Pioneros en solidaridad

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A fines del siglo XIX, los inmigrantes trajeron consigo la semilla del movimiento que pronto se extendería a todas las regiones del país.

 

América. Las familias de inmigrantes formaron las primeras organizaciones comunitarias para subsistir en tierras extranjeras.

Son al menos dos los momentos que pueden reconocerse como fundantes del movimiento cooperativo en la Argentina. Por un lado, un período primigenio de formación de cooperativas que se inició en las últimas tres décadas del siglo XIX, con entidades fundadas por los primeros inmigrantes europeos que llegaron al país. Sin embargo, fue recién entre 1900 y 1930 cuando comenzaron a multiplicarse en el país las experiencias más duraderas y significativas, que marcaron el camino hacia la consolidación del cooperativismo como movimiento social.
La fundación de las primeras cooperativas en el país, como se ha mencionado, estuvieron asociadas con la llegada de inmigrantes europeos que traían consigo las ideas de la solidaridad, la cooperación y el mutualismo, y otras visiones revolucionarias para la época como las ideas socialistas y anarquistas. Movidos por la necesidad de organizarse y subsistir en tierras ajenas, se agruparon en organizaciones comunitarias que les permitían mantener viva su cultura de origen, sus modos de pensar y sus prácticas económicas, frente al implacable avance de un sistema capitalista que ya mostraba su lógica de exclusión.
Alejo Peyret, un pensador francés que emigró a la Argentina como consecuencia de las persecuciones de Napoleón III, fue un ejemplo fiel de aquellos primeros inmigrantes. Organizador de la Colonia San José, en la provincia de Entre Ríos, Peyret afirmaba durante un discurso del 21º aniversario del pueblo: «Quisiera pues que hubiera en las colonias instituciones cooperativas y bancos de crédito agrícola para proveer de capitales en módicas condiciones a los trabajadores rurales». Peyret, así como el catalán Bartolomé Victory y Suárez y el alemán Germán Avé Lallemant, se destacaron en la difusión de los valores cooperativos en tierras argentinas. No obstante, las entidades que se fundaron en las últimas décadas del siglo XIX representaron en rigor experiencias de «ensayo» en las que convivían la forma cooperativa con sociedades que cumplían parcialmente los principios rochdaleanos. En ese momento se crearon entidades como la Sociedad Cooperativa de Producción y Consumo de Buenos Aires (1875), la Sociedad Cooperativa de Almacenes (1884), y la Cooperativa Obrera de Consumos (1898), origen de El Hogar Obrero. En el ámbito rural se formó, también en 1898, la Sociedad Cooperativa de Seguros Agrícolas y Anexos Limitada de Pigüé, provincia de Buenos Aires.
El 30 de junio 1905, se inició una nueva etapa con la fundación de El Hogar Obrero, cooperativa ideada por el dirigente socialista Juan B. Justo, que operó inicialmente como entidad de ahorro y crédito para la edificación de viviendas y, más tarde, se amplió al rubro de consumo. Su relevancia y crecimiento marcaron un punto de quiebre en la escena cooperativa: fue la primera entidad argentina y también americana en ser aceptada como integrante de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), el órgano más representativo del cooperativismo internacional.

Emblema. El súper de El Hogar Obrero.

A partir de 1910 comenzaron a organizarse encuentros entre las cooperativas que por entonces se distribuían en el país, y que eran fundamentalmente entidades agrarias y de crédito. Las primeras convenciones fueron gestadas en Entre Ríos: en junio de 1913 se puso en marcha en esa provincia el Primer Congreso de las Cooperativas. Los objetivos de dicho encuentro fueron comparar estatutos sociales, intercambiar experiencias y coordinar iniciativas comerciales conjuntas. Luego se sucederían otras reuniones como la Conferencia de Cooperativas Argentinas o el Primer Congreso Argentino de la Cooperación, ambos realizados en Buenos Aires en 1919. Un nuevo paso estaba dado: el movimiento comenzaba a mostrar sus primeras señales de organización y aglutinamiento. Este factor, entre otros, fomentó un contexto favorable para discutir y promover la creación de proyectos de ley que formalizaran la actividad solidaria.

 

Tiempo de ley
En 1915 se elaboró el primer proyecto de Ley General de las Cooperativas, ideado por Juan B. Justo, por entonces diputado nacional. Asimismo, entre 1916 y 1920 se presentaron otros cinco proyectos referidos al cooperativismo agrario y, entre 1921 y 1924, las propuestas se ampliaron pero sin conseguir un respaldo que permitiera la creación de una ley. Sin embargo, sobre la plataforma de esos antecedentes, una comisión senatorial encabezada por el socialista Mario Bravo creó un nuevo proyecto de ley que fue aprobado por ambas cámaras y que se conocería como Régimen Legal de las Sociedades Cooperativas, sancionado y promulgado el 20 de diciembre de 1926 con el número de Ley 11.338, texto que regiría la vida de las cooperativas hasta 1973.
La nueva ley permitió allanar el camino para el funcionamiento de verdaderas cooperativas, excluyendo a aquellos proyectos que solo usaban la forma solidaria para llevar adelante emprendimientos que eran, en realidad, lucrativos y alejados de los principios de la cooperación. A partir de la sanción de la ley comenzó a desarrollarse un nuevo período, marcado por el crecimiento tanto en la cantidad como en la operatoria cooperativa, esta vez con un marco regulatorio establecido y con una conciencia extendida de la práctica solidaria.
Entre 1930 y 1940 el número de entidades pasó de 257 a 646 y como consecuencia, la cantidad de asociados se incrementó notablemente, pasando de 95.000 a 368.000, según datos publicados en 1969 por el Servicio Nacional de Cooperativas. Ya a esa altura, junto con el impulso que habían dado los rubros del cooperativismo de consumo, de crédito y agrario, se comenzarían a fundar nuevas cooperativas en sectores como el de servicios públicos o tambero. Algunos de los dirigentes de esos tiempos de despegue del movimiento serían luego protagonistas en la fundación del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, institución que también dejaría una marcada huella en el ámbito del cooperativismo argentino.

Maximiliano Senkiw
Asesoramiento histórico: Daniel Plotinsky
Fotos: archivo Acción

 

 

26 de setiembre de 1996

Una columna del IMFC marcha en Rosario durante un paro de 36 horas en contra de la política neoliberal del gobierno de Carlos Menem. Con altos niveles de adhesión en los cordones industriales y en las grandes ciudades del país, la huelga tuvo el apoyo de todas las corrientes sindicales y los partidos de la oposición.

 

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