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Residuos plásticos, sin solución

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Marcelo Torres

En poco más de medio siglo este material ha provocado una crisis planetaria. En la cumbre que acaba de concluir en Corea los Gobiernos no lograron ponerse de acuerdo para frenar la polución.

Víctimas. De los millones de residuos plásticos que se desechan, muchos van a parar o son arrojados a los mares. Los animales son los principales afectados.

Foto: Shutterstock

De los diferentes tipos de contaminación que existen, la provocada por residuos plásticos es una de las mayores amenazas que se cierne sobre la salud humana y el medioambiente. Los desechos plásticos resultan uno de los problemas ecológicos más apremiantes y requiere de medidas urgentes por parte de todos los países del planeta.

Se estima que las grandes empresas producen 400 millones de toneladas de plástico cada año. Buena parte de ese material –de muy lenta degradación–, cerca de 13 millones de toneladas, va a parar a cursos de agua, lagos y mares. Muchos residuos llegan a las playas, otros terminan conformando islas de plásticos de varios kilómetros de extensión flotando en distintos océanos, otros van a parar al estómago de muchos animales y otros terminan descomponiéndose en fragmentos diminutos (micro y nanoplásticos), muchos de los cuales quedan flotando en el aire y pasan a los pulmones humanos o son ingeridos por peces que a su vez son luego consumidos como alimento por las personas.

Según una reciente investigación publicada en Science Advances, apenas 56 grandes empresas son las responsables de más del 50% de los residuos plásticos «de marca» (gaseosas, aguas minerales, envases de lácteos, etcétera) en todo el globo.

Reunión en Busan
En vista del grave problema que representan, un grupo de países –con el impulso del Programa para el Ambiente de la Organización de las Naciones Unidas– viene reuniéndose desde 2022 para llegar a un tratado vinculante mundial para frenar la contaminación por plásticos. La última reunión fue la denominada quinta ronda del Comité de Negociación Internacional (INC-5), que concluyó a principios de diciembre en Busán (Corea del Sur). La mala noticia es que los 3.300 delegados de 177 países (representantes de empresas, Estados, organizaciones civiles y científicos) no lograron compatibilizar sus intereses y las reuniones terminaron sin acuerdo; algo que muchos consideran un fracaso, dado que buena parte deberá tratarse nuevamente en 2025.

El punto de conflicto estuvo en el alcance del tratado: si debe considerarse frenar la incesante producción de plásticos, o solo centrarse en la gestión de la contaminación de los residuos. Es decir, más de 100 naciones –siguiendo una propuesta de Panamá– quieren limitar la producción de plásticos, y en especial los de un solo uso; mientras que un puñado de países –petroleros– exigen concentrar todos los esfuerzos en la administración de los residuos como único modo de paliar este problema global, retrasando así las negociaciones.

Según la consultora internacional en medioambiente Eunomia, India, Corea del Sur, Arabia Saudita, China y Estados Unidos fueron los cinco principales productores de polímeros durante 2023. «Nunca hubo consenso», dijo precisamente el delegado saudita Abdulrahman Al Gwaiz, cuyo país se opone firmemente a reducir la producción. «Está claro que persisten las divergencias», expresó a su vez Inger Andersen, directora del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma). Pese a todo, las rondas seguirán en 2025.


Intereses económicos
Ana Carolina Ronda –investigadora del Instituto Argentino de Oceanografía (IADO) y autora de diversos trabajos relacionados con la polución marina por residuos, incluidos los plásticos– dice que «no lo llamaría fracaso, sino que se dio un paso más en este tema que es la producción y la contaminación por plásticos, y demuestra lo compleja que es esta problemática, poniendo de manifiesto el interés económico de un sector de países en relación con otros».

Según la doctora en bioquímica, «mientras algunos buscan reducir significativamente la producción del plástico, otros, especialmente aquellos que tienen economías dependientes de la industria petroquímica, se oponen a cualquier medida que limite la producción. Irán, Arabia Saudita, Rusia, bloquearon las propuestas que buscan establecer objetivos vinculantes para reducir la producción. La presión ejercida por la industria que se beneficia de la producción de plásticos justamente ha sido señalada como un obstáculo importante en el avance de este acuerdo».

A ello se refería también el presidente de las conversaciones, el ecuatoriano Luis Vayas Valdivieso, cuando el último día declaró que «algunos temas críticos nos impiden alcanzar un acuerdo integral».

INC-5. Argentina también fue participante de la quinta ronda del Comité de Negociación Internacional, pero no pudo llegarse a un acuerdo para firmar un tratado.

Foto: UNEP / Duncan Moore

Según Ronda, «la discusión sobre si priorizar por un lado la reducción de la producción o por otro lado mejorar los sistemas de reciclaje es compleja, el tratado en realidad busca abordar todo el ciclo de vida del plástico –aclara la científica–: desde la producción hasta su eliminación. Me refiero también a las regulaciones que obligan a los productores de plásticos indicar los aditivos que se les agregan para mejorar su propiedades físico-químicas, que es una de las principales causas por la cual es, luego, difícil el reciclaje completo de ese plástico».

Por otro lado, según la perspectiva de la investigadora del IADO, «mejorar los sistemas de reciclaje también es crucial ya que actualmente solo un 9% del plástico puede reciclarse efectivamente. Por lo tanto, se debe tener un enfoque equilibrado que combine ambas estrategias, la producción y el reciclaje que, creo, va a ser el camino más acertado».

Por todas partes
La producción de productos plásticos se aceleró después de la Segunda Guerra Mundial y ya nunca más paró. Es difícil imaginar la vida actual sin productos de plástico. Están, literalmente, en todos los rincones de cualquier hogar, en los supermercados, en los automóviles, en pequeños y grandes electrodomésticos, en la ropa, en dispositivos médicos y en todas las construcciones del planeta.

Por lo tanto, el plástico es muy útil, pero al mismo tiempo muy contaminante. Especialmente los plásticos de un solo uso, que representan el 40% del total que se produce cada año: vasos, utensilios y bolsas de compras son una amenaza cada vez mayor al medioambiente. Productos que tienen una vida útil de apenas horas o incluso minutos, pueden persistir durante cientos de años en la tierra o el agua.

¿Pero se puede hacer algo entonces para evitar o al menos aminorar este problema que parece irresoluble? Ronda cree que «las ciudades y los países pueden adoptar distintas regulaciones para restringir el uso de plásticos, sobre todo el de un solo uso; fomentar alternativas sostenibles y mejorar las infraestructuras de reciclaje, además de ofrecer incentivos económicos para las empresas que utilicen materiales reciclados e implementar campañas educativas para informar al público».

«Pero también me gusta pensar –dice la científica– “¿qué puedo hacer yo desde mi casa?”. Por un lado, cuando vas a un comercio no aceptar bolsas de plástico, llevá las tuyas, de tela, de fliselina. Después separá en tu casa los residuos. Aunque muchos municipios todavía no tengan la recolección diferencial, lo podés hacer en tu casa y llevarlos al centro de acopio más cercano», aconseja Ronda.

La científica hace especialmente hincapié en la reutilización de envases. «Cada vez que se pueda, intentar no comprar productos empaquetados. Hay muchos lugares donde venden las cosas a granel, donde vas con tus propios bidones y podés hacer un re-llenado. Y a todo el plástico que se tenga en la casa, volver a darle una vida útil».

Para Andersen, directora del Pnuma, «el compromiso de ponerle fin a la contaminación por plásticos es claro e innegable». Habrá que esperar, entonces, a la INC-5.2 2025 para ver si tanto las grandes empresas como los Estados y los científicos consiguen llegar a un acuerdo que permita frenar de una vez por todas un tipo de contaminación –entre las muchas que ya hay– que parece imparable.

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