28 de agosto de 2014
Pareja estable o amantes ocasionales. En Internet, nuevas versiones de las clásicas agencias matrimoniales intentan satisfacer una demanda creciente. Vínculos virtuales y miedo al encuentro.
Internet se ha convertido hoy en uno de los posibles caminos «alternativos» para acceder al amor. Desde allí, numerosos prestadores de la nueva versión de un viejo servicio ofrecen, a cambio de un honorario variable, la promesa del encuentro con la media naranja o, como se dice ahora, de la media manzana. ¿Sirven para algo los sitios que se ofrecen para iniciar un vínculo de este modo? ¿Duran las relaciones surgidas de esta clase de plataformas de la era de la información y la comunicación?
Gratis algunos, pagos los otros, desde los masivos eHarmony, Match.com, OKcupid, Zonacitas.com, Citasweb.com o Meetic.com hasta los de target restringido como el de la comunidad judía Delacole.com, decenas de portales satisfacen una demanda creciente. Según un relevamiento realizado por el portal Guioteca.com, a partir del análisis de datos publicados en sitios de citas, en Estados Unidos más de 40 millones de personas utilizan estas páginas «para encontrar parejas de una noche o estables»; en China, son cerca de 140 millones y en la India unos 15 millones. Para formar parte de los listados cibernéticos del amor hay que responder cuestionarios que a veces alcanzan hasta 400 preguntas que van desde las características físicas hasta los hábitos relacionados con los consumos personales, aunque el común denominador siempre es el «multiple choice», es decir, un sistema por el cual cada usuario debe elegir las opciones para que alguien lo descubra del otro lado del mundo virtual.
Hay quienes, como el filósofo polaco Zygmunt Bauman, consideran a esta tendencia como un aspecto más de la creciente presencia del mercado en la intimidad de las personas. Y una expresión del llamado «amor líquido», esa forma peculiar que asumen las relaciones afectivas en las sociedades de principios del siglo XXI, fruto de «la traspolación de las reglas del mercado al ámbito de los vínculos humanos». «El atractivo de las agencias de Internet consiste en saber reconvertir a los solteros humanos buscados en un tipo de producto reconocible que el consumidor bien entrenado ya está acostumbrado a manejar», asegura.
«Cada caso es particular», opina por su parte la licenciada en psicología Andrea Zuchowicki, usuaria habitual de las redes sociales. «Tengo una paciente que tuvo una relación de dos años con un chico de España al que conoció por Internet, y cambió todos sus horarios para estar en contacto. Veían películas, escuchaban partidos. Como se encontraban por Skype o el MSN, ella acostumbró su oído y su percepción al delay de los programas. Mientras la atendía me pregunté: ¿es virtual o es real este vínculo? Lo enmarqué dentro de un virtual-real. Considerarlo sólo virtual era negar la experiencia vital de ella, aunque al final quedó totalmente enajenada y nunca se vieron».
Ellas y ellos
A la hora de incorporar sus datos, los varones mienten más sobre su edad, altura e ingresos, y las mujeres sobre su peso, tipología física y edad. Para usuarios como Alberto Bolinsky, un hombre de «cuarenta y pico», divorciado tres veces, con un hijo por pareja y actualmente en una relación con una mujer que conoció por esta vía, encontrarse con personas de este modo es un trabajo en sí mismo. «Estudio sus datos, veo lo que les gusta y lo que no. Después inicio el contacto sistemáticamente: primero por mail, después por chat y cámara web para no clavarme. Recién cuando veo que es interesante me tiro a la pileta», dice.
Según las cifras recopiladas por Guioteca.com, los hombres tienen el doble de personas interesadas en ellos que las mujeres. Una pareja que se conoce online tiende a durar junta, promedio, un año y medio, mientras que una que se conoció por fuera de la red dura tres años y cinco meses. Una de cada tres mujeres que encontraron a un hombre bajo este sistema mantuvo relaciones sexuales con su nueva pareja en el primer encuentro. La mayoría no usó protección. Al mismo tiempo, en los Estados Unidos, el 52,4% de los hombres y el 47,6% de las mujeres terminan otras relaciones a causa de estos servicios online: a los 48 años, promedio.
«Puede parecer ridículo pero mucha gente que está en pareja busca la trampa, una salida a través de estos sitios», señala la psicóloga Zuchowicki. «Lo que trasluce este nuevo habito de relación es un grado de aislamiento y de no exposición enorme porque desde su casa o donde sea, buscando a alguien posible en la red, o siendo buscado, uno se siente resguardado en su intimidad. No está poniendo el cuerpo. No es ni bueno ni malo. Hay gente que precisa de este tipo de intermediaciones porque tiene inhibiciones, o tiene poco tiempo, y esto es un facilitador».
Así las cosas, es difícil saber cuánto hay de real en el vínculo que se establece por intermedio de Internet y cuanto hay de ilusorio. «¿Cuánto puede haber de ilusorio también en la experiencia misma? Estás con alguien, estás en pareja, y quizás tampoco lo sabés. En todo caso, es un interrogante a develar. También en la vida cotidiana, cuando uno se cruza con gente, hay muchas cosas que no son reales de los otros y uno inviste al otro con fantasías que supuestamente lo completan pero que en realidad tienen que ver con uno», agrega el psicólogo Raúl Pérez Torrente. «Pero lo cierto es que la experiencia es totalmente diferente. En un sitio de citas donde uno está en una lista y a la vez está buscando, y ve perfiles de personas, fotos, y lo que dicen esas personas acerca de sí mismas, los encuentros suceden, se dan pero no garantizan nada. Lo que define una relación es la mirada, no la combinación de datos automáticos que puede hacer un programa de computadora».
«Más allá de que se formen parejas, de que haya incluso relaciones sexuales la primera noche, la mayor parte de la gente termina frustrada», agrega Zuchowicki y lo ilustra. «Es lógico. Frente a una pantalla es mucho más factible imaginarse que todo va a ser como uno sueña. Pero si hay algo que la pantalla no puede capturar es la química, la química profunda y sencilla del contacto humano».
—A. M.
Ilustración: Pablo Blasberg