Volver a la escuela

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El Plan de Finalización de Estudios Secundarios constituye una propuesta innovadora de enseñanza para adultos. La Ley de Educación Nacional y las responsabilidades del Estado.

 

A clase. Alumnas de segundo año del plan FINES en la sede del Centro Integrador del barrio San Carlos, en La Plata. (Lucía Medina)

Yo quiero el título para mí, para estar satisfecha de que con la edad que tengo pude, porque yo decía que no podía», dice Sandra Gómez, cuando se le pregunta por qué quiere terminar el secundario. En el segundo piso del Centro Cultural Tita Merello, en calle 118 y diagonal 80 de la ciudad de La Plata, hay una mesa larga, una biblioteca cargada de libros donados y una pizarra en la pared. Allí, dos veces por semana hasta el mes de diciembre, alumnos del barrio cursaron segundo año del programa FinEs2 (Plan de Finalización de Estudios Secundario), destinado a personas mayores de 18 años que en algún momento de su vida tuvieron que dejar la escuela y hoy desean obtener el título secundario. Este espacio cultural que nació para nuclear a los vecinos del barrio a través de talleres y actividades gratuitas, se convirtió en «la escuela», o al menos así lo llaman los vecinos.
Sandra Gómez tiene 44 años y es una de las alumnas que a fines de año que viene recibirá el título secundario gracias a este programa. Sandra también es referente de una agrupación de Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil. En febrero de 2013, Omar Cigarán, su hijo de 17 años, fue asesinado a quemarropa por un policía de civil, a solo 6 cuadras del Tita Merello. «En 2014, a raíz de lo que pasó con Omar, un grupo de amigas empezó a insistirme para que termine la escuela. Me decían que era bueno para que saliera de mi casa y no estuviese tanto encerrada. Yo había dejado la escuela en 1984 y nunca más había retomado los estudios. No quería saber nada», recuerda Sandra mientras ceba unos mates dulces en la cocina de su casa.
A los 13 años Sandra terminó la primaria en una escuela nocturna mientras trabajaba en una pizzería. Después tuvo otros trabajos, pero nunca pensó en terminar el secundario. «Jamás me imaginé que lo iba a necesitar para tener un buen laburo. Porque ahora vos vas a una verdulería y te piden secundaria completa. Cuando empecé el FinEs me daba vergüenza porque ya era grande». A partir de 2007, con la sanción de la Ley de Educación Nacional Nº 26.206, se determinó que la secundaria es obligatoria en todo el territorio nacional y que el Estado debe garantizar el derecho a la educación.

Bachilleratos y nocturnas
El primer antecedente del Programa FinEs fueron los Centros de Orientación y Apoyo (COA) surgidos en 2003, que ofrecían a los adolescentes tutorías en 8 encuentros, para que pudieran rendir las materias que les faltaban en el caso de que hubieran terminado la secundaria o para que rindieran y después volvieran a insertarse a la escuela. El programa se llamaba «FinEs COA. Vuelta a la escuela».
Gladys Manccini es docente en el Profesorado de Comunicación Social en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP). Entre 2008 y 2013 fue subdirectora de la Dirección de Enseñanza de Jóvenes y Adultos de la provincia de Buenos Aires. «Con ese antecedente (FinEs COA) empezamos a ver, como hecho social y político, que las cooperativas de trabajo estaban cobrando dimensión. Desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación se estaban impulsando cooperativas, como las fábricas recuperadas. Y teníamos esta situación de los trabajadores que querían organizarse, en algunos casos rescatar las fábricas, en otros armar cooperativas, y no tenían la secundaria terminada».
Antes de que se sancionara la Ley Nacional de Educación, como oferta para jóvenes y adultos había dos opciones: los CENS (Centros Educativos de Nivel Secundario), escuelas que históricamente atendieron a los trabajadores. También las primarias y secundarias que funcionan dentro de las fábricas o en las cárceles. Y los bachilleratos de adultos, conocidas como «nocturnas», que dependen de secundaria y generalmente funcionan en escuelas después de las seis de la tarde.
«La secundaria es un sistema que desde sus orígenes no fue pensado para muchos. Siempre tuvo prácticas expulsivas. Lo que pasa es que ahora tenemos una ley que dice que todos tienen que ingresar. Y lo que fue pasando es que los pibes que se quedaban afuera porque debían muchas materias, por inasistencias o porque no los interpelaba un sistema que dura 6 años, eran derivados hacia CENS o bachilleratos», explica Manccini.
Esos CENS, sin peso territorial y con un régimen de cursada de 4 horas diarias, no estaban dando las respuestas en términos de la necesaria oferta para la terminalidad de los jóvenes-adultos. Así en 2010 surge el Plan FinEs como una propuesta alternativa para cooperativistas y trabajadores del programa Argentina Trabaja. «Primero se hizo una experiencia muy chica en algunos distritos con inspectores que sabíamos que por su compromiso con la modalidad iban a saber trabajarlos. Después de esta experiencia, el programa estalló», recuerda Manccini.

Madres, abuelas, nietos
«Yo ahora quiero terminar el secundario porque tengo el tiempo para hacerlo. Y el día de mañana voy a estudiar una profesión, enfermería. Y cuando mi hija, la chiquita, esté más grande voy a tener una base. El año que viene me voy a anotar en un curso para cuidado de personas mayores, para esto también necesito el secundario. Y en el futuro, aunque tenga 40 o 45 años, voy a tener certificados que avalan lo que yo puedo hacer», dice Mara González, alumna del programa FinEs. Mara tiene 37 años y tres hijos: de 18, 14 y 4 años. Ella y su hermana Patricia cursan segundo año en la sede de FinEs del Centro Integrador San Carlos, en la calle 32 entre la 145 y la 146 del barrio platense de San Carlos. A este centro vecinal hoy asisten alrededor de 20 alumnos, todos vecinos del barrio, que se dividen entre segundo y tercer año. Hilda Romero está en segundo año del plan. Los martes y jueves pasa a buscar a sus hijos por la escuela y llega media hora más tarde a clase. Hace pocas semanas se enteró de que va a ser abuela, su hija de 16 años está embarazada. «Ella repitió dos veces y dejó de estudiar, pero yo sigo. Para que el día de mañana cuando crezcan los nenes pueda encontrar algún trabajo», cuenta Hilda con una sonrisa a medias sentada frente a su cuaderno. Una de las características más relevantes y también más criticadas de este programa es que las sedes se pueden abrir en cualquier lado. Funcionan en comedores, casas de familia, centros culturales, clubes de barrio. Un rasgo que está muy vinculado con la educación popular, porque FinEs va a donde está la necesidad educativa. Y con la educación de adultos, que no solo funciona en colegios sino también en contextos de encierro, fábricas y centros de salud.
Micaela Estebanez es licenciada en Comunicación Social y trabaja como coordinadora de FinEs2 Berisso, municipio ubicado en el Gran La Plata. En esa comunidad funcionan 40 sedes del Plan FinEs, con 70 comisiones. Todas bajo la orientación Gestión y administración con orientación en microemprendimientos. Entre ellas, 18 comisiones tienen como alumnas a mujeres del programa del Ministerio de Desarrollo Social «Ellas hacen», que desde 2013 organiza a mujeres en situación de vulnerabilidad en cooperativas destinadas a ejecutar obras en sus comunidades. Para Estebanez, lo más rico que tiene el programa es la red vecinal que se conforma entre alumnos de la misma comunidad. «Como docentes es una acercamiento a lo social. Porque estés en la comisión que estés, te enfrentás a problemáticas sociales». Y asegura: «FinEs absorbe a la masa vulnerable que no puede pagar un colegio privado para acceder al título secundario».
Mariángeles Vallejos es licenciada en Planificación y actualmente cursa las últimas materias del profesorado en Comunicación Social en la UNLP. También fue docente en Plan FinEs. «En una misma comisión tuve a una abuela, a una madre y a un nieto», recuerda. Sandra Gómez es uno de estos casos. Hoy cursa junto con su hijo Gabriel, de 20 años, que dejó la escuela a principios de 2014, después de repetir segundo año en el sistema tradicional. «Me costó convencerlo, al principio no quería porque estaba conmigo. Después le pareció cómodo porque la cursada era dos veces por semana y él había empezado a trabajar con su papá albañil», dice Sandra. En 2016, madre e hijo egresarán juntos.
El programa de tres años de FinEs dicta las materias en solo un cuatrimestre y acorta la carga horaria –una cursada de cinco horas, dos veces por semana–. Esto permitió que pudieran incorporarse muchas personas. «Lo que les pasaba a los adultos era que salían de trabajar a las 6 de la tarde con todo ese cansancio, iban a cursar al CENS o al Bachiller hasta las 9:30, 10 de la noche, con docentes que muchas veces tienen prácticas de la secundaria tradicional», explica Manccini.
Según datos de la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, en 2012, cuando se lanzó la segunda etapa del Plan FinEs, (FinEs2), todavía existían cerca de 78.000 trabajadores de ambos sexos que no habían finalizado la escuela primaria, y 88.800 que no habían finalizado la escuela secundaria. Hoy, luego de 5 años desde su creación, este programa superó su objetivo como «propuesta de terminalidad» y se transformó en «la» propuesta para jóvenes y adultos.
«Si bien yo ya tengo trabajo estable, decidí terminar el secundario por algo personal. Era  una cosa que me había quedado pendiente. Y ahora que los chicos están grandes me puedo dedicar a esto» dice Silvia Pérez, estudiante del  tercer año de FinEs con 48 años, 4 hijos y 3 nietos. Hace 17 años trabaja como repositora en un supermercado. «Antes pensaba que no lo necesitaba porque estaba grande, porque tenía trabajo. Pero creo que después está bueno. Me di cuenta de que me sirve».
Hoy la realidad es que para muchos docentes y alumnos existe un antes y un después de este programa. Los docentes nuevos, cuya primera experiencia fue en una sede de FinEs, creen que el plan puede ser un antecedente enriquecedor que transforme la educación de adultos y quizá también el sistema educativo en sí. «Tendría que irradiar cambios porque algo pasa ahí», asegura Manccini.

Lucía Medina

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