1 de julio de 2021
Reconocido por sus estudios y análisis del pasado volcados en libros, radio y televisión, no elude la opinión sobre los procesos actuales y se asombra por su popularidad.
Télam
Quizás sea el profesor de Historia más famoso de nuestro país, sin embargo, Felipe Pigna todavía se sorprende por el salto que pegó su popularidad cuando en 2005 protagonizó en Telefe el programa Algo habrán hecho junto con Mario Pergolini: «Pasé de las aulas del Pellegrini a que me toquen bocina los camiones».
Pero su trabajo en el sentido de popularizar la historia no terminó con aquellos 25 puntos de rating en TV y variados premios. También trabajó en radios como Mitre o Rock and Pop y logró éxitos de venta con publicaciones como Historia confidencial, la saga Los mitos de la historia argentina o la reciente biografía Gardel. A este ídolo popular lo compara con Diego Maradona, como dos figuras odiadas por los fascistas de su época y «queridas por las clases populares».
Hoy continúa su colaboración en medios como Canal Encuentro, Radio Con Vos y con La hora de historia, en Radio Municipal de Florencio Varela, un programa que hace con chicos y chicas de escuelas secundarias y primarias de la localidad del sur del Conurbano bonaerense.
También trabaja en la historia de distritos del Conurbano como Escobar o Almirante Brown, generando material utilizado en colegios de la zona: «Es muy lindo meterse en esa historia que nunca es chica porque cada historia de nuestro país hace a la historia nacional. Esto les da identidad a los chicos viendo la historia desde ellos mismos: desde su barrio, su calle y su plaza. La historia de sus padres y sus abuelos».
Pero teniendo en cuenta que entender el pasado sirve para pensar el presente, Pigna también opina sobre la situación política actual. Acerca del Gobierno de Alberto Fernández destaca las diferencias con el macrismo: «Claramente hay otro planteo estatal, dentro de las dificultades que conlleva la pandemia». Y en referencia a Cambiemos afirma que sus referentes no son democráticos, «como nunca lo fue la derecha en nuestro país. Hoy recurren a sus espadas que ya no son los golpes de Estado sino el poder judicial».
–¿Se puede comparar lo que estamos viviendo en el presente con epidemias anteriores?
–Con la llamada Gripe Española de 1918 que causó 50 millones de muertos en todo el mundo, en el final de la Primera Guerra Mundial. Aquella también llegó a nuestro país y mató a 15.000 personas, pero era más fácil de controlar con cuarentenas en los puertos, que duraban unos seis meses. También podemos mencionar la epidemia de Fiebre Amarilla en Buenos Aires de 1871. La gente desconoce totalmente el motivo del contagio. Y por supuesto entra a tallar allí el curanderismo, la superstición, la xenofobia: se culpaba a los afrodescendientes y a los italianos. El Gobierno de entonces entra en una profunda crisis con el presidente Domingo Sarmiento y el vice, Adolfo Alsina, huyendo a Mercedes y dejando a la ciudad librada a su suerte. Y ahí se arma una comisión civil conformada en su mayoría por médicos, como Muñiz o Argerich, que elaboran un sistema de saneamiento como pueden. Los hospitales están desbordados, los cementerios también. Por eso se crea el cementerio de la Chacarita. Y ahí van a parar los 14.000 muertos, que en ese entonces representaba el 10% de la población de Buenos Aires.
–Tanto aquella vez como en esta se dieron actos de egoísmo y solidaridad.
–Siempre en estas situaciones aparece lo mejor y lo peor de cada ser humano. La mayoría de los integrantes de esta comisión civil murió picada por el mosquito, atendiendo gente. Ya cuando se hablaba de la primera peste célebre en la historia, que fue en Atenas, se hablaba de tres elementos: la búsqueda de culpables ajenos al lugar, la paranoia y finalmente la negación. Fijate que eso sucedió en el siglo V antes de Cristo y se ha mantenido a lo largo de 25 siglos, como se vio ahora.
–Sostenés que «la historia no se repite, continúa», ¿cómo se explica esa afirmación?
–En 2001, cuando fue el desastre y crisis terminal del país, me hacían muchas notas y había una idea de repetición, que estábamos repitiendo la crisis de los 90, del fin del siglo XIX y del siglo XX con la hiperinflación. Y yo decía que esa idea de repetición niega la idea de la dialéctica de la historia. Por eso el concepto de continuidad: si nosotros no cambiamos las causas, los efectos son muy similares. En 2001 estábamos viviendo situaciones causales muy parecidas a las previas, como había sido la especulación financiera, el aumento desmedido de la deuda sin contrapartida en obra pública o algo que se le parezca. Me interesaba decir que era una continuidad de una burguesía terrateniente y financiera muy egoísta que había marcado las bases de un país que terminaba con crisis cíclicas muy parecidas.
–¿Cómo caracterizás al Gobierno de Mauricio Macri: reiteración o continuidad?
–Creo que el macrismo es la continuidad del menemismo y del delarruismo, especialmente en la forma de atacar a la industria nacional, a la educación y a la salud pública. La utilización de ciertos términos es importante, no es una cuestión de preciosismos, sino de decir las cosas como corresponden. Porque cuando se dice: «El macrismo o el menemismo abandonaron la educación pública», de ninguna manera, no la abandonó, la atacó, son cosas diferentes. Incluso en el derecho penal está tipificado distinto el abandono de personas que el asesinato. Acá hubo una intencionalidad de atacar a la educación pública, la salud pública, la seguridad social. Que consiste en quitarle presupuesto. Vos sabés que si estás reduciendo presupuesto en salud estás matando gente. Y cuando estás reduciendo presupuesto educativo se condena a la marginalidad a una cantidad de gente. Son acciones de carácter absolutamente consciente que no tienen que ver con el abandono y la desidia sino con la voluntad explícita de hacer algo.
–¿Cómo evalúa al Gobierno actual?
–Este Gobierno solo tuvo tres meses sin pandemia, por lo tanto, juzgarlo como si estuviéramos en circunstancias normales sería tremendamente injusto. Pero en este contexto, hay un Estado activo, por supuesto no todo lo que uno quisiera, me parece que falta inversión pública y hay con qué. Pero se ha hecho muchísimo. Solo hace falta preguntarse cómo estaríamos atravesando la pandemia en un Gobierno con Macri. Hay una diferencia de concepto. Es un Gobierno peronista que le ha dado una participación activa al Estado. Y me parece que la conformación diversa que tiene el frente lleva a tironeos en donde hay una lentitud en tomar decisiones que tienen que ver con la atención a los más necesitados en términos más fuertes. La creación de cooperativas de trabajo, de microemprendimientos. No tantos planes sociales, que sabemos que son degradantes y que sirvieron para ciertos momentos, sino más bien el aporte para tareas productivas que dignifican y además potencian la economía.
Télam
–El historiador Ezequiel Adamovsky, entrevistado por Acción a comienzos del macrismo, dijo que estábamos todavía en el proceso histórico 2001, con su espíritu de reclamo y reivindicaciones sociales, y que el macrismo lo venía a cerrar. ¿Coincidís? ¿Creés que lo logró?
–No sé si lo cerró. Porque durante el mismo macrismo hubo mucha resistencia. Para mí vino a continuar lo que quedó trunco en la crisis de 2001. A continuar ese modelo exclusivista y para pocos que implantó el menemismo y que era el modelo de la dictadura. Y el modelo de los liberales argentinos que tienen larga prosapia que uno podría situar de la generación del 80 en adelante con distintas alternativas. Siempre con un profundo desprecio por lo popular y la democracia. Algún intelectual dijo alguna vez que el PRO era una derecha democrática. Yo no coincido en absoluto. La derecha nunca fue democrática. Le cuesta bastante admitir cuando pierde y mantener las reglas de la democracia. Hoy judicializa todo lo que le molesta, con la tranquilidad de saber que el poder judicial es mayoritariamente conservador y de derecha.
–El kirchnerismo vincula su historia con los 70, ¿no creés que hace falta alguna referencia a su participación en la política en los 90?
–Tampoco fueron tan importantes en los 90. Pero probablemente podría haber ocurrido algún tipo de autocrítica que ciertamente no hubo. Pero la verdad es que fue interesante el vínculo con los 70. Esto dio lugar a mucha publicación y producción historiográfica; que mucha parte de la academia, particularmente los más jóvenes, se volcaran a estudiar fuertemente esa época. Un período que estaba por fuera del análisis académico.
–¿Qué te sucede al saber que además de ser referencia en los ámbitos académicos también hay gente común que te cita en conversaciones?
–Es lo mejor que me puede pasar. Y me pasan cosas muy graciosas de gente muy humilde que me para por la calle, y a veces ni me saludan porque pareciera que venimos conversando ya, y me dicen, por ejemplo: «Che, Pigna ¿quién mató a Dorrego? ». A veces me agarran medio descolocado. La otra vez, un domingo a la mañana yendo a comprar el pan, una señora me pregunta «¿Pero al final cómo lo definirías a Lavalle?». ¡Bueno, déjeme un ratito que me despierte! (risas) Es muy lindo eso. Sé que estoy a veces presente en algún asadito cuando se habla de temas políticos o históricos. Eso me encanta y me pasa mucho, tuve la suerte de recorrer todo el país cuando se podía, ahora lo hago por Zoom. Es lindo que la gente te reconozca, esté de acuerdo o no. Es bueno que uno sirva para instalar algo tan importante como la historia.
–El año pasado se publicó tu biografía de Carlos Gardel. Allí lo mencionás como el primer argentino con trascendencia internacional. Maradona fue otro que traspasó las fronteras, hasta desbancándolo de la frase popular: «¿Quién sos, Gardel?». ¿Ese tipo de frases ilustra la dimensión de las dos figuras?
–Claro, Gardel y Maradona son dos de los ídolos populares más potentes, por fuera de la política, y con más trascendencia internacional. Los dos provenientes de los sectores populares, los dos orgullosos de su origen y los dos con velatorios realmente multitudinarios, de un profundo dolor popular y de un gran agradecimiento. Cuando uno lee las crónicas de la muerte de Gardel en el diario Crítica, por ejemplo, dice que las palabras más escuchadas eran «Gracias Carlitos», y las palabras más escuchadas en el de Maradona fueron «Gracias Diego». Tiene que ver con el profundo agradecimiento que tienen los sectores populares con aquella gente que le dio de las pocas alegrías que ha tenido en su vida. Uno ve el componente social de los dos velatorios y era ampliamente de sectores populares.
–Digamos que las críticas que se escucharon en los medios al velatorio de Maradona tienen que ver con la extracción social que hay allí.
–Sí, tenemos un conjunto de «sommeliers» de velorios. Un triste oficio. Lo mismo ocurrió en el de Gardel con monseñor Franceschi, que era un fascista y tiene una calle y un colegio en Buenos Aries gracias al dictador Onganía. Hizo toda clase de críticas a Gardel y fundamentalmente del entierro dijo: «Lo están enterrando las prostitutas pintarrajeadas, los malevos, la gente de baja estofa del pueblo argentino». Y termina extraordinariamente: «Afortunadamente en tres meses nadie se acordará de él». Por suerte en tres meses nadie más de acordó de Franceschi, salvo Onganía. Además, le contestó hermosamente en su momento Raúl González Tuñón en una necrológica que finalizó diciendo: «Cuando el pueblo llora, el resto se calla».