14 de diciembre de 2015
Científicos españoles llegaron a la conclusión de que la mujer embarazada puede modificar los genes del niño en gestación aun cuando se trate de una concepción por ovodonación.
La pregunta típica que ronda luego de que un bebé llega a este mundo –¿A quién se parece?– hoy podría tener más de una respuesta. Aun en las situaciones, como la gestación por ovodonación, en las cuales la biología parecía jugar en contra de la necesidad, a veces manifiesta, a veces íntima, que tienen padres y madres de que los hijos se les parezcan, no todo está dicho. Así lo reveló al menos un estudio científico llevado a cabo en el Instituto de la Fundación de Infertilidad de Valencia (FIVI), publicado recientemente en la revista inglesa Development, que confirmó la llamada hipótesis de David Barker, quien ya en 1990 sostenía que aquello que ocurría en el vientre materno era más importante que lo que sucedía en la casa tras el nacimiento.
Los investigadores Felipe Vilella y Carlos Simón, ambos de la FIVI, señalan que «existe comunicación entre gestante y embrión, dando lugar a modificaciones en el genoma del futuro bebé. Este hallazgo nos muestra que existe un intercambio entre endometrio (tejido interno del útero) y embrión, algo que ya sospechábamos por la coincidencia de algunos rasgos físicos entre madres e hijos de ovodonación así como por la incidencia de enfermedades de los niños relacionados con patologías maternas durante la gestación, como obesidad o tabaquismo», explicó Vilella en un informe publicado por estos días y difundido en diversos medios internacionales.
Según explica Natalia Fernández Peri, medica ginecóloga del Instituto Valenciano de Infertilidad, IVI, y coordinadora del Departamento de Genética, los investigadores llegaron a esta conclusión tras analizar el ARN (ácido ribonucleico), que son moléculas que codifican las proteínas, presentes en el líquido endometrial. Lo que observaron fue que había una gran proporción de microARN. Estos microARN tienen la capacidad de regular la expresión de otros genes mediante diversos procesos, interfiriendo en los ribosomas, lugar donde se forman las proteínas. Se comprobó que este microARN es secretado por las células endometriales y transportado hacia el líquido endometrial en exosomas (una suerte de vesículas o bolsas que protege al mismo ARN para que no sea degradado). «Ellos encontraron marcadores de esos exosomas y de esta forma vieron cómo el exosoma viaja al líquido endometrial y se introduce dentro del embrión, específicamente en los núcleos de las células embrionarias, uniéndose en al ADN embrionario», señaló en diálogo con Acción Fernández Peri. De acuerdo con lo explicado por la genetista, la modelación de los genes se produce entonces en el momento en que el embrión se encuentra suspendido en el líquido endometrial, antes de la implantación. Es este intercambio en donde se va a regular el encendido o apagado de algunos genes y esta regulación es lo que se conoce como epigenética.
«La epigenética es el estudio de modificaciones en la expresión de genes que no obedecen a una alteración de la secuencia del AdN y que son heredables. Cada día se demuestra más que el medioambiente tiene la capacidad de modificar la genética, es decir, los genes son “modificables” en su expresión. Se podría decir que son moldeables o incluso plásticos», asegura la experta.
Según explica también Pablo Hernán Strobl-Mazzulla, investigador adjunto del CONICET y quien dirige el Laboratorio de Biología del Desarrollo en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas-Instituto Tecnológico de Chascomús, la epigenética consiste en la asociación entre el medio ambiente y la genética. «Sería como señaladores en un libro que marcan determinadas cosas en el ADN que se tienen que prender o apagar. El hecho de que no se coloquen bien esos señaladores en momentos puntuales del desarrollo genera grandes consecuencias no solo en la formación sino también en la conducta de ese individuo. Actualmente, hay muchos estudios comportamentales, realizados en ratones y luego extrapolados a humanos, donde se ve que si en etapas muy tempranas del desarrollo los ratones son «maltratados» por la madre o no son cuidados en la forma que debería –en el caso de los humanos serían abusos o maltrato infantil– esto altera la epigenética y hace que ese individuo tenga poca tolerancia al estrés o a la depresión», refiere.
Para el investigador, en los casos de ovodonación «hay dos efectos: uno el efecto propio que trae ese óvulo y ese espermatozoide, parentales, que tienen una determinada epigenética, es decir, ya hay una impronta epigenética de los donadores. Luego, cuando ese óvulo fecundado se implante en la madre, se va a establecer una nueva impronta epigenética, que va a llevar todo lo que viva esa madre a la que se le implantó ese óvulo fecundado».
Strobl-Mazzulla, quien estudia los mecanismos epigenéticos que actúan en etapas muy tempranas del desarrollo de vertebrados, utilizando como modelo experimental embriones de pollos y peces cebra, coincide también en la afirmación de que los cambios epigenéticos se heredan de una generación a otra. «Hay estudios en peces cebras que muestran que marcas epigenéticas que se establecieron hace 5 generaciones se siguen heredando», indica. Desde el Laboratorio de Biología del Desarrollo en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas se investiga la epigenética usando dos modelos, embriones de pollos y embriones de peces cebra, porque los procesos que ocurren en etapas muy tempranas de esos embriones son muy parecidos a lo que ocurren en embriones de humanos.
«Con este estudio lo que pudo demostrarse es que realmente existe una comunicación entre la gestante y el embrión, a través de estos microARN que se adhieren al material genético embrionario, modificándolo. Vale aclarar que el embrión portará los genes de la mujer donante pero la gestante los podrá modificar. Lo mismo pero de manera contraria sucedería en los casos de subrogación uterina», sostiene Fernández Peri.
Para los científicos de la Fundación IVI, «esta comunicación puede inducir a que en el embrión se expresen o se inhiban funciones específicas, dando lugar a modificaciones que nos muestran el proceso de transmisión de enfermedades como la diabetes o la obesidad». Además este hallazgo «abre la puerta a poder evitar este tipo de enfermedades cuando su causa es epigenética».
—María Carolina Stegman