8 de julio de 2015
A pocos meses de su nacimiento, el Instituto Movilizador comenzaba a fundar cajas de crédito en Santa Fe y Entre Ríos.
l cooperativismo de crédito argentino inició, a fines de la década del 50, un camino de expansión fomentado por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, que había sido fundado en noviembre de 1958. El primer gran impulso estuvo dado, en 1959, por la creación de la Caja de Créditos de San Genaro –primera entidad nacida en una zona agraria a instancias del Instituto–, iniciativa que sirvió como motor para que el departamento de promoción de IMFC transmitiera la experiencia a las poblaciones vecinas. Hasta la fundación del IMFC, este tipo de entidades cooperativas de crédito solo se habían desarrollado en el marco del proceso colonizador impulsado por la Jewish Colonization Association y en el seno de la colectividad judía en algunos grandes centros urbanos. Su difusión en el ámbito rural se produjo como consecuencia de la creación del Instituto Movilizador, que entre 1959 y 1966 creó cajas de crédito en 79 pequeñas localidades santafesinas cuya actividad económica dependía fundamentalmente de la producción agropecuaria. La proximidad geográfica entre los pueblos, sobre todo de la zona sur de Santa Fe, facilitó la ampliación de una red que tuvo como epicentro inicial al territorio santafesino pero que luego se extendió a otras provincias. En palabras de Floreal Gorini, comenzaba a gestarse «una explosión cooperativa»: los vecinos de distintas localidades se enteraban de los resultados positivos de las cajas de crédito cercanas y, apoyados por el Instituto, emprendían distintas acciones para constituir sus propias entidades. Ya en junio de 1959, pasados pocos meses de la fundación de la caja San Genaro, el consejo de administración del IMFC informó que se estaban realizando gestiones para la constitución de cooperativas de crédito en 14 localidades de Santa Fe y Buenos Aires, además de las que se implementaban en varios barrios de las ciudades de Rosario y Capital Federal. En ese contexto, los dirigentes del Instituto decidieron crear comisiones organizadoras en las diferentes provincias para colaborar con las tareas de difusión y establecimiento de nuevas cajas. «Enseguida se vieron los beneficios de la creación de cooperativas. Las localidades empezaron a florecer con esto. Un banco hecho por ellos con su propio dinero. Entonces, unos a otros se transmitían la experiencia. Un dueño de ramos generales de un pueblo hablaba con el dueño de ramos generales de otro pueblo, conocido empresario con solvencia moral y material, y le sugería: “Mirá, hacé como hicimos nosotros, en pocos días esto se organiza fácil. Vos andá al Instituto o llamá a sus dirigentes que ellos vienen, hacé una asamblea, reuní a los vecinos y por ahí se empieza”», relataba el dirigente del IMFC, Ernesto Bonini, en una entrevista de 1999 realizada para el Archivo Histórico de Cooperativismo de Crédito, sobre el nexo entre la comunidad y la entidad al momento de impulsar nuevas cooperativas. «Íbamos nosotros y les contábamos el ABC del cooperativismo y las metas que se podían alcanzar. Les proponíamos manejar ellos el dinero y no dejarse digitar por las políticas financieras de los grandes centros (…). Ellos nos reconocieron siempre esa paternidad, esa cooperación desinteresada que ofrecíamos (…). Fue todo eso lo que determinó que prevaleciera la vinculación con el Instituto», concluía Bonini.
A lo largo de 1959 se combinó el trabajo de promoción de las cooperativas con la elaboración de materiales de difusión y formación. En el segundo número del periódico Cooperación y Crédito, Jaime Kreimer elaboró un artículo titulado «Qué son las cooperativas de créditos y el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos» en donde establecía los fundamentos del movimiento que se estaba creando. Allí, Kreimer describía las bases del sistema financiero aclarando que el éxito de una caja de crédito no dependía, como en las cooperativas tradicionales, del capital disponible sino de la cantidad de depósitos efectuados por los socios y de la posibilidad, generada por la actividad del IMFC, de compensar los sobrantes y faltantes de dinero originados por el fin o el inicio de los ciclos económicos. Asimismo, junto con la divulgación, los dirigentes y funcionarios del Instituto realizaban una tarea militante fundamental que determinaba el crecimiento del número de cajas. Según resumía la Memoria y Balance del II Ejercicio del IMFC, solo en el mes de octubre de 1960 la Comisión de Promoción, con sede en Rosario, había participado en la realización de asambleas constitutivas en las localidades santafesinas de Roldán y Elortondo, en los barrios rosarinos Arroyito, Roque Sáenz Peña y Alberdi, y en la localidad de El Zapallar (Chaco); así como también en la inauguración de 9 cajas de crédito en diversas localidades santafesinas (Las Toscas, Totoras, Cañada de Gómez, Correa y Venado Tuerto, entre otras). También se fundaron en ese año cajas en las provincias de Corrientes y Buenos Aires.
«Jaime Kreimer, presidente del Instituto, y el gerente José Jazin, se subieron a un jeep y recorrieron todo el interior de la provincia de Santa Fe. Visitaron cooperativas de diversa índole, tratando de difundir esa idea de formar cajas de crédito y buscar apoyo económico. Y tuvieron mucho éxito», relataba en una entrevista de 1996 el dirigente cooperativista Elías Zilber. Por su parte, el dirigente Manuel Sidam remarcaba en una entrevista de 2004: «Buscábamos a una persona a quien le entusiasmara el proyecto, normalmente una persona conocida y que fuera la que se encargaba de ir conversando, hasta poder llegar a un grupo de 10 o 15 personas que participaban de las reuniones preparatorias. Cuando ya teníamos más o menos armada la cosa, largábamos la constitución de la cooperativa».
Con el correr de los años, estas primeras cooperativas de las zonas agrarias contagiaron la iniciativa a otras zonas del país, por ejemplo, a la provincia de Entre Ríos. En agosto de 1962, un grupo de empresarios y choferes de colectivos inauguró la legendaria Caja de Créditos Paraná. «El campeón en traer socios fue Herminio Ludi», destacaba un dirigente de la caja a través de un testimonio recogido en el texto «Historia del Colectivo en Paraná», de 1986. Junto a Ludi, Miguel Brunstein era otro de los cooperativistas que, además de llevar adelante la caja de Paraná, recorrieron las provincias y motorizaron la creación de cooperativas en numerosas localidades como Diamante, Crespo, Bovril, Santa Elena y Colón. «Una gran experiencia acumulada y con un equipo de hombres dispuestos a los mayores sacrificios», evaluaba en su primer ejercicio de 1964 la Caja de Créditos de Uruguay (Concepción del Uruguay), otro entidad de importante trayectoria.
Tal como sostenía el cooperativista Oscar Guinsburg en una entrevista de 1996, la labor realizada en el interior del país en esos años fue «una patriada histórica» de dirigentes que recorrieron miles de kilómetros y cientos de pueblos para establecer las bases de lo que se volvería un movimiento de alcance nacional, comprometido con los ideales de una sociedad más justa y solidaria.
—Maximiliano Senkiw
Noviembre de 1970
«Extraordinaria repercusión popular tuvieron los actos realizados para festejar el aniversario del Instituto Movilizador y, simultáneamente, el de la caja de crédito local», informaba «Acción» sobre la celebración realizada en Peyrano, Santa Fe. Ese día, más de 1.300 personas colmaron la plaza pública de la localidad.