10 de noviembre de 2015
Es un mercado con baja concentración, pero con inestabilidad estructural. Financiamiento estatal a pequeños productores para tecnología y mejoras en las condiciones de cultivo.
Ranqueado entre los principales productos agrícolas exportables, el arroz posiciona al país, junto con Uruguay, como uno de los mayores oferentes de la región. No obstante, la falta de un mercado coordinador y de instrumentos financieros que permitan cubrir a los pequeños exportadores y cooperativas de los vaivenes de los precios internacionales, al mismo tiempo que faciliten el financiamiento para incorporar tecnología necesaria, hacen que la producción arrocera no logre dar un salto cualitativo. La atomización de la producción (por tamaño de empresa) es una característica favorable para evitar maniobras de concentración de precios, pero conlleva el desafío de requerir una acción conjunta para atravesar las barreras hacia una fase exportadora.
Desde el punto de vista de la producción mundial de cereales, el arroz ocupa el segundo lugar en importancia, después del trigo. Es el alimento básico para la mitad de la población mundial. Sin embargo, el consumo de arroz en la Argentina es bajo en comparación con los grandes consumidores a nivel mundial: se consumen alrededor de 900.000 toneladas anuales. Por su parte, las ventas de arroz al exterior pasaron de 192.000 toneladas en 2003 a 650.000 en la actualidad. Históricamente las exportaciones del sector arrocero dependieron del mercado brasileño, aseguran desde el Ministerio de Economía. No obstante, en los últimos años se sumaron nuevos mercados de destinos para la venta de arroz nacional, entre ellos Chile, Irán, España, Haití, Cuba y Senegal.
El mercado internacional arrocero tiene una oferta fuertemente concentrada en 9 países que comercian cerca del 90% del total. Por otro lado, los países compradores están muy diversificados: 15 países participan con el 53% del total de las compras internacionales. La Argentina y Uruguay son los dos mayores exportadores en América del Sur. Debido al escaso volumen nacional producido, el precio de comercialización del grano no cotiza en bolsa ni en el mercado a término. Las ventas se realizan directamente en las cooperativas o en los pequeños molinos en las provincias.
Pese a la baja concentración, este mercado se caracteriza por ser estructuralmente muy inestable. En el pasado y en el presente la producción y el comercio de arroz han sido muy vulnerables a la volatilidad de los precios internacionales, a la incertidumbre y especulaciones financieras y, particularmente, a las condiciones climatológicas, de acuerdo con un informe de la Dirección de Agroalimentos de la Oficina Alimentos Argentinos del Ministerio de Agricultura. El desarrollo tecnológico tuvo además un impacto considerable tanto en la evolución de los rendimientos de la producción de arroz en el mundo como en el mejoramiento varietal. En países asiáticos se ha logrado extender la superficie implantada y mejoras en los resultados de sistemas de riego.
La cosecha
La producción local de arroz integra una economía regional en el Litoral del país, concentrándose en las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Chaco, Formosa y Misiones. Cerca del 50% de la producción se concentra en Corrientes y un 32% en Entre Ríos. El 13% se produce en Santa Fe y el resto se distribuye entre Chaco y Formosa. En la actualidad se producen alrededor de 1,6 millón de toneladas anuales en 235.000 hectáreas, lo que desprende un rendimiento por hectárea de aproximadamente 6,7 toneladas. En los últimos 10 años la producción creció un 121%, acompañada por un alza en los rendimientos del 16%, de acuerdo con el relevamiento realizado por la Asociación Correntina de Plantadores de Arroz (ACPA).
Los eslabones involucrados en la cadena de arroz son tres: en primer lugar, la producción agrícola de arroz, la cual se cosecha en forma de arroz cáscara; en segundo lugar, el procesamiento industrial, que consiste en someter el arroz cáscara a un proceso de secado, descascarillado, pulimento para obtener arroz blanco apto para consumo, y algunos subproductos y derivados tales como el arroz partido; y por último, el proceso de comercialización del arroz cáscara y del arroz blanco.
El sector se caracteriza por contar con una buena infraestructura para la industrialización, representada por los molinos arroceros. La industria, al igual que la cosecha, se encuentra en el Litoral, particularmente en Entre Ríos. En la provincia de Buenos Aires, si bien no se cultiva, se industrializa parte del producto.
La actividad enfrenta en la actualidad precios en baja y malas condiciones de cosecha, hecho que obligó al gobierno nacional y a los provinciales a extender líneas de crédito para sortear la situación. Por ejemplo, el gobierno de Corrientes esbozó, junto con la Cooperativa Puerto Valle y la Asociación Correntina de Productores de Arroz, una línea de financiamiento muy similar a la utilizada el año pasado, que obtuvo un buen resultado y nivel de repago. Atenderá el 80% de la superficie asistida en ese momento, con un máximo de 480 hectáreas por productor y a razón de entre 1.800 y 2.000 pesos por hectárea.
Entre las ventajas de la producción arrocera argentina –que alientan expectativas favorables en materia de exportación a terceros países– se encuentran: el tipo de cambio favorable, un adecuado nivel de tecnología en las plantaciones y estabilidad en los rendimientos superiores a las 5 toneladas, que alcanzan el estándar internacional. Pero todavía hay poca fluidez en el intercambio de información y una falta de trabajo en equipo, además de un bajo consumo interno, a lo que se suma el alto costo del combustible y de la energía.
—Cristian Carrillo