Corazón de barrio

Tiempo de lectura: ...

Fundada en 1954, fue una de las entidades pioneras que algunos años más tarde dieron origen al Banco Credicoop.

 

Crecimiento. La sede de Villa Ortúzar fue testigo de una época de oro para el cooperativismo de crédito, gracias al impulso del IMFC.

En 1954, en el barrio porteño de Villa Ortúzar, un grupo de vecinos reunidos en el legendario Centro Cultural David Berguelson decidió fundar una entidad de crédito que tendría como objetivo la defensa y el desarrollo de los intereses barriales. Esa entidad sería la Caja Popular Villa Ortúzar, una de las instituciones barriales emblemáticas que supo traducir, a través de su labor comunitaria, los principios solidarios y democráticos del movimiento cooperativo de crédito nucleado en el IMFC.
La primera sede de la caja popular se ubicó precisamente en el mencionado centro cultural –impulsado por la colectividad judía– sobre la calle Heredia al 700. Allí, en su etapa inicial, la caja comenzó a funcionar a través de una ventana ubicada debajo de una de las escaleras del Berguelson, un centro que congregaba además a artistas como Luis Luchi, poeta legendario que daba sus primeros pasos desde esa institución social. Pequeños comerciantes, obreros e inmigrantes que intentaban poner en marcha modestos emprendimientos fueron los principales impulsores de la caja que, poco a poco, consolidó su lugar en la comunidad como entidad solidaria que atendía las necesidades de sus asociados.
El devenir de la cooperativa fue auspicioso. Del hueco debajo de la escalera, la Caja Popular de Villa Ortúzar pasó a ocupar un salón de la planta baja del centro cultural. Luego, un nuevo horizonte, producto del aumento de asociados (crecimiento vinculado a la intensa operatoria del IMFC a partir de 1959), obligó a la entidad a trasladarse a su primer local ubicado en las Avenida Triunvirato y Mariano Acha. En ese contexto de crecimiento de la participación de vecinos e instituciones que se vinculaban progresivamente a la caja se encontraban en la cooperativa las posibilidades de atención crediticia para expandirse.

 

La clave es la cultura
A dos años de su creación, el 16 de septiembre de 1956, la caja de crédito obtuvo su personería jurídica y continuó sumando asociados a través de una lógica particular que se trasladaba a todas las cajas de crédito. En un entrevista realizada en 1996 para el Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito, Harri Cwaigenberg, dirigente de la ex Caja Popular Villa Mitre, explicaba que «la operatoria era de amigos, es decir, entraba una solicitud y enseguida surgía la pregunta: “¿Quién lo conoce? Fulano. ¿Y quién lo presenta? Mengano”. Entonces nos mirábamos las caras y si nadie decía nada o aprobaba con la cabeza era porque estaba bien». Con ese mecanismo de participación por cercanía, Roberto Vespa, actual presidente de la comisión de asociados de la filial Villa Ortúzar de Credicoop –entidad que sucedió a la antigua caja– ingresó en 1964 a la caja popular que ya contaba con más de 4.000 asociados. «Comencé en la comisión de cultura. En aquel entonces se entraba mucho por lo cultural», cuenta Vespa sobre uno de los rasgos distintivos que tenían las cajas populares al momento de su inserción en la comunidad.
La actividad cultural y deportiva era intensa: campeonatos de ajedrez intercooperativos, festejos populares en clubes como el recordado concierto de Osvaldo Pugliese en el estadio del club Ferrocarril Oeste y demás actividades daban fortaleza a una caja de crédito que, en 1958, formó parte del Congreso Argentino de Cooperativas, la instancia fundacional de creación del Instituto Movilizados de Fondos Cooperativos. «Hoy las instituciones del barrio siguen hablando de la caja. Por su valor cultural y porque jugaba un papel muy importante de apoyo al pequeño y mediano comerciante», recuerda Vespa.

 

Impacto social
Luego del periodo de expansión del cooperativismo argentino de crédito, entre los años 1960 y 1966, debido al trabajo de consolidación del movimiento fomentado desde el IMFC, la Caja Popular de Villa Ortúzar se plegó a la defensa del movimiento tras los embates del golpe militar que instaló en el poder al general Carlos Onganía. «Una presencia económico-financiera importante y un impacto social indiscutible», fueron las motivaciones que, según explica Vespa, encontró la dictadura de 1966 para iniciar su reacción frente al sector que coordinó su defensa mediante el IMFC. Un ataque que buscó el debilitamiento de las cajas de crédito a través del aumento de la presión impositiva y la implementación de medidas restrictivas para el funcionamiento habitual de las cooperativas. Muchos de los dirigentes de la Caja Popular Villa Ortúzar se destacaron en la lucha durante este periodo de ataques que logró reducir el papel de las cajas pero que no pudo desintegrar un movimiento social que había instalado profundas raíces en pueblos y ciudades a lo largo de todo el país.
Diez años después, el golpe cívico-militar de 1976 impondría con sus medidas económicas el inicio de una nueva etapa. No obstante, no solo se trataría de una defensa sino también de una transformación radical: el cooperativismo de crédito tuvo que convertir sus entidades en bancos luego de una intensa disputa pública tras la aprobación del Decreto-Ley de Entidades Financieras de 1978. En ese escenario la Caja Popular de Villa Ortúzar jugó un papel destacado ya que el 26 de diciembre de 1977, en su salón institucional, se llevó a cabo el compromiso de fusión de las 44 cajas de crédito que darían origen al Banco Credicoop.
A partir de marzo de 1979, con la fundación de Credicoop, la Caja Popular de Villa Ortúzar pasó a ser la filial 60 del banco, un cambio que expresó la voluntad y fortaleza del movimiento cooperativo para sostener sus ideales a pesar de los embates del modelo neoliberal que comenzaba a imponerse con el gobierno de facto. Este es el espíritu que continúa la actual entidad bancaria. Como expresaba el diputado nacional y dirigente cooperativo Juan Carlos Junio durante la inauguración en abril de 2014 de las obras de remodelación de la sede de la filial Villa Ortúzar, la entidad no ha perdido de vista «las raíces fundacionales –las de las cajas de crédito– y aquella característica del contacto humano de los dirigentes con la barriada, sus vecinos y sus instituciones».

Maximiliano Senkiw

 

 

28 de enero de 1985

Floreal Gorini (izquierda) participa en nombre del IMFC –junto a otros dirigentes de partidos políticos y organizaciones sociales– de la Mesa Política de la Concertación, convocada por el gobierno de Raúl Alfonsín. Ante un modelo económico muy cuestionado, la búsqueda de un acuerdo no logró el resultado esperado.

Estás leyendo:

Corazón de barrio