7 de diciembre de 2024
La irrupción del presidente libertario en la Casa Rosada sacudió el escenario político y modificó alineamientos y alianzas preexistentes. Impacto en el peronismo, el macrismo y el radicalismo.
Antiguos aliados. El expresidente y la ministra de Seguridad, enfrentados por la incorporación de Bullrich a la gestión libertaria.
Foto: NA
Como si fueran distintas caras de un cubo, lo que ocurrió con la política argentina en los últimos doce meses puede describirse de manera distinta según qué lado del poliedro se mire. ¿El triunfo de Javier Milei reconfiguró el sistema político? ¿O fue la derrota estrepitosa de Juntos por el Cambio (JxC)? No son las dos caras de una misma moneda, aunque lo parezcan.
Antes del inicio del ciclo electoral de 2023, la derecha argentina se había entusiasmado con la posibilidad de que el peronismo quedara tercero en las elecciones. Fue lo que ocurrió en las PASO, a pesar de lo parejo del resultado. Era un sueño cumplido. Después de casi 70 años, parecía que había chances de que el «demonio» dejara de existir.
Las elecciones generales quebraron esa ilusión. En la primera vuelta, Sergio Massa quedó en primer lugar con el 37% de los votos. Esto vino acompañado por un nuevo triunfo de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires. El peronismo salvó la ropa. Mostró que, a pesar de enfrentar una severa crisis de representación, seguía respirando.
No ocurrió lo mismo con Juntos por el Cambio, ya que Milei quedó segundo y Patricia Bullrich tercera. Fue el principio del fin de la alianza entre el radicalismo y el PRO. Esa coalición que había logrado ocho años antes ganar la presidencia.
Además, en 2021, en las elecciones de medio término, JxC había confirmado un piso del 40% de los votos a nivel nacional, a pesar del tendal que había dejado la presidencia de Mauricio Macri. ¿Qué pasó en los 24 meses que transcurrieron de esa elección legislativa hasta la presidencial que coronó a Milei? Las principales figuras de la coalición antiperonista se sumergieron en una interna voraz. Estaban convencidos de que la pandemia había logrado que la mayoría de la sociedad olvidara la gestión de Mauricio Macri y que, como yapa, socavaría el respaldo popular hacia el Frente de Todos.
Leer mal un proceso es la base de los errores políticos. El caudal de JxC se desplomó durante esos dos años hasta caer casi a la mitad y la coalición perdió su razón de ser. Este fue el primer efecto de la elección que terminaría con el triunfo de Milei. Para disparar esta crisis terminal hubo un hecho central, la incorporación de Patricia Bullirch a las filas del mileísmo. La excandidata presidencial de JxC olvidó rápidamente las penas de la derrota y sacó a relucir su naturaleza camaleónica. Así como pasó de la juventud peronista revolucionaria a ser parte del Gobierno de Fernando de la Rúa, para luego aliarse con Elisa Carrió y enfrentar a Mauricio Macri, para después pelearse con Carrió y aliarse con Macri; Bullrich volvió a cambiar de lealtad: abandonó a Macri para jurarle devoción a Milei.
Seguramente disfrutó de esa venganza. Macri le había hecho una zancadilla tras otra durante la campaña electoral, apostando a un triunfo de Milei, con la íntima convicción de que el libertario sería más débil y, por lo tanto, lo necesitaría más. Gobernar detrás del trono: el sueño jamás logrado de los expresidentes argentinos.
El puente
La alianza de Bullrich con Milei fue la carga explosiva que demolió las columnas de JxC y del PRO. En el caso del partido amarillo, lo que ocurre con sus referentes es que muchos ven a Macri como parte del pasado. El expresidente está entre los dirigentes políticos con mayor imagen negativa. ¿Adónde van con ese barco que tiene las velas deshilachadas? Macri ya no puede tener un proyecto presidencial. Lo que puede es proponerse como puente para negociar con Milei.
PJ. Cristina Fernández asumió la presidencia del principal partido opositor.
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¿Acaso no es más rentable hablar con Bullrich, que cuenta con la confianza del presidente? ¿Qué le puede ofrecer Macri a la dirigencia del PRO? El partido que nació para impulsar el proyecto de poder de Macri declina cuando ese proyecto no tiene horizonte. No es tan ilógico.
La otra gran fuerza de JxC, el radicalismo, tiene su propia crisis. Milei jamás los invitó a su mesa. Luego de las elecciones, el partido centenario planteó que su lugar sería el de la oposición. El agua comenzó a correr y, evidentemente, la visión de qué es ser opositor tiene interpretaciones muy diversas. Aparecieron los radicales con peluca: un grupo de diputados dispuestos a respaldar a Milei aunque eso implique la voltereta de votar a favor de una ley y un mes después defender el veto presidencial que deja a esa misma ley sin efecto.
El bloque radical en Diputados se terminó quebrando. Volvió a la fractura que había tenido hasta finales de 2023. El sector liderado por el cordobés Rodrigo de Loredo se plantea como «oposición constructiva», aunque sería más riguroso definirlo como oficialismo con críticas. La otra vertiente, la que responde a Facundo Manes y Martín Lousteau, se ubica en la vereda de la oposición, pero tratando de mantenerse dentro de la galaxia antiperonista. ¿Es posible pescar algo con esa postura? Siempre existió una vertiente del electorado antiperonista que, al mismo tiempo, cree en el Estado, en la educación y la salud públicas, en que haya intervención en la economía para corregir desigualdades. Es una incógnita si ese electorado todavía existe o si el triunfo de Milei es la punta del iceberg de un país hasta ahora desconocido.
De ambos lados
El peronismo salió herido de la contienda electoral. Por caso, por primera vez desde 1983, perdió quórum propio en el Senado. Quedaron diez provincias en manos de gobernadores autodefinidos peronistas o aliados. Sin embargo, la mitad, entre las que están Tucumán, Salta y Catamarca, se alineó con el oficialismo o mantiene una posición equidistante.
Radicales. Rodrigo de Loredo, al frente de una bancada que se quebró por diferencias en las posturas ante el Gobierno.
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La expresidenta Cristina Fernández planteó su candidatura a la conducción del PJ para «ordenar» el partido, es decir, tratar de que haya una postura nacional acompañada por los jefes territoriales y que la fuerza no sea una federación de partidos provinciales, en la que cada uno funciona como un compartimento estanco. También, no se puede soslayar, para dirimir alineamientos internos. Es un desafío complejo.
Esta división del peronismo no es tan diferente a la de la UCR. Hay, a grandes rasgos, un peronismo oficialista y otro opositor. En el medio quedaron posiciones como la del cordobés Martín Llaryora, que intenta no ser una cosa ni la otra sino todo lo contrario. El resultado de esa oscilación es volver al cerco del cordobesismo. Ese refugio que al mismo tiempo es un callejón sin salida.
Es prematuro definir si Milei logrará marcar un ciclo de la historia nacional, como fueron el alfonsinismo, el menemismo, el kircherismo. Un año es poco tiempo. Lo que no puede negarse es que su triunfo reconfiguró el sistema político, rompió coaliciones, demolió partidos y está jubilando dirigentes. El tiempo dirá si Milei fue solo la fiebre de una crisis profunda, una golondrina de verano o algo más.