Tierra de oportunidades

Tiempo de lectura: ...

Las trabajosas negociaciones para poner límites al proyecto atómico iraní terminaron en un documento que recibió críticas pero también abrió posibilidades de negocios para los países intervinientes.

 

Ofertas. El canciller francés, Laurent Fabius, y su par iraní Mohamad Javal Zarif hablaron de futuros negocios en Teherán. (AFP/Dachary)

Nadie hubiera imaginado poco tiempo atrás que el pretendido enemigo número uno de Occidente, la República Islámica de Irán, tendría por estos días el aeropuerto internacional más transitado por delegaciones de Gobiernos europeos y directivos de multinacionales dispuestos a establecer una «nueva relación» política, militar y económica con el que hasta hace poco era un villano integrante del «Eje del Mal». El giro de Occidente y la súbita ansiedad comercial aparecen como la primera, pero no única, consecuencia del acuerdo nuclear firmado en julio pasado en Viena entre Irán y el grupo llamado 5+1, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, China y Rusia, más Alemania, por el cual Teherán se comprometió a limitar sensiblemente su programa de desarrollo atómico para uso pacífico y bajo una estricta supervisión internacional.
A cambio, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) comenzó a levantar las sanciones políticas y embargos comerciales establecidos desde 2011, pero también, y principalmente, en menos de un año deberán quedar descongelados los activos financieros de Irán en el exterior, que oscilan entre los 120.000 y 150.000 millones de dólares, según estimaciones realizadas por el Bank of America.
En suma, la distensión pone a Teherán en el centro de un movimiento político, militar y económico que incidirá primero en el Golfo Pérsico pero cuya onda expansiva alcanzará a buena parte del planeta.
El impacto fue directo en el Oriente Medio. Además del fuerte rechazo de Israel, que ve liberadas las fuerzas de su principal enemigo regional, todos los países del mundo islámico se pronunciaron en respaldo de los acuerdos de Viena, aún con resquemores, con la sola excepción de la monarquía de Arabia Saudita, que los mira con suma desconfianza y les destina amenazas nada veladas como advertencia. «Esperamos que los iraníes usen ese acuerdo para mejorar su situación doméstica y la vida de la población y no para lanzar nuevas aventuras en la región. Porque si lo hacen estamos preparados para enfrentarlos», desafió de antemano el canciller saudita, Adel al Jubeir.

 

Jugador de peso
Al Jubeir apunta a que el acuerdo reinstala a Irán como un jugador de peso que indefectiblemente reconfigurará las relaciones de poder en la región, cercano como está al emergente bloque de los BRICS y ya liberado de la tensión que significaba estar a las puertas de una guerra contra Israel, Estados Unidos y sus aliados europeos. Como ya ocurrió de manera más solapada contra el Talibán en Afganistán, Teherán es, por interés propio, un aliado de Washington contra el desarrollo de los sunnitas del Estado Islámico (EI) en Irak y Siria y un factor de estabilidad en la guerra civil yemení y en Afganistán.
Igual, para calmar los espíritus, John Kerry, el secretario de Estado de EE.UU. firmante de los acuerdos de paz de Viena, se reunió de inmediato con los monarcas petroleros del Golfo Pérsico y les prometió incrementar el suministro de armas para sus fuerzas terrestres, navales y aéreas. Un negocio nada menor para la industria bélica occidental, si se toma en cuenta que el gasto militar de todos los países de la región suma entre 150.000 y 200.000 millones de dólares anuales, contra unos 15.000 de Irán, que a su vez tiene limitado su rearme por los próximos 5 años. Y mientas los estadounidenses priorizan su complejo industrial-militar, los europeos se lanzaron sobre Teherán para garantizarse alguna pieza de los negocios que habrá en un país de 80 millones de habitantes que necesita renovar su infraestructura y reequipar su industria petrolera de exportación, una de las mayores del mundo. No había pasado una semana del acuerdo cuando el vicecanciller y ministro de Economía de Alemania, Sigmar Gabriel, se convirtió en el primer alto funcionario europeo en llegar a Teherán al frente de una delegación de directivos de multinacionales, entre las que estaban Mercedes Benz, Basf, Volkswagen, Siemens y Deutsche Bank, entre otras. Apenas tres días más tarde se anunciaba un acuerdo que permitía la apertura de sucursales de la banca privada germana.

 

Mercado apetecible
Demoró apenas tres días más su llegada el canciller francés Laurent Fabius, a bordo de un avión oficial que trasladaba también a los directivos de PSA, Renault, Lyonnaise des Eaux y Total, entre otras. «El acuerdo permite un significativo avance en nuestras conversaciones, que ya estaban en curso», reveló a su llegada el director de Africa y Medio Oriente de PSA Peugeot-Citroën, Jean-Christophe Quémard, que busca volver a ensamblar vehículos para todo Oriente Medio desde Irán, que era su segundo mercado hasta que dejaron el país en 2012.
Días después arribó el canciller italiano, Paolo Gentiloni, y hacia fines de este mes lo hará el británico Philip Hammond, en una caravana incesante que busca con premura este mercado para satisfacer, al menos en parte, las necesidades de una industria paneuropea en crisis por la recesión y la reconversión, y que cuenta con inmensos excedentes de producción con dificultades de colocar.

Uso civil. La planta nuclear de Bushehr fue la primera en generar electricidad en el país persa. (Dachary)

Ellos y otros ven en Irán un cliente de una población importante –77% de sus habitantes están afincados en zonas urbanas– con un producto bruto de 500.000 millones de dólares y que, si bien por ahora muestra exportaciones de 80.000 millones de dólares, alcanzará los 200.000 millones en un lustro tras recuperar mercados para sus ventas de hidrocarburos. Luego de sufrir una caída de su PBI del 30% por las sanciones, la reinversión y reactivación de su industria de la construcción, automotriz, agroalimentaria, farmacéutica, petrolera y financiera, le permitirá a Irán pasar de un crecimiento actual de casi cero de su PBI, a un 8% anual hasta 2020, según proyecciones del Banco Mundial.
Pero no habrá negocios para todos, según advirtió el presidente iraní, Hasán Rohaní. «Tras el acuerdo nuclear numerosas compañías de todo el mundo están interesadas en invertir en Irán. Pero para nosotros es obvio que los países vecinos tendrán prioridad en ese aspecto», anunció, también como señal de distensión regional. Aunque contempla una apertura del comercio y la exportación hacia Occidente, el Gobierno iraní también subrayó que la principal de sus prioridades será la profundización de sus vínculos con, definió, «los países que no abandonaron a Irán durante las sanciones».
Rohaní se refirió concretamente a China, Rusia e India, el trío más potente de los BRICS, el bloque al que se acerca decididamente Irán, como demostró con su participación el mes pasado en la última Asamblea de la Organización de la Cooperación de Shangai, realizada en la ciudad rusa de Ufá, y durante la cual solicitó formalmente su incorporación. Este acercamiento, que sin lugar a dudas se profundizará con el correr del tiempo, se suma al rol decidido que Moscú y Beijing cumplieron durante años en el acercamiento que permitió celebrar finalmente el acuerdo nuclear de Viena.
Esa alianza también fue puesta de manifiesto por el ministro ruso de Defensa, Sergei Shoigu en abril pasado, tres meses antes del acuerdo, cuando hizo público su decisión de levantar el embargo militar para vender a Irán misiles antiaéreos S300 de mediano alcance, de carácter defensivo, y que eran parte de un contrato que estaba pendiente desde 2007.
Aunque los peligros de una guerra no están definitivamente superados, Irán parece haber dejado atrás una etapa de tensiones para sumarse a un proceso de desarrollo abierto al mundo, pero decididamente inclinado hacia el bloque de potencias emergentes que disputa a largo plazo un nuevo orden global.

Alejandro Pairone

Estás leyendo:

Tierra de oportunidades