11 de noviembre de 2021
La joven periodista hace un recorrido por su carrera, reflexiona sobre los medios de comunicación y la política nacional y alerta sobre la precarización de la profesión.
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Esta entrevista debiera tener muchísimas más aclaraciones del tipo «ríe» y «piensa». Son esas las características sobresalientes en la charla con la periodista Noelia Barral Grigera. A sus 42 años escucha las preguntas, mira hacia arriba, se toma su tiempo, sonríe y deja caer las palabras con una mezcla poco frecuente de análisis profundo y lenguaje cercano, amable, lejos de la impostura y los brillos. No por nada ella define su aventura de informar como la de una «antiprincesa». Y por algo su perfil en redes sociales dice: «Serás lo que debas ser. Si no, serás periodista».
«Es muy común la historia de las personas que siempre quisieron o siempre supieron que querían ser periodistas, que a los 5 años hacían preguntas y eran curiosas y eso. Bueno, no es mi historia. Yo nunca supe qué quería ser. O sí. De chiquita quería ser carnicera o colectivera; carnicera para fetear la milanesa de nalga y colectivera para cortar el boleto. Cuando terminé el secundario, un poco por mandato familiar, fui a la universidad (de Lomas de Zamora) pero sin saber bien qué camino tomar y elegí una carrera que terminó no gustándome. Pero –otra vez– por mandato y también por aplicada, la terminé: Licenciatura en Relaciones Públicas. Con los deberes familiares cumplidos me dije: “Esta carrera no me gustó, no quiero trabajar de esto. ¿Qué hago?”. Simplemente miré qué diferencia había con otras carreras para ver de qué forma podía recibirme lo más rápido posible y estaba Comunicación Social, con la que había 12 materias de diferencia. Rendí esas 12 materias y por eso soy periodista. No fue algo vocacional».
–Pero enseguida entraste al ruedo.
–La Universidad de Lomas tiene una agencia de noticias, AUNO, ahí empecé. Cubría noticias de ciencia. Fue una experiencia muy buena y además tuve la suerte de tener profesores como Eduardo Videla, Andrés Osojnik, Martín Voogd y Daniel Casal. Fue Daniel el que me convocó a la agencia Noticias Argentinas para mi primer laburo profesional. Cubría el turno de 18 a 24, hacía temas de sociedad y después de mucho tiempo pude tomar algunas cosas de política. Y después estuve más de 10 años en el diario El Cronista Comercial, y gracias a ellos fui cronista parlamentaria. Fue una tarea que me encantó y a la que volvería sin dudarlo.
Hoy Noelia participa en el programa Pasaron cosas, junto con Alejandro Bercovich, Alejandro Wall y Nahuel Prado, por Radio con Vos. Escribe también para el medio digital Cenital. Venía de hacer columnas políticas en Brotes verdes, en C5N, hasta que la llamaron para conducir (junto con Gabriel Sued) el noticiero central de IP.
Al principio no podía creer que estuvieran lanzando un canal de noticias en un país que ya tenía seis o siete canales similares. O sea (ríe), entiendo que seamos unos intensos, pero es como mucho, ¿no? Por supuesto, bienvenido sea. También estaba la cuestión de que, por nuestra experiencia como trabajadores de medios, pensaba en esas «burbujas mediáticas» que duraron lo que un suspiro, siempre se tiene ese temor. El hecho de que estuviera el Grupo Octubre detrás me dio cierta seguridad, porque hasta aquí, al menos en el manejo de medios, no ha demostrado falta de seriedad, aunque tenga, claro, sus discusiones con algunas comisiones internas, como la de Página/12. Así que por un lado me tomó por sorpresa y por el otro me dije: «Bueno, avanti».
–Era el paso que te estaba faltando.
–Hacía un montón que venía con muchísimas ganas de conducir. Y era una oportunidad que en C5N no aparecía y no aparecía. Y ellos vinieron directamente con la propuesta. Y entre esa oferta y la posibilidad de trabajar con Gabriel, que también había sido cronista parlamentario y con el que también deseaba trabajar desde hacía mucho, todo me cerró. El resto de los nombres que convocaron desde IP me hizo sentir que ese era mi lugar, que quería estar ahí.
–¿Estar para qué?
–En principio, para intentar aportar algo distinto desde el periodismo de televisión. No sé si es posible, digo posible en términos de rating, de saber si hay plata para hacer ese tipo de periodismo. Pero es necesario. Vamos a intentarlo. Por suerte, el canal también quiere intentarlo. Mientras tengamos ese objetivo en común iremos de la mano. El periodismo político televisivo en Argentina se convirtió en un griterío. Es un lugar donde la gente se grita y donde vas a buscar escuchar más o menos lo que querés escuchar y no escuchás otra cosa que no sea eso que querés. Hay poquitos lugares o poquitas voces que más o menos salen de eso.
–Este 2021 de elecciones representa un desafío para salir de allí. ¿Cómo viste lo ocurrido en el Gobierno post PASO?
–Me parece que lo que pasó dentro del Gobierno era lo que debía pasar y era absolutamente esperable. Me refiero a algunos cambios y registro en los hechos de lo que fue el resultado electoral. Obviamente que la manera en la que sucedió no solo no fue la mejor, sino que dejó muchísimos heridos, muchísimas asperezas y rompió relaciones internas del Frente de Todos (FDT) que al día de hoy no se han recuperado y que no sé si después de las elecciones generales se van a recuperar.
–¿Estuvo en riesgo la gobernabilidad? Fue el temor o la esperanza, según se mire, de esas horas.
–No creo que haya estado en riesgo la gobernabilidad, pero lo que sí me parece es que lo que ya venía dañado antes de las PASO, y que salió más dañado todavía, es la capacidad del FDT de gestionar de manera unificada hacia una dirección establecida. El Gobierno no tiene esa dirección, no es fácil para nadie en el Gobierno responder cuál es el objetivo de aquí a 2023.
–El objetivo, de mínima, y como base para todo poder de decisión posterior, ¿sería recuperar su sustento electoral?
–Hoy veo muy difícil que el Gobierno pueda volver a enamorar de cara a 2023. Igual, la política argentina es absolutamente dinámica y de un mes a otro la situación puede cambiar radicalmente. Lo que veo imprescindible para que eso ocurra es que la coalición vuelva a funcionar como frente.
–¿Qué opinás sobre los discursos de la ultraderecha y la antipolítica? ¿Habrá algo más que impacto electoral?
–No tengo una conclusión definida o cerrada sobre lo que está pasando con la ultraderecha. Sí creo que la antipolítica puede canalizarse a través de ese sector, principalmente por la tamaña cantidad de expectativas que se habían depositado en este Gobierno y que hoy están frustradas.
ESTUDIO/JUAN QUILES
–Pero hacen ruido.
–A veces creo que son una minoría muy intensa y muy ruidosa, otras creo que esa minoría puede terminar tomando decisiones perjudiciales para todos. Miro a Bolsonaro, miro a Trump y digo: bueno, obviamente hay algo más. Pero me parece que en Argentina hay dos actores sociales o dos hechos que nos vuelven una anomalía frente a procesos que en otros países dieron lugar a fenómenos de este tipo: el peronismo y los movimientos sociales. El peronismo es un partido y un actor social de contención de ese tipo de cosas, aun cuando haya tenido su historia de extrema derecha asesina y torturadora. Y también los movimientos sociales son un actor de contención de un montón de situaciones. Entre ellas, ayudan a que las grandísimas masas de chicos y chicas excluidos no terminen creyendo que en estos mentirosos hijos de puta hay algún tipo de verdad. Con esa conjunción creo que podemos zafar. Pero hoy me agarraste en un día optimista, por ahí mañana te digo: no, esto va a ser un desastre.
–¿Te sentís a salvo de la llamada «grieta»?
–Todos odiamos la palabra o el concepto, porque se trata de un concepto muy vago que para algunos significa algunas cosas, para otros, otras. Existir, existe, si consideramos que la grieta es una polarización política fuerte entre dos extremos. ¿Y se puede hacer periodismo decente? Bueno, yo creo que sí. Lo intento. Es más complejo hacerlo ahora que antes, noto que es más difícil encontrar interlocutores que no te respondan desde esos lugares prefijados. A mí nadie me puede considerar ni macrista ni cercana al liberalismo, ni con ideas neoliberales, entonces, partiendo de esa base cuando yo entrevisto, por ejemplo, a Alfredo Cornejo (diputado nacional y presidente del Comité Nacional de la UCR), Cornejo a mí me responde de una manera. Y me responde de una manera porque considera que él sabe lo que yo pienso y lo que yo quiero escuchar o lo que yo le voy a repreguntar si él me responde tal cosa. Y eso sucedió siempre, porque siempre los entrevistados tienen su casete, no quiero generalizar porque hay entrevistados que son muy interesantes. Siento que ahora, además del casete, hay un escaloncito más que es el preconcepto con el que el entrevistado te responde. A mí realmente me cuesta mucho encontrar conversaciones que puedan suceder al aire y que sean sustanciosas, fructíferas para analizar la realidad y que no sean del estilo: «No, bueno, el Gobierno robó vacunas o Macri la fugó toda».
–La pandemia no se salvó de esa polarización tampoco.
–Todo empezó bien, con seriedad y con respeto y terminó con una división ridícula cruzada por intereses partidarios que no tienen nada que ver. Esto no quita que haya cosas que el Gobierno hizo mal y que debería haber revisado en su momento y que está bien decirlas y está bien señalarlas. Pero terminaron incentivando la desconfianza en las vacunas, incentivando el odio y el malestar en un contexto y en un momento, además, en el que todos sentimos mucho malestar. Nuestras vidas personales son como un malestar constante como para tener que sumarle a eso el malestar generado, en realidad, por una discusión que no termina de tener sentido.
–¿Te sentiste a veces con menos posibilidades de llegar a puestos que ocupan los hombres?
–Un montón de veces sentí que por ser mujer había lugares donde no podía llegar, incluso como que lo tenía normalizado en mi mente. Cosas que ni siquiera las registré porque era normal, era lo que pasaba. Muchas veces me entrevistaron para trabajar en Clarín, muchas veces. Cada vez que había un recambio en Clarín yo era parte. Después, por hache o por be elegían a otras personas. En una de esas entrevistas, un chabón que hoy debe estar bastante alto en la redacción, me preguntó: «¿Vos tenés pensado tener hijos?». No me preguntó, «¿Dónde estudiaste?», ni quiso saber mi experiencia, mis antecedentes y lo que sé. Lo primero que me dijo fue eso. Y cubriendo política muchísimos políticos me acosaron, no lo cuento por vergüenza. Tipos que hoy están en los títulos de los diarios todos los días… Yo tenía 25 años. Nunca le dije a ninguno que sí, entonces perdí un montón de fuentes. Hay algo que parece más estúpido, pero que no lo es, ¿sabés la cantidad de datos que no tuve porque los pibes (periodistas) juegan al fútbol con las fuentes? ¿Sabés la cantidad de datos? ¡Porque los pibes van a jugar al fútbol!
–Sos docente de televisión en la universidad pública que te formó. ¿Qué les decís a tus alumnos sobre el periodismo, cómo los entusiasmás?
–A mis alumnos los debo tener cansados ya (ríe), pero siempre les digo: en un país con 60% de pibes pobres, que ese país decida invertir en la educación de ustedes los tiene que movilizar para romperse el alma (N. d. R: no dijo «alma»), para hacerlo bien y para devolverle a ese país lo que están recibiendo. Yo hago mucho hincapié en esto: el periodismo es un trabajo que, si lo hacemos bien, puede hacer mucho bien a la sociedad. Y la nuestra es una sociedad que necesita que le hagan bien.