11 de febrero de 2015
Integrantes de la comisión de asociados de la filial Córdoba Centro de Credicoop, junto con personal del banco cooperativo, organizaron una visita al predio donde funcionó, entre 1975 y 1979, el centro clandestino de detención La Perla, uno de los más grandes del país y el mayor del Interior. Entre los presentes en la visita estuvieron Ángel Rosales, gerente zonal; Guillermo Lo Re, gerente de la filial Córdoba Centro; Jorge Berti, presidente de la comisión de asociados; Marta Gaitán, presidenta de la secretaría de género del IMFC; Jorge Lewit, secretario de relaciones institucionales de la comisión; asociados; representantes de pymes e integrantes de organizaciones sociales.
«Vinimos por primera vez a La Perla en 2010, invitados a una gran feria de derechos humanos. Con los compañeros del IMFC pusimos nuestro stand para que la gente pudiera adherir a la Ley de Servicios Financieros y muchos aprovechamos también y recorrimos estos espacios de memoria, a partir de eso queremos volver todos los años para reflexionar sobre esa huella violenta que dejó la última dictadura», afirmó Gaitán.
La Perla funcionó bajo la responsabilidad del Tercer Cuerpo de Ejército al mando del ex general de división Luciano Benjamín Menéndez, en el kilómetro 12 de la autopista que lleva a la ciudad de Carlos Paz. Guiados por Agustín Minatti, integrante del área Educación del lugar, los visitantes recorrieron el predio por donde pasaron más de 2.000 secuestrados durante la última dictadura militar, muchos de los cuales continúan desaparecidos. El 24 de marzo de 2007 el Gobierno nacional cedió el terreno de La Perla para que se estableciera allí un espacio para la memoria gestionado por las organizaciones de derechos humanos. «Aquí hay muchas capas de memoria», señaló Minatti, quien destacó que el equipo pedagógico de La Perla propone un recorrido participativo por el lugar. «La idea es oír las inquietudes de los visitantes y que a partir de allí reflexionamos juntos, pero desde ya les digo que tengan como expectativa salir con más preguntas que respuestas», afirmó. Luego de escuchar los primeros comentarios e inquietudes del contingente, el guía señaló: «Aquí no hay historia oficial, ni documentos de identidad, ni papeles. La Perla ahora está hecha de la experiencia de los que pasaron por acá y sobrevivieron». Una prolija cartelería demarca los distintos sitios en los que se dividía el excampo de exterminio (Secuestros, Sala de Torturas, La Cuadra, Automotores, Caballeriza, Oficinas). Cada espacio cumplía una función específica dentro del siniestro engranaje de uno de los tantos centros clandestinos que funcionaron en el país entre 1976 y 1983.
«Me parece que para entender esto que nos pasó, debemos contextualizarlo», reflexionó Ángel Rosales y añadió: «Las aberraciones de las décadas de los 70 y 80 formaban parte de un proceso latinoamericano donde el poder lo detentaban gobiernos de facto». Sobre el fin de la jornada, Minatti señaló: «Para no quedarnos con un anclaje en el dolor, las últimas dos salas del centro son llamadas Sobrevidas y Presente, donde mostramos cómo desde la búsqueda de justicia, podemos caminar hacia adelante sobre tierra firme».
—Texto y fotos: Bibiana Fulchieri