Voces | ENTREVISTA A ROCCO CARBONE

La paradoja fascista

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Barbara Schijman

El filósofo italiano analiza el discurso y la racionalidad del mileísmo desde la perspectiva de los fascismos contemporáneos. El Estado como negocio, el poder mafioso y $LIBRA.

Foto: Horacio Paone

«El fascismo es una herramienta del capitalismo en crisis. Esa herramienta funciona a la luz de un precepto que es la contradicción, una característica que vemos inmediatamente en el caso de Javier Milei», dice Rocco Carbone, filósofo y analista político italiano, naturalizado argentino. Estudioso del fascismo y los procesos políticos y culturales de América Latina, el investigador del Conicet sostiene que la sociedad argentina ha sido alcanzada por un «rayo fascistizador», que llegó para dirigir los designios del país y que esto, en sus formas y propósitos, se verifica en el Gobierno de La Libertad Avanza (LLA): «El fascismo es un poder totalmente contradictorio. Te dice siempre dos cosas al mismo tiempo que entre sí se niegan de manera mutua, históricamente y ahora también», detalla. ¿Cómo funciona esa conducta binaria? «”El papa es la reencarnación del maligno en la tierra”, palabras de Milei en campaña; palabras de Milei como presidente: “El papa es el argentino más importante de la historia”. Dos conceptos acerca del mismo sujeto que chocan entre sí».

Entre otros libros, Carbone es autor de Mafia global; Mafia argentina. Radiografía política del poder; Mafia capital. Cambiemos: las lógicas ocultas del poder (los tres, de Ediciones Luxemburg) y Lanzallamas. Milei y el fascismo psicotizante (Debate), su libro más reciente.

–Las palabras del presidente Javier Milei en el Foro de Davos tuvieron respuestas de distinto tipo y alcance, entre ellas, la masiva Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista. ¿Cómo analiza el discurso oficial?
–Fascismo es una palabra muy difícil. Cada vez que decimos fascismo respecto de un político o una política del siglo XXI la respuesta es: «Ah, no, pero no es cierto, no es así». Por ejemplo, cuando hablamos de democracia, podemos decir efectivamente que el Gobierno de Alfonsín fue democrático, que el Gobierno de Menem, con todas las contradicciones del caso, fue democrático, que los Gobiernos kirchneristas fueron estrepitosamente democráticos y democratizadores, que el Gobierno de Macri, complejamente, también fue democrático porque aceptaba el antagonismo social y político. El contenido de la democracia de esos Gobiernos argentinos no tiene las mismas características de la democracia ateniense del siglo VI a. C. a partir de las reformas de Clístenes alrededor del 508 a. C. y no por eso dejamos de decir que fueron democráticos. El fascismo es un poder de la paradoja.

–¿Cómo funciona esa paradoja?
–La paradoja expresa un sentido común inverso al dominante: «En casa de herrero, cuchillo de palo», esa es una paradoja propia de nuestra lengua nacional. El fascismo es un poder de la dualidad permanente, se mueve entre el agua dulce y el agua salada, afirma y niega: «Toto Caputo es un mesadinerista, un chorro», definición de Milei en campaña; gana las elecciones y lo elige ministro de Economía. Puesto que es un poder que niega y afirma permanentemente, a la hora de historizarlo tenemos dificultades para discernir la verdad de la mentira. Sabemos qué implica un campo de concentración, de exterminio. Cuando una persona entraba al campo de exterminio de Auschwitz encontraba un letrero, que está todavía, resignificado según las insignias memoriales: Arbeit macht frei, que significa «el trabajo te hace libre». A esa persona la convertían en un esclavo o esclava, en algún momento la gasificarían o la arrojarían en un horno crematorio y lo hacían en nombre de la libertad. La libertad, su libertad, es una invariante histórica del poder fascista.

–¿Qué se entiende hoy por fascismo?
–Cuando hablamos de fascismo, no hablamos exclusivamente ni de Mussolini ni de Hitler, hablamos también de eso, pero no hablamos solo de eso. Hablamos de un poder de tanatismo absoluto, que cuando se libra en el mundo, en la vida política, en la vida social, destruye absolutamente todo. Termina destruyéndose incluso a sí mismo. Cuando el capitalismo vive una crisis orgánica e histórica, para cuidarse y seguir viviendo, organiza y libera una herramienta, un esclavo, un sirviente, que lo cuida. Eso es el fascismo. Esa herramienta descarga todas las patologías del capitalismo sobre los hombros de las clases trabajadoras para que paguen los platos rotos del capitalismo, para que el capitalismo se cuide a sí mismo y pueda vivir un poco más, para que tenga un ciclo más de vida.

–¿Cuál es su operatividad?
–Es un instrumento del capitalismo. El fascismo es zigzagueante, como una serpiente; incluso usan ese símbolo los libertarianos de hoy. El poder dualista es ese poder que niega y afirma, un poder que te dice dos cosas contradictorias para inhibir el pensamiento y las modalidades organizacionales de la emancipación, que es su antagonista radical. Cuando hablamos de fascismo lo primero que hay que hacer es evitar los tecnicismos históricos, las comparaciones pedestres, mecanicistas y comparativas, del tipo «Mussolini era pelado, este es pilífero, por ende, no son lo mismo». Claro que no son lo mismo y sin embargo las homologías existen; pueden ser escrutadas si somos capaces de no reducir la historia a los límites de la ordenanza o de los reglamentos, y si se es capaz de establecer un justo escrutinio del poder fascista en función de las transformaciones del capitalismo tendido entre el siglo XX y el XXI.

–Es decir, recuperar la experiencia de la historia considerando las categorías y formas del presente. 
–Tenemos que tratar de pensar el fascismo como un poder transhistórico que en el siglo XX se llamó a sí mismo fascista, pero que en el siglo XXI no se puede llamarse a sí mismo así, porque luego de la experiencia de Auschwitz ningún político en su sano juicio te viene a decir: «Mirá, recupero esa tradición, votame». Entonces, sustraen la palabra fascismo, pero mantienen la operatividad del poder y la encubren de bellas palabras propias del campo de la emancipación. Es necesario detenernos un poquito a pensar, aunque no es sencillo, acostumbrados lamentablemente a una acción mínima y a estímulos permanentes proveniente de esa máquina totalizadora de la vida que casi inocuamente se dice celular. Estos aparatitos son usados de manera muy diligente por políticos como Milei para estimular las pasiones oscuras del ser humano. Son aparatos del fascismo sigiloso del siglo XXI. 

Foto: Horacio Paone

–Su último libro, Lanzallamas: Milei y el fascismo psicotizante remite de algún modo a la novela de Roberto Arlt, Los lanzallamas. ¿Quiénes son hoy los lanzallamas y cómo se vincula lo «psicotizante» con esa característica dual que le adjudica al fascismo?
–El fascismo es un poder contradictorio, te dice una cosa, pero hace lo contrario, ahí está para mí el elemento psicotizante. Quiero decir, potencialmente enloquecedor para el sujeto receptor. Hoy podríamos decir que Milei, cada vez que habla, indudablemente es un lanzallamas. El lanzallamas es un instrumento de guerra, y el presidente, cada vez que habla, pareciera emitir llamas de la boca. Pero los lanzallamas podemos ser también nosotros y nosotras. Ese pueblo organizado que en algún momento se va a constituir como un freno respecto de ese poder que ha venido a destruir a la Argentina como si fuera una calamidad bíblica.

–En este sentido, ¿las manifestaciones multitudinarias en defensa de la educación pública o, más recientemente, la gran marcha del 1° de febrero, constituyen frenos a ese poder?
–Me parece que ese lanzallamas que puede frenar a este poder ha empezado a constituirse y uno de los primeros momentos de convocatoria plebeya popular se ha organizado, con refracciones en el mundo, el 1° de febrero con la marcha federal antifascista y antirracista. Quienes piensan que no hay fascismo deberían escrutar un poco esa marcha. Si fue popular, diversa, distinta, reconocible en su diversidad, multitudinaria, si tuvo refracciones en otras regiones del país y si tuvo otras refracciones en otros lugares del mundo constituidas alrededor de la consigna antifascismo, y… algo está pasando respecto de este Gobierno.

–¿Por qué dice que «el fascismo es una mímesis de la emancipación»?
–Milei menciona figuras del ámbito de la revolución y la emancipación. Cuando habla de «batalla cultural», cuando habla de comunismo, de zurdos, cuando habla de Gramsci o de Lenin, está expropiando fibras constitutivas del campo de la emancipación y también se está mimetizando, porque el fascismo puede ser entendido como una mímesis de la emancipación o una mímesis de la revolución (en el siglo XX). Te dice que es una revolución, pero implica una profunda reacción tanática. Uno de los propósitos de Milei es ocupar el lugar del peronismo para destruirlo como emancipación y singularidad nacional, y poner en el lugar de un populismo emancipador de izquierda un populismo reaccionario.

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