El 11 de agosto comenzará a develarse la opinión de los argentinos acerca del modelo de país que forjó el macrismo, así como el rumbo a seguir en los próximos años. Indicios de una fuerte polarización que desdibuja a las terceras fuerzas.
25 de julio de 2019
Campaña. En busca del votante, por radio, televisión, redes sociales y en la calle. (Alejandro Rodríguez)
Las Primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) fueron creadas en 2009, bajo la administración del kirchnerismo, con el objetivo de ser un ordenador de las disputas internas de los partidos políticos. En la actual edición, no habrá confrontación entre fórmulas presidenciales de un mismo partido. Por ello, desde el oficialismo se ensayó tiempo atrás una crítica a este proceso político con el argumento de que era un gasto innecesario. En realidad, existía el temor encubierto a un resultado adverso en esta primera compulsa electoral. Pero, ante la imposibilidad de cambiar las reglas de juego en el Congreso Nacional, el macrismo desistió de aquellos planes.
Las encuestas que circulan por los medios de comunicación, y en las que, en rigor, no todos confían por la volatilidad de los datos y fundamentalmente por los antecedentes de las últimas elecciones, hablan de una marcada polarización. Pero todo quedará definido el 11 de agosto, cuando los argentinos vayan a las urnas y el resultado revele cómo está su ánimo en torno a la renovación presidencial.
Tanto el Frente de Todos, la denominación que adquirió el PJ con los partidos que apoyan al binomio Alberto Fernández-Cristina Fernández, como Juntos por el Cambio, la marca del oficialismo que lleva al senador aliado, Miguel Ángel Pichetto, apuestan decididamente a partir el electorado en dos. En ese entramado, cada voto indeciso cuenta y la polarización parece no dejar demasiado espacio para un tercero en discordia.
El exministro de Economía Roberto Lavagna, y el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, integrantes de la fórmula de Consenso Federal, se las ven en figurillas para obtener su momento ante las cámaras, algo que les permitiría pelear su lugar bajo el sol. Es que los medios hegemónicos ya pusieron sus fichas por la continuidad. La jugada macrista de sumar a Pichetto a la fórmula y la del peronismo de recuperar a Sergio Massa le quitaron peso político a la coalición, que intentaba ser una alternativa a la polarización.
Batallas centrales
Pichetto no pasó al macrismo para sumar votos, sino por su capacidad de articulación con el universo peronista. Mostró eso en San Luis, al sumar a las filas de Juntos por el Cambio al senador Adolfo Rodríguez Saá, hermano del mandatario provincial, Alberto, que está encolumnado con el kirchnerismo. Los Rodríguez Saá compitieron por la gobernación en junio. Ganó Alberto con el 42% de los sufragios, mientras Adolfo obtuvo un 22%, porcentaje sobre el que apunta el oficialismo para sumar a su cosecha.
Por su parte, el ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner tiene a los cordobeses en sus oraciones de manera permanente. Mantuvo un encuentro con el gobernador Juan Schiaretti, del que en principio no obtuvo más que una foto, pero consiguió remover aguas entre los intendentes peronistas. Córdoba fue el distrito clave en 2015, cuando arrasó Macri, pero ahora con sus políticas económicas a la vista, es improbable que se repitan aquellos guarismos. Schiaretti, que tenía todo listo para conformar un frente con Urtubey, Lavagna, Massa y Pichetto, quedó desairado y trata de defender su territorio sin comprometer su propio caudal electoral, refrendado en mayo por el 57% de los votos, ante un radicalismo dividido.
Santa Fe, otro distrito determinante ofrece un panorama también intrincado. En junio el peronista Omar Perotti destronó al socialismo, que había gobernado por 12 años. En el Frente de Todos celebraron el triunfo como propio, pero el mandatario electo esquiva el bulto a las definiciones tajantes y se limitó a tímidos mensajes de apoyo a Fernández. Con todo, en el final de la campaña, Perotti participó de actividades junto con Fernández.
La batalla principal se librará en territorio bonaerense. La gobernadora María Eugenia Vidal intenta revalidar títulos ante la propuesta del peronismo encabezada por el exministro de Economía y diputado nacional, Axel Kicillof y la intendenta de La Matanza, Verónica Magario. La clave aquí será el peso de las fórmulas presidenciales de ambos espacios ya que, según algunos análisis, en un escenario reñido será decisiva la incidencia del corte de boletas.
Aportes externos
Estas serán las terceras PASO a nivel presidencial. Para el análisis, no hay punto de comparación con 2011, cuando ganó Cristina Fernández ante la dispersión de los partidos de la oposición. En 2015, en tanto, el resultado fue positivo para el Frente para la Victoria, con casi 39% contra 30% de Cambiemos. El tercero esa vez fue Unidos por una Nueva Alternativa, que llevó a Massa y José Manuel de la Sota y logró cerca de 21% de apoyos. En la general, si bien en la primera vuelta Daniel Scioli le sacó tres puntos de ventaja a Macri, Cambiemos logró unificar al antikirchnerismo en el balotaje para quedarse con la presidencia por menos de 3%. Lo que indica que lo que muestre la foto del 11A será un indicador de cara a la película de octubre o eventualmente noviembre, pero no deberá ser tomado como un resultado definitivo, puesto que mucha agua correrá hasta el 27 de octubre.
De todas maneras, para el Gobierno es importante no quedar mal parado ya que temen que el sostén del FMI –en julio liberó otros 5.400 millones de dólares que, según entienden en la oposición, «son aportes de campaña que deberán pagar todos los argentinos»– no sea suficiente para calmar a la economía.
De allí la urgencia por sacar del escenario a postulantes que puedan limar, aunque sea en pequeña escala, la cosecha electoral de Macri-Pichetto. Es lo que denuncia el ultraliberal José Luis Espert, candidato presidencial de Despertar, quien perdió un precandidato a vice tentado con una banca a diputado por Juntos por el Cambio a última hora y quedó envuelto en una controversia judicial por la inscripción de su fórmula.
Otros espacios de la derecha son el que integran el ex militar carapintada Juan José Gómez Centurión y la militante antiabortista Cynthia Hotton. Y también se postula el neofascista Alejandro Biondini acompañado por otro excarapintada, Enrique Venturino.
En tanto, y tras el terremoto dentro del Partido Obrero que terminó con la expulsión de su tradicional líder, Jorge Altamira, se presenta el Frente de Izquierda y de Trabajadores Unidad, con Nicolás del Caño-Romina Pla, donde se nuclean el PTS, el MST, el PO e Izquierda Socialista. Y por fuera de esta alianza quedó el MAS, que lleva a Manuela Castañeira como precandidata a presidenta.