Ejemplo de barrio

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Fue una de las cooperativas emblemáticas del IMFC. Con su accionar impulsó el desarrollo de comerciantes, profesionales y vecinos del oeste bonaerense.

 

El 21 de agosto de 1964, en un local ubicado en la calle Moreno al 600 de la localidad de Ramos Mejía del partido de La Matanza, un grupo de comerciantes, profesionales y dirigentes sociales llevó adelante  la asamblea constitutiva de lo que sería, poco tiempo después, la Nueva Caja de Crédito Ramos Mejía Ltda. La inauguración oficial fue el 27 de octubre de ese año, y a partir de aquel momento la cooperativa bonaerense abrió sus puertas a la comunidad y comenzó a escribir la historia de una de las cajas de crédito emblemáticas del movimiento nucleado en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperartivos.
El consejo de administración de la flamante caja quedó constituido inicialmente por dirigentes como Victorio Bucari en la presidencia, Mario Stefani como vicepresidente, el secretario Gregorio Levenson y el tesorero Marcos Woscoboinik, entre otros. «Formamos la caja de crédito por una necesidad obvia, de las clases más populares, la gente más modesta que no tenía acceso a los bancos pero, fundamentalmente, estaba la idea que tenía el Instituto Movilizador de que en cada barrio, en cada zona, en cada pueblo del país, del Gran Buenos Aires, de la Capital, hubiera una caja de crédito», explicaba Woscoboinik en una entrevista realizada en 1996 para el Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito.
Si bien algunos de los impulsores conocían en forma relativa los principios del cooperativismo por ser asociados a cajas de crédito de barrios vecinos, la mayoría de los fundadores inició su camino cooperativo con la creación de las entidades y el asesoramiento del Instituto. Ese fue el caso de otro dirigente histórico como Rodolfo Héctor Rey que, según contó en 1996 al Archivo Histórico, se acercó a la caja por «invitación de un pariente» y terminó siendo uno de los principales responsables de la promoción y crecimiento de la entidad del oeste bonaerense. «El motivo era que nos conocieran, que supieran que había una caja de crédito democrática y que era una cooperativa solidaria que no perseguía fines de lucro, esa era nuestra filosofía», recordaba Rey.
Con el paso de los meses, y con el éxito de las cajas de crédito que se verificaba en todo el país –producto de la facilidad de acceso al crédito por parte de sectores desprotegidos–, la cooperativa bonaerense expandió su operatoria entre los años 1965 y 1966. Quienes solicitaban préstamos eran «de clase media baja, con alguna actividad comercial, tenían pequeños o medianos comercios. El kiosco, la zapatería, la artesanía, pero era, en general, de nivel modesto», sostenía Woscoboinik sobre la composición social de los integrantes de la caja. Durante ese periodo, la Nueva Caja de Crédito Ramos Mejía consolidó su tarea de difusión. Según comentaba Rey: «Hicimos el análisis de cómo podríamos salir de la parte céntrica de Ramos y hacer una especie de fuerza centrífuga para ir acercando a todos los vecinos de la periferia; en esa zona estaba la mayor cantidad de industriales».

 

La tarea social y cultural
A pocos años de su creación, la cooperativa crecía gracias a la dinámica de contacto directo que se daba entre asociados y dirigentes. Pero esa expansión no solo se reflejaba en su acción financiera, sino también en los vínculos sociales y culturales que establecía con el barrio. Luego de atravesar el grave período que significó la dictadura de Onganía para el cooperativismo de crédito, la entidad de Ramos Mejía cumplió una función relevante en su comunidad. Charlas debate, proyecciones cinematográficas, conciertos –en el primer aniversario de la caja cantó Mercedes Sosa–, muestras de pintura, eventos deportivos y hasta desfiles de moda fueron algunas de las numerosas actividades que la cooperativa impulsó y que le valieron un amplio reconocimiento por parte de las instituciones locales y los vecinos. Según contaba Woscoboinik, quien fue además presidente de la entidad a partir de 1975, «la función de la caja no solamente estaba radicada en el hecho de que podía otorgar préstamos o que hacía un manejo dinerario, sino también que tenía una concepción social».

Sede propia. Rubén Bozzo, Pedro Weill y Moisés Levinzon en vísperas de la inauguración.

El crecimiento de la Nueva Caja de Crédito Ramos Mejía motivó que en 1971 se instalara en un edificio propio sobre la calle Bolívar. Ese hito representó no solo el éxito que la entidad mostraba en materia financiera, sino también la concreción de un proyecto que había quedado trunco desde la irrupción de Onganía. Poco tiempo antes, en julio de 1970, la cooperativa también editaba el número 1 de su periódico Cooperamos, una publicación, cuyo editor responsable era Pedro Weill, que materializaba la proyección de la caja y su aporte al ideal solidario. La cooperativa era, según aseguraba el comentario editorial, «símbolo de defensa contra la usura y medio de su realización individual a través de “lo social”, única forma de realización total».
En 1975 –año en el que también la cooperativa fundó su propio grupo de teatro– el Instituto Movilizador reconoció a la Nueva Caja con uno de los Pinos de oro, el premio otorgado a la labor de las cooperativas que «son los exponentes más salientes de una actividad que está al servicio de los más elevados intereses», destacaba el comunicado del IMFC del mes de junio. Durante ese año, los dirigentes entrevistados coincidieron en ponderar la tarea del gerente Raúl Bozzo, que colaboró eficientemente con el desarrollo administrativo y el crecimiento de la caja de crédito.
Con el inicio de la dictadura cívico-militar, el movimiento cooperativo volvió a entrar en una etapa de defensa ante los ataques de la política económica de José Alfredo Martínez de Hoz y la promulgación del Decreto-Ley de Entidades Financieros. No obstante,  la Nueva Caja de Crédito Ramos Mejía no detuvo su marcha en un contexto que concluiría más tarde con la fusión de las cajas de crédito en lo que es, en la actualidad, el Banco Credicoop. El 6 de enero de 1978, la entidad bonaerense inauguró su sucursal en Villa Madero y proyectaba la construcción de una segunda sede en San Justo. «Fue un momento bastante difícil porque había que cambiar la mentalidad, dejábamos de ser los dirigentes máximos de la cajita de crédito de nuestro barrio y pasábamos a incorporarnos a un banco. Pero como en esto también aplicamos el sentimiento cooperativo, nos fue fácil hacerlo y transformar las 44 cajas de Capital y del Gran Buenos Aires en Banco Credicoop. Fuimos siguiendo los consejos y las directivas que nos daba la gente del Instituto Movilizador», relataba el dirigente Rodolfo Rey.
Finalmente, tras el proceso de conversión a banco cooperativo, la Nueva Caja de Crédito Ramos Mejía se transformó en una de las filiales de Credicoop. Ese paso, sin embargo, no dejo atrás los ideales de la entidad originaria que, con sus dirigentes, inició una nueva etapa pero con los mismos valores solidarios del movimiento. «Si uno actúa en función  de principios –concluía Woscoboinik– y es fiel a esos principios, siempre obtienen éxitos».

Maximiliano Senkiw

 

Encuentro de Mujeres Cooperativistas

En 1973 unas 250 representantes de cajas de crédito de distintos puntos del país debatieron durante tres jornadas en Rosario sobre la integración femenina en el movimiento. Como resultado del evento, que contó con el auspicio del IMFC, fijaron una nutrida agenda de actividades a desarrollar dentro y fuera del sector.

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