7 de octubre de 2015
El referato dejó de ser terreno de hombres. Desde que Florencia Romano desafió a la AFA en 1996, las mujeres buscan abrirse paso en un mundo machista que no termina de aceptarlas.
En el último Mundial de Fútbol, realizado en Brasil, no hubo ninguna réferi mujer. ¿La habrá alguna vez? Eso se preguntan las árbitras locales que, si bien han ganado terreno en la cancha en años recientes, casi no existen a nivel profesional. De los jueces que ejercen en la Argentina, 3.700 son varones y solo 53, mujeres. «No hay una aceptación completa. Es una lucha continua», señala Gisela Trucco (27), árbitra de la Liga Rafaelina de Fútbol y exatleta que, en 2012, fue elegida mejor árbitro de la División Reserva e Inferiores.
Fue Florencia Romano, una arquitecta, boxeadora amateur y ex maestra mayor de obras tucumana –hoy, árbitra internacional–, quien sentó un precedente. En agosto de 1996 le envió una carta documento a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) en la que le solicitaba su incorporación a la nómina de árbitros profesionales. Como no obtuvo respuesta, se encadenó a la puerta de la institución y comenzó una huelga de hambre por discriminación de género laboral. El entonces titular de la AFA, Julio Grondona, afirmó: «No es sensato que una mujer dirija un partido de fútbol entre hombres». Pero la persistencia de Romano fue tan fuerte que, un mes más tarde, Grondona debió asistir a una audiencia ante la Cámara de Diputados de la Nación. A la salida, declaró: «Florencia va a ser probada como todos los árbitros; todos van a tener la posibilidad. No va a haber inconvenientes y las mujeres podrán arbitrar igual o mejor que los hombres». Finalmente, en abril 1998 Romano se convirtió en la primera mujer que arbitró un partido de la Primera D, entre Victoriano Arenas y Muñiz. A ella le siguieron otras, como Salomé Di Iorio (35), abogada nacida en Quilmes, que también dirimió un encuentro en planteles superiores y se graduó como la primera árbitra internacional argentina. En 2012 representó al país en los Juegos Olímpicos y este año hizo lo propio en la Copa Mundial Femenina, que se jugó en Canadá. Pero fue otra árbitra internacional, la obereña Estela Álvarez de Olivera (37), quien, en 2009, llegó más lejos en las lides masculinas: dirigió cuatro partidos del Nacional B. «En uno me fue mal y no volví a dirigir. Nadie me dio explicaciones. Fue por un partido entre Deportivo Merlo y Ferro. Mi línea, que era un hombre, marcó banderín fuera de juego lateral, que no existe. Cometí un par de errores, pero nada grave. Te dan la oportunidad y se te equivocás una vez, no volvés», dice, con pesar.
En ese momento, Francisco Lamolina era director del Colegio de Árbitros, organismo que se encarga de designar a los jueces para los partidos. «Ojalá que ahora con Miguel Scime pueda cambiar la realidad de las mujeres», subraya Estela, quien es entrenadora de natación y se crió jugando al fútbol con sus siete hermanos. «Los dirigentes tienen que confiar un poco más en nosotras. Normalmente trabajamos bien y sin complicaciones. Estamos tan cuestionadas que tenemos el reglamento recontraestudiado. Tenemos mucha dedicación y somos reprofesionales», agrega. Trucco coincide con ella. «Es importante que nos den la posibilidad de ascender. Si pensamos en las jugadoras de fútbol, ellas están todas en las mismas condiciones, en cambio nosotras estamos en competencia con hombres y dependemos de decisiones políticas y de la suerte de que en determinado momento justo alguien te haya venido a ver», señala.
En su oficina, Carlos Coradina, instructor de la Escuela de Árbitros, director de Veedores de la AFA y ex árbitro de Primera División, dice que «el camino de las mujeres no es mejor ni peor, sino distinto». Lo dice porque un hombre demora 10 años en llegar a optar por el arbitraje internacional, mientas que una mujer que se destaque en su desempeño, tarda la mitad. Ahora, en el caso de ellas, las cosas cambian cuando se trata del ámbito nacional. Durante su carrera, ambos sexos hacen Infantiles, Juveniles y Reserva, y luego los varones continúan en Primera D, Primera B, Nacional B y Primera. Esta segunda parte de la formación no es algo que se elige, simplemente no se contempla que la sigan mujeres. «En la Argentina no hay chance de que lleguemos a Primera. Uno permanece en la misma categoría durante 8 o 9 años», comenta Álvarez, mientras que, en países como Brasil, Grecia, Irlanda, Turquía y Rumania, hay réferis mujeres en Primera División. Y tanto Alemania como Italia e Inglaterra, países futboleros por excelencia, cuentan con 2.400, 1.700 y 934 mujeres, respectivamente, que dirigen partidos de Segunda División.
¿Por qué no se les deja hacer a las mujeres el camino que hacen los varones? «Porque no hay seguridad de que vayan adelante», responde Coradina. «Habría que ir de menor a mayor, porque el fútbol es una actividad de altísimo riesgo. Yo estoy detrás de la idea de que hay que abrir la puertita, vamos a probar…». Aunque reconoce el machismo de los técnicos, los jugadores y la «sociedad del fútbol» en su conjunto, Coradina comparte la idea generalizada de que las chicas que dirigen tienen que tener «carácter». «Una fuerte personalidad para enfrentar una situación límite. Uno tiene que lograr prepararlas para un mundo difícil, que se da a cada jugada. Técnicamente, hay que estar al día con toda la actualización reglamentaria. Además, está el condimento de la gente que presencia partidos. El argentino es muy apasionado: siempre piensa que el árbitro resta cosas, que es el enemigo. Entonces, la mujer también se tiene que acostumbrar a eso», sostiene.
Como ejemplo de la resistencia que aún existe hacia las mujeres, cuenta que le entregaron un video para que lo mire. Es de un partido que arbitró la porteña Laura Fortunato (30), quien fue representante argentina en la Copa América Femenina 2010, que se disputó en Ecuador, y, desde 2013, es árbitra internacional. «Un jugador la insultó, porque ella lo había sancionado… El jugador cometió una falta física, pegó una patada con violencia y, seguramente, se le escapó la boca. Si hubiera sido un hombre el árbitro de ese partido, este video no estaría acá», admite.
Un beso en la boca
Otra muestra: la santiagueña Andrea Loto (32), árbitra nacional, contó en una entrevista que una vez la agredieron en su tierra, en un partido del Argentino B. «Un arquero que habría tenido un mal día. Su reacción ante un fallo fue muy agresiva, pero no me agredió físicamente. Siempre insultan los jugadores, pero esa vez fue diferente, me quedó marcado, aunque estaba tranquila con mi decisión. Después, el jugador pidió disculpas públicamente por los medios y por Facebook. En otra oportunidad, un jugador me tocó el hombro, cuando giré me dio la pelota y un beso en la boca: me quedé dura pero enseguida le saqué la tarjeta roja por faltarme el respeto».
Árbitras como Nadia Chiarotti (30) –primera en la Liga Santafesina, a quien Coradina vio dirigir partidos masculinos y que considera «magnífica, una gacela en la cancha, con altísimas condiciones, a la que habría que dar mayor rodaje»– opinan que «a la mujer le cuesta el doble, porque además de gritarnos las mismas cosas que les gritan a los árbitros varones, por más que una acierte en los fallos y esté pegada a la jugada, le van a protestar, porque lo primero que tiene incorporado el varón es que la mujer no sabe nada de fútbol».
Prejuicios y aportes
Según Coradina, un buen árbitro debe tener pasión (una actitud de entrega frente al juego), oportunismo (ser certero en una falta-reacción) y decisión (no ser dubitativo). «Lo más importante es la credibilidad frente al jugador», enfatiza. «El fair play o juego limpio en el fútbol argentino son palabras utópicas. El jugador es ventajero. Va a hacer un gol con la mano y lo va a gritar, a ver si se lo “come” el árbitro o el rival». Gisela Trucco, quien se crió en un ambiente fubolero, porque es hija de Luis Trucco y hermana de Silvio Trucco, ambos jueces, destaca otro aspecto: la disciplina; y dice que, aunque hombres y mujeres reúnan las mismas condiciones, los juzgan distinto. «Siempre repito este ejemplo: en un partido, si un hombre no cobra un penal, es que no vio el penal, y si es una mujer, le dicen “andá a lavar los platos” o “no servís para esto”. Estamos prejuzgadas. La desigualdad está, cambiarlo va a costar. No es fácil, hay situaciones que dan bronca, injusticias, y que una tenga que luchar por las oportunidades. El hombre ha entrado en el ámbito de la mujer, pero en la cancha, los hombres puede que se acostumbren a ver mujeres, pero no las aceptan», asegura.
La gente se preguntará: ¿Cuál es la dificultad real que enfrenta una mujer que se prepara para árbitra, aparte de la mentalidad machista? La respuesta es tramposamente simple: «ninguna». «Hay que darles la oportunidad. El mundo del fútbol tiene que darle una apertura a la mujer, pero no se trata de mujer u hombre, si no de demostrar capacidades», apunta Coradina. Curiosamente, tanto él como otros expertos del mundo de la pelota aseguran que son los partidos los que dan la experiencia. «No es lo mismo dirigir un partido de chicos o de chicas que de mayores, donde cada uno defiende lo suyo». Por lo tanto, si las mujeres no pueden arbitrar partidos masculinos, tampoco pueden avanzar en ese mundo.
«Nosotras aportamos algo diferente. Somos más creíbles: nos equivocamos y lo reconocemos. Brindamos tranquilidad. Hacemos lo mejor que podemos. Los hombres tendrían que aprender de las mujeres. Nos tomamos con mucha seriedad esto», comenta Álvarez de Olivera. «Nunca he sido dirigido por una mujer, pero puedo decir que la mujer es muy perspicaz. Es persuasiva. Tiene un tono y un trato distinto, es más equilibrada en sus formas», enumera Coradina. ¿Es un aporte para el fútbol? «Puede ser un aporte», contesta el instructor, quien reconoce que el panorama del arbitraje local no se reduce solo a la escueta cantidad de mujeres por hombres (menos de 15 contratadas por la AFA, frente a unos 400 varones), sino también en la formación: hasta ahora hay una sola instructora: Sabrina Lois.
Al fútbol femenino, que en la Argentina es amateur, tampoco se le da un lugar significativo, aunque cada vez se sumen más integrantes a sus filas. «Es que no tiene gran aceptación acá. Habría que hacer una campaña», expresa Coradina. «También, hasta cierta edad, habría que hacer que chiquitos y chiquitas jueguen mezclados, por el placer de jugar, no para ganar, sino para dominar la pelota». De ese modo, se aceptaría a las mujeres dentro de las canchas con mayor naturalidad. «En realidad, la mujer apareció por la insistencia y la dureza de Florencia (Romano). Logró algo que en la Argentina era utópico, por ponerle un título», dice el instructor.
«La mujer argentina va mucho a la cancha, es entendedora y jugadora, ama el fútbol. Es importante que nos den un lugar, un espacio más importante para tomar decisiones, como en cualquier otra profesión», plantea Álvarez de Olivera, quien señala que ser árbitra internacional es una tarea que requiere no solo llegar ahí, sino también «mantener la chapa. Las pruebas son muy exigentes. La FIFA pide casi atletas para las pruebas de velocidad. El fútbol se vuelve cada vez más rápido y el árbitro corre más que el jugador, de 12 a 13 kilómetros, en comparación a los 8 o 9 del futbolista, porque cubre toda la cancha. Los árbitros del futuro van a ser los más veloces», vaticina, mientras sueña con volver al Nacional B y llegar a Primera División. Ella, que estuvo tan cerca… Y, como todas las demás se pregunta: «¿Y un River-Boca, cuándo?»
—Francia Fernández