9 de marzo de 2016
El deporte nacional presentará una de las delegaciones más numerosas de su historia e intentará mejorar su performance. Relatos con espíritu amateur y políticas de Estado.
Con optimismo pero consciente de los exigentes retos por venir, Paula Pareto no detiene su preparación en el Centro Nacional de Alto Rendimiento (CENARD), uno de los ámbitos donde miles de atletas argentinos sueñan, como ella, con la gloria olímpica. Sin la difusión ni los apoyos que reciben los deportes más populares, La Peque –como la apodan debido a su baja estatura (1,50 metro)– supo hacerse un lugar en el deporte de alto rendimiento tras obtener, hace 8 años, el bronce en los Juegos Olímpicos de Beijing y, más recientemente, coronarse como campeona mundial de judo en la categoría de hasta 48 kilos, en el torneo disputado en Kazajistán.
Prueba de la relevancia de su conquista en tierra asiática, su imagen fue tapa de medios deportivos e incluso de interés general, atraídos por la historia de esta atleta que trascendió las fronteras de su disciplina sobre la base de su espíritu ganador y –especialmente– de su esfuerzo. Baste consignar que se recibió de médica en la Universidad de Buenos Aires mientras continuaba entrenándose para competir en los principales certámenes de judo. Acaso por todas esas virtudes, muchos la señalan como una de las candidatas a subirse al podio en los próximos Juegos Olímpicos. Incluso su nombre figura entre los postulantes a ser abanderados de la delegación argentina en la ceremonia inaugural. Ella elige la mesura: «Por más que se hagan especulaciones a partir de los logros que obtuve, todos los torneos arrancan de cero. Ojalá los buenos augurios se cumplan. Tengo la esperanza de que se puede llegar a ganar, pero también sé que puedo perder». Conoce, de todos modos, cuáles son sus armas. «El objetivo es dar lo mejor, con fuerte entrenamiento. También depende de la parte mental. Las dos cosas tienen que estar bien ese día para que salgan de la mejor manera», dice la yudoca, quien destaca que sus triunfos ayudaron a que se conozca la disciplina que practica.
Pareto forma parte de un deporte nacional que exhibe, en muchas otras especialidades, señales de progreso. Y que ajusta su preparación con miras a Río de Janeiro 2016, la cita olímpica a celebrarse entre el 5 y el 21 de agosto próximo, una auténtica prueba de fuego para medir su nivel. Se trata del máximo acontecimiento, con una larga historia, en el que compiten representantes de naciones con fabulosos presupuestos deportivos y países con economías jaqueadas y serias deficiencias en infraestructura; deportistas hiperesponsoreados con atletas amateurs, disciplinas desarrolladas con actividades que recién comienzan a madurar. Esta edición, la número 31, tendrá un condimento especial: se realizarán por primera vez en Sudámerica. El país anfitrión se ilusiona con acercarse en el medallero a China, Rusia y Estados Unidos, los grandes candidatos a acaparar la mayor cantidad de metales en juego y liderar la clasificación general.
Señales positivas
En la ciudad brasileña, la delegación nacional buscará mejorar su última actuación (en Londres 2012, obtuvo 4 medallas: un oro, una plata y dos bronces, además de varios diplomas) y, sobre todo, reafirmar su protagonismo en una variedad de disciplinas. Cabe mencionar un dato provisorio aunque alentador: con más de 170 atletas confirmados, la delegación argentina para Río de Janeiro 2016 será una de las más numerosas de su historia (las otras fueron en Londres 1948 y Atlanta 1996). Y la cifra podría aumentar teniendo en cuenta que varios representantes y atletas nacionales deben disputar torneos que otorgan pasajes a los Juegos. Ernesto Rodríguez, editor de olimpicosargentinos.com.ar, traza un diagnóstico: «La delegación argentina va a ser la más poblada desde Atlanta 1996. O sea: cuantitativamente puede ser interesante. Cualitativamente, tuvo un retroceso o se mantuvo en el medallero. Pasó del puesto 37 al 41 en la tabla de los Juegos de Pekín a Londres. No obstante, la Argentina llegó a tener 4 medallas y 10 diplomas en Londres 2012, y ahí entonces hubo una pequeña evolución. ¿Qué marca esto? Que la Argentina tiene 3 o 4 candidatos a medalla». El periodista Ezequiel Fernández Moores, autor del libro Breve historia del deporte argentino, entre otros trabajos, sostiene que la Argentina parecería llegar mejor en cantidad de atletas, «como que la base se ha ampliado, y eso es más que saludable, pero tal vez cueste mucho ganar una medalla, incluso más que en las últimas ediciones».
La Argentina estará presente en muchas de las 306 pruebas a disputarse en 28 deportes. En atletismo y natación, dos actividades tradicionales de la competencia olímpica, los logros conseguidos en 2015 por Federico Grabich y Santiago Grassi (en el agua), y la participación de tres compatriotas en las finales del último mundial de Atletismo, en Beijing, constituyen hechos auspiciosos. Entre los atletas que arribaron a la instancia decisiva en la copa del mundo de atletismo figura el lanzador de jabalina Braian Toledo, joven de 22 años que fue detectado en los Juegos Nacionales Evita, una de las iniciativas de la Secretaría de Deportes bajo la gestión de Claudio Morresi y Carlos Espínola durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Toledo, nacido y criado en la populosa localidad bonarense de Marcos Paz, cobró notoriedad pública al ganar el oro en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Singapur, en 2010 y, más tarde, al obtener el bronce panamericano en Guadalajara 2011. Previo a su segunda participación olímpica, el bonaerense acreditó un logro de relieve: recientemente obtuvo la medalla de oro en el torneo Maties Club and Open Championship, celebrado en Stellenbosch (Sudáfrica). De cara a Río de Janeiro, sostiene: «Estoy preparándome con muchas ganas y de manera muy dura para 2016, porque van a ser unos Juegos Olímpicos complicados, aunque ese no es un motivo para que nos achiquemos». Sobre sus metas personales, Toledo aspira a «ser mejor de lo que fui en Londres 2012». «La idea es entrar a una final, si bien soy consciente de que será difícil. En el Mundial de Atletismo se me dio, y poder ratificar ese logro en los Juegos sería fantástico en lo personal y muy provechoso para todo el deporte argentino». Al mismo tiempo, admite que aún debe adquirir mayor experiencia internacional para competir con chances de éxito en el más alto nivel. «El lanzamiento de jabalina es un deporte que se basa en el tiempo madurativo de cada deportista. Por ejemplo, recién después de los 26 años y hasta los 32, 34, se tendría que ver mi mejor versión. Aún soy un pichón para todos los consagrados de la disciplina».
Oportunidades y aprendizaje
Toledo no es el único joven de la nutrida delegación albiceleste. La tiradora Fernanda Ruso, de 16 años, será la representante con menos edad de la comitiva. Consiguió el boleto olímpico tras un 2015 pródigo en triunfos. Entre ellos sobresale la presea de plata conseguida en los Juegos Panamericanos de Toronto, una conquista que la convirtió en la medallista panamericana argentina más joven de la historia (tenía 15 en ese momento).
Nacida en Córdoba, Russo se afincó en la provincia de La Rioja y a los 10 años, acompañada por su padre, fue a un polígono de tiro donde encontró su lugar en el mundo. «Empecé a practicar esta actividad incentivada por mi papá. Él practica desde joven y yo tenía que elegir algún deporte. Toda la vida hice actividad física pero no había encontrado mi ámbito hasta esa edad», señala, a la vez que se la observa emocionada por participar de un juego olímpico. «Estos juegos y otras competencias me ayudan a medirme y a ganar roce internacional. Mi objetivo es aprender y disfrutar de la prueba y de todo lo que implica ir a una olimpíada». Russo explica que, para combinar «las dos vidas», la de adolescente y deportista, hay que organizarse bien. «Hay tiempo para todo pero hay que darle el espacio y el valor que se merecen a cada cosa. Si sé que tengo que entrenar al otro día, salgo con mis amigos y vuelvo temprano. La misma regla va para el colegio: trato de no descuidarlo y estar al día». Para Russo, las obligaciones son ineludibles.
Además del yudo, la natación, el atletismo y el tiro, habrá importante participación argentina en otras especialidades como canotaje, equitación, yachting –único deporte que estuvo en el podio en las últimas cinco citas olímpicas–, boxeo –la disciplina que más medallas le aportó al deporte argentino en las Olimpíadas–, ciclismo y tenis, por citar algunas. En los deportes colectivos también se registró un marcado crecimiento. Esta vez sí estará el fútbol, junto a la Generación Dorada del básquet –algunos de sus referentes se retirarán en Río–, el vóley masculino, las Leonas y los Leones en hóckey sobre césped, los Gladiadores en handball masculino, y el rugby, que debuta en los Juegos Olímpicos en su modalidad seven. Respecto de la incorporación del rubgy, el periodista Jorge Búsico, especialista en este deporte, asegura que «la modalidad de seven le dará un punto visual para la TV, por la velocidad y precisión del juego y por la corta duración de los partidos».
Por otra parte, el vóley femenino será de la partida tras la histórica clasificación de las Panteras, y por primera vez el handball de mujeres disputará un juego olímpico. El caso del handball reviste especial importancia. Se trata de un deporte muy practicado en la Argentina, sobre todo en las escuelas, pero sin proyección en el alto rendimiento hasta que los varones acreditaron el primer pasaje olímpico en la historia de la disciplina (Londres 2012). En esta oportunidad, las mujeres, cuyo seleccionado apodan la Garra, consiguieron llegar a la cita de Brasil tras quedar segundas en los Panamericanos de Toronto. Valentina Kogan, arquera y referente, destaca el trabajo del psicólogo del equipo para absorber la presión: «Lo único que teníamos en la cabeza, entre ceja y ceja, era clasificar a los Juegos. No pensábamos en otra cosa.
Tanta dedicación nos generó demasiada carga emocional». Como prueba de lo que implicaba la clasificación para ella y el equipo, Kogan realizó una de esas promesas arriesgadas que se hacen cuando el deseo es muy fuerte. Vegetariana desde los 15 años, dijo que si obtenían el pasaporte volvería a comer a carne. Para la arquera, claro, se trató de una revancha: tras perder la final con Brasil en los Juegos Panamericanos de 2011, evaluó retirarse de la actividad. Sin embargo decidió seguir por su «cuenta pendiente». «El costo de perder esa oportunidad era muy alto, porque eran años de perseverar, era el sueño de una vida, y era la frustración de no alcanzar algo muy deseado», explica. Con miras a los Juegos, Kogan tiene fe cuando alude al apodo con que fue bautizado el equipo. «No somos las Topadoras porque nos llevamos todo por delante, o las Estrellas. No tenemos figuras, a veces tenemos dificultades para entrenar, pero siempre le pondremos garra. Tenemos más empuje, carácter, pasión, garra en definitiva, que talento o técnica. Eso nos define».
Ayuda clave
En un panorama en el que se observan mejoras en varias disciplinas, fundamentalmente en aquellas sin el poder económico de los deportes más reconocidos, cobra relevancia mencionar determinadas políticas impulsadas por el Estado en los últimos años. Quizás la más trascendente fue la creación del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD), a través de una ley aprobada por el Congreso de la Nación en 2009. El ENARD , que es un organismo de conducción mixta (ámbito público y privado), de conducción alternada y financiado mediante el 1% del impuesto a la telefonía móvil, cumple un rol gravitante al sostener económicamente a los atletas para que incrementen sus desempeños. Sus acciones están orientadas a ese fin, si se considera que otorga becas y subsidios, además de otros recursos, como asistencia médica, contratación de entrenadores y equipamiento técnicos. Acciones, todas, dirigidas a que los deportistas completen su preparación con miras a participar en los torneos olímpicos.
Los propios atletas reconocen su importancia. Pareto destaca que «la tarea del ENARD es una ayuda clave, no solo para el yudo, sino también para otros deportes». Mientras que Fernanda Russo dice: «Es un pilar fundamental para poder desarrollar mi carrera deportiva de la forma en que lo hago. Seguramente si no hubiera existido, mi clasificación a Río habría sido imposible». También Kogan realza la importancia del organismo. «Desde que existe el ENARD nuestra forma de entrenar y de prepararnos cambió. Es fundamental ese apoyo, porque necesitamos competencia, necesitamos jugar contra europeos. Lo que nos falta es medirnos con los mejores».
Cuestiones pendientes
Pese al papel clave del ENARD, existe una serie de asignaturas pendientes y cuestiones a considerar, en lo que respecta al rendimiento colectivo y las proyecciones a futuro. El trabajo conjunto entre el ENARD , la Secretaría de Deportes y el Comité Olímpico Argentino (COA) no se tradujo en grandes resultados en el alto rendimiento. De hecho, en los últimos Juegos Panamericanos de Toronto, la Argentina obtuvo menos oros que en Guadalajara 2011 y no consiguió desplazar del sexto lugar de la clasificación a Colombia, uno de los objetivos del ENARD, que invirtió para esta competencia 352 millones de pesos para la preparación de los deportistas. También existe un défict relativo a la aparición de más jóvenes en el alto rendimiento, algo que admitió el presidente del COA, Gerardo Werthein, en una entrevista concedida al diario La Nación. Asociado con lo anterior, Ernesto Rodríguez se pregunta: «¿Ha habido un florecimiento de talento que permita augurar futuros éxitos olímpicos? No». En su mayoría, dice Rodríguez, siguen siendo los mismos que prometían cuatro años atrás. El periodista agrega que en Londres 2012, los primeros desde la creación del ENARD, «en 67 pruebas, 37, o sea el 59%, no revalidó marca de clasificación o preclasificación». Búsico señala que, pese a que ha habido un claro avance en los últimos años, «hace falta dar otro salto». «Un salto necesario, propio de cualquier proyecto» a largo plazo. «Creo que se cumplió un primer muy buen objetivo, pero harán falta no solo más apoyo estatal, sino ingenio para ver de qué manera se potencia el deporte en la Argentina».
Estas fortalezas y debilidades se inscribirán en un nuevo escenario político, ni bien finalicen los Juegos de Río de Janeiro. Con la llegada de Mauricio Macri a la presidencia, varias son las incógnitas respecto del futuro del deporte. Por lo pronto, el gobierno nacional designó a Carlos Mac Allister como nuevo secretario de Deportes, Educación Física y Recreación de la Nación, tal el nuevo nombre, que pasó de la órbita del Ministerio de Desarrollo Social al del Ministerio de Educación. Habrá que ver cuál será la posición del exfutbolista respecto de distintas cuestiones. Por caso, qué sucederá con la nueva Ley del Deporte, reglamentada durante el gobierno anterior para regir la actividad, una normativa a la que se opuso Mac Allister cuando se desempeñaba como diputado nacional. También la continuidad efectiva, o no, de determinadas políticas de Estado será otro tema a tener en cuenta, a lo que se añade un compromiso muy significativo: la preparación de los Juegos Olímpicos de la Juventud, a celebrarse en Buenos Aires dentro de dos años. Mac Allister anunció que el gobierno aumentará la inversión para el deporte, e iniciativas como el fomento de la educación física en las escuelas. «Todavía no hay un plan de acción directa. De todos modos, vincular al deporte con la educación parece un proyecto interesante», señala Rodríguez. Menos optimista, Fernández Moores, sostiene: «La sensación es que habrá menos Estado y más mercado. El ENARD es justamente mixto. Será interesante ver qué sucede allí».
Más allá de los cambios de gobierno, el deporte argentino afronta un desafío mayúsculo: perfeccionar una política que se asiente sobre una organización consecuente y planificada, a tono con la de aquellos países que se destacan, no solo por los logros, sino por estimular su práctica deportiva en todos sus niveles sociales. Los próximos Juegos, en ese sentido, constituyen un banco de prueba para evaluar el trabajo realizado y los retos hacia adelante. Teniendo en cuenta esto, Fernández Moores plantea el carácter relativo de la ubicación final en el medallero: «No creo que un medallero defina la política deportiva. Hay casos de países nórdicos de gran cultura deportiva y casi nula figuración en la clasificación general». En idéntica sintonía, Búsico plantea que «el medallero es un eslabón de la cadena y, a las claras, determina la actuación en el juego olímpico, pero no resume la política deportiva de un país. Entiendo que ese concepto es bastante más amplio que una competencia que se da cada 4 años».
Para muchos deportistas, sus balances individuales y colectivos llegarán más tarde. Ahora, es el tiempo de vivir la experiencia olímpica, ese sueño que demandó esfuerzos y sacrificios. Ahí están como muestras los casos de la ya experimentada Paula Pareto y la joven Fernanda Russo, dos extremos de la delegación, ambas con un destino y un objetivo común: intentar dejar su huella en Río de Janeiro 2016.
—Pablo Provitilo
Informes: Germán Esmerado y Roberto Parrottino