12 de agosto de 2015
Quinteros y desocupados cordobeses trabajan en conjunto para potenciar la comercialización de sus productos y mejorar sus condiciones laborales.
Detrás de la autopista de circunvalación que limita el ejido de la ciudad de Córdoba, se extiende hacia el sur de la Avenida Bernardo O’ Higgins –vía de acceso al cinturón verde periurbano–, el tradicional sector de producción frutihortícola que abastece a gran parte de la capital mediterránea y poblaciones vecinas. En el kilómetro 10,5 de esa avenida, ya en zona rural, están los predios de cultivo y la sede de distribución de la Cooperativa de Trabajo San Carlos, que desde hace más de una década se convirtió en alternativa laboral para las muchas familias de pequeños productores del lugar, diezmados por la crisis del 2001, el avance del monocultivo de soja y la especulación edilicia en los desarrollos privados de barrios cerrados y countries.
«Estamos preparando los bolsones agroecológicos y ya salimos a entregarlos a domicilio», dice Antonio Córdoba, presidente de la cooperativa, mientras colabora con otros asociados en la separación en paquetes surtidos de 3 o 6 kilos de verduras recién cosechadas. «Tenemos muchos pedidos –aclara–. Empezamos con 15 bolsones semanales y hoy estamos en unos 300, y a veces llegamos a 500, pero pasaron muchas cosas hasta llegar a esto que vivimos hoy», explica Córdoba mientras recuerda los comienzos. «Nacimos como cooperativa de servicios en el año 2002, estábamos desesperados por conseguir el agua para unas 80 familias y nos unimos a los alumnos del IPEM N°12 para beneficiar a las zonas de San Carlos, Los socavones y Camino al encuentro. Después de sortear numerosos obstáculos y lograr conectar el agua, quienes nos habíamos quedado afuera del sistema laboral comprendimos que si nos uníamos en cooperativa de trabajo, íbamos a avanzar», comenta el dirigente. En esa época de crisis una gran cantidad de quinteros había «perdido todo» y otros muchos, «como yo que era tractorista contratado –señala Córdoba–, estábamos envenenados por los agrotóxicos de la soja, al punto que llegué a estar casi lisiado. Cuando salí de la internación me di cuenta de que había que hacer algo urgente para las familias afectadas y pedimos ayuda», explica. El auxilio llegó de la mano de los técnicos de la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación y de la integración en el Foro Nacional de la Agricultura Familiar (FONAF), que les permitió a los cooperativistas viabilizar sus proyectos y reclamos.
Apuesta ecológica
«Hace 5 años que me incorporé; soy docente y estoy cultivando en este predio de 30 hectáreas que compartimos, en parcelas, con unas 10 familias», cuenta Marcos Córdoba, secretario de la cooperativa, mientras hace remociones en las zanjas composteras de lombricultura. «Sembramos todo tipo de vegetales y somos los únicos en la zona que producimos de manera totalmente agroecológica libre de agroquímicos, lo que nos identifica y posiciona en el mercado», manifiesta el secretario. «Empezamos en 2011 a tomar conciencia de que debíamos devolverles sus nutrientes a estas tierras maltratadas por la soja y, gracias al asesoramiento de los estudiantes de agronomía de la Universidad Nacional de Córdoba y a que nos integramos al Movimiento Agricultores Urbanos, implementamos nuevas y viejas técnicas de recuperación orgánica de suelos como incorporar lombrices y abonos naturales, combatir plagas mediante barreras florales o monte nativo de control y preparar macerados de paraíso, ajo y romero. Todo estos procesos los hacemos a mano y de manera artesanal». La primera cosecha agroecológica, en 2013, fue de coles. A partir del éxito de la misma, los quinteros ampliaron la variedad de productos: papa, zapallo, acelga, rúcula, zanahoria, tomate, pimiento y berenjena, entre otros, además de incursionar en el cultivo de plantas aromáticas y la floricultura. «Para facilitar la comercialización incorporamos el lavado, cepillado y embolsado. Por otro lado, ofrecemos un servicio de personalización de bolsones para que los clientes puedan elegir los productos que van a comprar», explica Marcos.
Además del boca a boca, los cooperativistas comercializan sus productos en un puesto instalado en la Feria Agroecológica, ubicada en Ciudad Universitaria. El próximo desafío que se plantean los quinteros asociados es tener su propio banco de semillas e incorporar en la oferta bandejas seleccionadas de vegetales y hortalizas.
«Conocimos a la gente de San Carlos como unidad ejecutora de microcréditos. Lograron obtener tres préstamos que fueron destinados para herramientas de labranza y para mejorar las estructuras edilicias de su sede», cuentan Marta Gaitán y Eloísa Calderón, de la filial Córdoba del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC). «Además de la asistencia que le ofrecemos para incorporar valor agregado y sumar asociados –concluyen–, en el futuro queremos que el Instituto Movilizador pueda ser una boca más de expendio de los bolsones agroecológicos. Realmente este es un emprendimiento que avanza a paso firme a pesar de todas las variables que influyen en el complejo mercado hortícola».
—Texto y fotos: Bibiana Fulchieri