25 de septiembre de 2014
A partir de una iniciativa local, las personas no videntes pueden tener perros guía criados y entrenados en el país. Un cambio radical en su calidad de vida.
Amigos, mascotas, compañía, parte de la familia. Un perro puede significar todo esto para quien decide incorporarlo a su vida, pero sin dudas un lazarillo hará la diferencia para quien precisa que sea sus ojos en el día a día.
Extraoficialmente, se estima que en Argentina hay unas 700.000 personas no videntes, muchas de las cuales podrían beneficiarse si tuvieran una herramienta tan valiosa como un perro guía que les permitiera moverse por las calles con mayor libertad e independencia. No obstante, sólo 29 poseen un lazarillo.
Hasta 2008, estos animales especialmente entrenados, en su mayoría de la raza golden retriever, labradores o cruza de ambos, eran provistos por la organización internacional Leader Dogs for the Blind en forma gratuita, pero a partir de allí, los cupos para Sudamérica se suspendieron, con lo cual quienes querían acceder a un perro lazarillo debían pagar entre 38.000 y 45.000 dólares, si el animal era proveniente de Estados Unidos y hasta 50.000 euros si el origen era europeo.
Fue en ese mismo año que por iniciativa del Club de Leones La Colonia, de Quilmes Oeste, y precisamente por inquietud de sus fundadores, que veían con preocupación las dificultades de algunos de sus socios no videntes, se abocaron a la tarea de investigar cómo era adiestrar a un perro lazarillo.
«En el Club hay talleres para ciegos y con mi hermano pensamos cómo se podría mejorar su calidad de vida. Hace cinco años arrancamos. Empezamos a investigar pero nadie nos ayudaba, ni la Leader Dog, ni la Fundación ONCE de España, incluso estos últimos nos dijeron que creáramos nuestro propio protocolo para adiestrar perros porque Argentina no era España, y fue lo que hicimos. Empezamos con dos cachorros y un sueño que hoy es realidad», sostiene Hugo de Arce, presidente del Club de Leones La Colonia y coordinador de la Escuela de Perros Guía Argentinos, EPGA.
Actualmente desde la EPGA trabajan con tres líneas de razas: golden retriever, labrador y la cruza de ambos. Según cuenta De Arce, no todos los perros, aun siendo de las razas mencionadas, son buenos candidatos para convertirse en lazarillos, de hecho de la camada se seleccionan sólo aquellos que pasen una serie de evaluaciones que se hacen antes y después del destete. Luego de estas pruebas, los animales pasan un año junto a una familia sustituta donde se los sociabiliza. Posteriormente, se les pone un tutor para que vayan asimilando órdenes, y luego de un año más entran a la escuela para recibir entrenamiento básico. Recién a partir de allí se los forma como lazarillos durante 4 o 5 meses. Hasta el momento, desde EPGA se entregaron 6 perros, 2 a fines de 2013 –para María Sol Campos y Pablo Sabatino– y 4 más en agosto de este año, que se suman a los 6 brindados por la Leader Dogs y a uno proveniente de Colombia. Analía Fiore, una psicoanalista de 38 años; Sandra Dajnowks, arquitecta de 50; Alejandro Fontanellas, vendedor callejero y Ximena Daiara Vera Ceballos, de 16 años y residente en Caleta Olivia, fueron los beneficiados recientemente.
Así como no cualquier perro puede convertirse en guía, tampoco cualquier persona puede ser usuario de un lazarillo. «La persona tiene que tener buena motricidad, buen uso del bastón blanco, ser psíquicamente equilibrado, y que realmente precise un lazarillo para trasladarse desde y hacia su trabajo o para estudiar, es decir que no sea una mascota», señala De Arce y agrega que «más allá de la contención y la seguridad que brinda un perro lazarillo, lo destacable es la libertad de movimiento que le posibilita a una persona ciega; es increíble».
En mayo de 2013, fue aprobada la Ley nacional 26.858, que tiene entre sus objetivos «asegurar el derecho al acceso, deambulación y permanencia a lugares públicos y privados de acceso público y a los servicios de transporte público, en sus diversas modalidades, de toda persona con discapacidad, acompañada por un perro guía o de asistencia», no obstante, la falta de conocimiento de su existencia pone trabas al momento de su cumplimiento.
«Costó mucho conseguir la ley para que los no videntes pudieran ingresar con los perros lazarillos a cualquier lado. Al único lugar al que no puede entrar un perro lazarillo es a un quirófano. Aún no está reglamentada y si bien esta situación no impide su puesta en práctica, lo que falta es la difusión, no hay una concientización de lo que es un perro lazarillo y de cuáles son los derechos de una persona usuaria», subraya De Arce.
Ximena y Danko
La EPGA está reconocida por la Federación Internacional de Perros Guía, con sede en Londres, organización con la cual se encuentra en permanente contacto y que puso en marcha recientemente un programa para usuarios menores de edad.
«Cuando nos preguntaron si teníamos alguien con esa característica, justo había un requerimiento de Caleta Olivia, una chica de 16 años, Ximena, quien empieza la facultad el año que viene. Entonces dijimos que sí. Es el primer perro lazarillo que se entrega a una persona no vidente menor de edad en Latinoamérica», indica orgulloso De Arce.
«Tener a Danko va ser un cambio importante en mi vida, él a partir de ahora va a ser mis ojos. Voy a seguir estudiando Abogacía y seguramente vamos a ir juntos a la universidad. Estuvimos un mes aprendiendo las órdenes básicas para luego salir por la calle. Tengo muchas ganas de recorrer Caleta Olivia con mi perro, antes siempre tenía que estar acompañada, ahora voy a poder ir sola con Danko a muchos lugares. Siempre creía que esto era imposible, porque los perros venían de Estados Unidos, pero ahora, gracias a la escuela argentina, puedo tener un perro guía», le cuenta Ximena a Acción.
El trabajo de la EPGA fue declarado de Interés Social por la Legislatura Porteña. Según se anunció, a partir del año próximo estarán en condiciones de entregar perros guía a chicos a partir de los 8 años de edad. «No se los entregará como perros lazarillos sino para que los chicos empiecen a tener un trabajo cotidiano con los perros y para que, de este modo, cuando ya estén en condiciones físicas de poder ser guiados por uno, estén preparados», indica Carlos Botindari, cofundador y director de Relaciones Institucionales de EPGA.
«El perro te cambia la vida. El bastón es un Ford T y Canela es un fórmula uno, la independencia que te da y la movilidad que se logra con el perro no se puede comparar. Pude vivir situaciones nuevas, como caminar en la playa con Canela, sola, o correr una maratón solidaria. Es importante que la sociedad sepa que el perro puede estar en todos lados y que hay una ley que lo contempla», concluye María Sol, quien desde octubre ve a través de su compañera de cuatro patas.
—María Carolina Stegman