12 de agosto de 2015
El microorganismo causante del resfrío común modificado genéticamente para atacar células cancerígenas y estimular al sistema inmune sería la clave para combatir la enfermedad.
Investigadores del Conicet en el Instituto Leloir lograron, a través de ingeniería genética, modificar un adenovirus causante del resfrío común y lo convirtieron en un arma de ataque selectivo contra el cáncer de páncreas. Pero esto no es todo. Además, el equipo de científicos dirigidos por Osvaldo Podhajcer, jefe del laboratorio de Terapia Molecular y Celular del Instituto e investigador superior del CONICET, podría lograr, a través de este virus oncolítico, exacerbar la respuesta inmunológica de los pacientes frente a la enfermedad.
De acuerdo con las últimas cifras, correspondientes al año 2012 y aportadas por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), unas 3.988 personas enfermaron de cáncer de páncreas en el país. La mortalidad registrada a causa de este tipo de enfermedad por la IARC durante ese mismo año fue de 3.933, con lo cual la sobrevida es casi exigua y no supera los 5-6 meses una vez que es descubierta la afección, generalmente en estadios avanzados. Se sabe que afecta más a mujeres que varones y que se encuentra cuarta dentro de los principales sitios tumorales registrados en la mortalidad, después del cáncer de pulmón, colo-recto y mama.
Caballo de Troya
Según señalan desde la American Cancer Society, el páncreas está en una región profunda del cuerpo, por lo tanto, no se pueden ver ni palpar los tumores en sus etapas iniciales durante los exámenes físicos de rutina, motivo por el cual cuando se descubre, el cáncer ya se ha propagado hacia otros órganos. Hasta el momento, la indicación terapéutica es la quimioterapia con gemcitabina, pero ahora, a partir del trabajo de Podhajcer y su equipo se abre una nueva posibilidad. «La estrategia apunta a tres focos: un ataque natural dado por la quimioterapia tradicional, otro que lo da el virus al atacar las células cancerígenas y replicarse dentro de ellas y el tercero que se da porque además se le agregó un gen al virus (adenovirus modificado) para exacerbar esta respuesta contra el cáncer. Este ataque se dirige a las metástasis ocultas y eventualmente se genera una respuesta de memoria de parte del sistema inmunológico por si aparece nuevamente el tumor, en ese caso el sistema inmune lo vuelve a atacar. De ahí surge el concepto de vacuna terapéutica», explica a Acción Podhajcer.
Al igual que en las vacunas tradicionales, los denominados virus oncolíticos también son atenuados de diferente manera, es decir, mediante ingeniería genética se diseñan para que ataquen solamente células malignas. Desde 1997, en el Instituto Leloir se desarrolla la terapia génica y se logró aislar diferentes tipos de virus. De este modo, se observó qué virus era compatible con cada enfermedad. En 2000 se advirtió que para el cáncer lo mejor es trabajar con el adenovirus, por su tamaño (100 veces menor al de la célula), porque se conocía mucho la virología y porque se le podían hacer modificaciones sin alterarlo demasiado. Los científicos tomaron el adenovirus como un esqueleto y lo modificaron genéticamente para hacerlo específico para diferentes tipos de cáncer. «En este estudio –publicado en Clinical Cancer Research– se utilizaron tumores humanos multiplicados en tejido animal, en este caso en el páncreas. Al cabo de 15 días ese tumor ya estaba diseminado en bazo e intestino. Probamos dos tipos diferentes de cáncer de páncreas en ratones y un tercer tipo en hámster, para medir eficacia terapéutica, distribución y toxicidad. Lo que se vio fue que el virus, al término del estudio, unos 60 días, estaba localizado exclusivamente en el tumor y, en el caso de los ratones, que todos los parámetros bioquímicos y las enzimas hepáticas habían regresado a la normalidad. La eficacia terapéutica, la ausencia de toxicidad a nivel de enzimas hepáticas y la biodistribución indican que este virus en particular tiene un potencial muy fuerte; además, el efecto más importante se obtuvo cuando se combinó con el tratamiento tradicional, quimioterapia: en todos los animales (tratados con inyecciones endovenosas que contenían el virus) se obtuvo una reducción de la masa tumoral en un 80% y en otros casos la reducción del tamaño del tumor original, es decir que hubo un efecto sobre la masa inicial del tumor», sostuvo el investigador del Conicet.
Según explican desde el equipo del Instituto Leloir conformado, además, por los doctores Eduardo Cafferata, Cecilia Rotondaro, Santiago Werbajh y Leonardo Sganga, el virus oncolítico funciona como un caballo de Troya, porque «en su superficie introdujimos proteínas específicas que funcionan como si fueran llaves que reconocen receptores, especie de cerraduras presentes en la superficie de las células malignas de páncreas. Una vez que ingresan, los virus comienzan a multiplicarse y a eliminar a las células malignas, evitando atacar a las normales».
«Nos acercamos hasta ahora lo máximo posible a la experiencia en humanos. Hemos comprobado que el medicamento tiene probada eficacia terapéutica y que los estudios de toxicidad en animales de laboratorio han sido muy buenos. Lo próximo que buscamos es hacer el ensayo clínico en fase 1, es decir, repetir todo lo que se hizo con el medicamento ya listo para uso humano, por eso estamos en la búsqueda de alternativas de financiamiento», señaló Podhajcer quien por decisión propia determinó que todo descubrimiento realizado por su equipo con potencial de aplicación comercial ulterior se encuentre patentado. «Es el Estado el que financia el trabajo, patentar es una forma de preservarlo ya que se ha invertido mucho conocimiento y dinero. De este modo, parte de los beneficios volverían a las instituciones que fomentan la investigación», aseguró.
Se estima que los ensayos clínicos en fase 1, con aproximadamente 15 pacientes, llevarían unos 3 años. El desafío ahora es acortar la brecha, financiamiento mediante, entre el producto obtenido en laboratorio y la clínica, es decir que una idea brillante sea sinónimo de vidas salvadas.
—María Carolina Stegman