín Gómez o Christian Ordoñez. La última gran aparición fue la de Maher Carrizo, con 18 años. Y también con una figura, el futbolista más influyente de este año, Claudio Aquino, que cerró el torneo, además, con su gol.
Conducción. El DT Gustavo Quinteros y el trofeo; detrás, la hinchada velezana.
Foto: NA
Cambio de imagen y reivindicación
Pero hubo más decisiones trascendentes en las oficinas del club. La primera fue sacar la publicidad de apuestas deportivas de la camiseta y vincular al club con una pyme nacional, una marca de aromatizantes. Y, en paralelo, Vélez se encontró con otros problemas en el camino. Cuatro futbolistas del plantel, el arquero Sebastián Sosa, Abiel Osorio, José Florentín y Braian Cufré, fueron denunciados por violación en Tucumán. El club fue un ejemplo en el tratamiento del tema, en cómo se puso a disposición de la Justicia, en cómo trató a la victima, y en cómo tomó decisiones ejemplificadoras para que ninguno de los jugadores siguiera en la institución. En asamblea, frente a los socios y socias, se anunciaron políticas integrales en materia de género. Eso también es ganar.
Y es también la enorme reivindicación de una asociación civil sin fines de lucro. Los clubes en manos de los socios, con sus socios decidiendo los destinos, con sus socios gobernando. El título de Vélez se enmarca en ese contexto, en un año donde el Gobierno intenta avanzar con su proyecto SAD. Y un club es su historia. En la platea, se abrazaban Carlos Bianchi, José Luis Chilavert y Omar Asad. Los campeones del mundo. Celebraban Julio César Falcioni y Maxi Moralez. Los campeones de otros tiempos. Muchos de los jugadores que estaban en el campo, los nuevos campeones, no habían nacido en aquellos tiempos. A eso se lo llama legado. Y es parte de este título.