8 de agosto de 2023
Ya no se habla de calentamiento: ahora la tierra hierve. Los datos de las últimas semanas anticipan escenarios de riesgo. El futuro de un mundo en llamas.
Turquía. Inédito descenso en el nivel del agua del lago Van, consecuencia de la evaporación producida por el constante aumento de la temperatura.
Foto: Getty Images
Del calor al hervor y de la urgencia a la emergencia. Los datos meteorológicos de las últimas semanas a nivel global encienden todas las alarmas y parece que ya no alcanzan las advertencias ni las palabras para describir la realidad de un nuevo clima extremo, donde los récords de temperatura se superan cada año y las imágenes de incendios forestales y tormentas intensas se repiten cada vez con mayor frecuencia.
Según el secretario general de las Naciones Unidas António Guterres, «se terminó la era del calentamiento global para entrar a una nueva era: la de la ebullición global». El planeta se derrite y cada vez queda menos tiempo para actuar, que significa ante todo recortar drásticamente el uso de combustibles de origen fósil (petróleo, gas y carbón) para que disminuyan las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de los grandes contaminadores mundiales: China, Estados Unidos y Europa.
El problema de la crisis climática es ahora y es acá, ya no queda en el futuro ni en países lejanos o en documentales de Netflix. Para muestra, alcanza con repasar lo que fueron las temperaturas en buena parte del país durante los primeros días de este mes: CABA comenzó agosto con más de 30 grados centígrados, el comienzo de agosto más cálido en 117 años de datos según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), que informó que el récord anterior fue el 1° de agosto de 1942, con 24,6 grados. Además, desde el 21 de agosto de 2014 no se superaba en la Ciudad la barrera de los 30 grados durante el invierno.
En la zona núcleo agropecuaria pasó lo mismo, con máximas récords que no se habían registrado en los últimos 100 años, según la última Guía Estratégica del Agro de la Bolsa de Comercio de Rosario, «estas altas temperaturas se suman a un julio inusualmente cálido, en el que se ha duplicado la media mensual para la región. Estas condiciones extremas están impactando en el cultivo de trigo y generando preocupación entre los agricultores y técnicos de la zona»
Al condicionante, a esta altura estructural, que significa un planeta recalentado por la actividad humana, se suma este año la ocurrencia de un evento de El Niño, un fenómeno originado en el océano Pacífico que afecta los patrones de tiempo en todo el planeta. Por eso, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en estos meses se espera «una amplificación de eventos extremos que incluyen sequías, inundaciones, huracanes, olas de calor e incendios forestales».
Predicciones y advertencias
«Se terminó la era del calentamiento global, ha comenzado la era de la ebullición global. Julio tuvo el período de tres semanas más caluroso jamás registrado; los tres días más calurosos registrados y las temperaturas oceánicas más altas para esta época del año jamás registradas», escribió Guterres en las redes sociales hace pocos días atrás. Y agregó: «Para todo el planeta, es un desastre. Y para los científicos, es inequívoco: los humanos son responsables. Todo esto es totalmente consistente con las predicciones y las repetidas advertencias. La única sorpresa es la velocidad del cambio».
El cambio climático ya es una realidad, las temperaturas globales no han parado de aumentar desde 1850 (cuando comenzó la Revolución Industrial) y este año superamos varias veces la barrera del aumento de 1,5 grados por encima de los valores promedio preindustriales. Julio pasado fue el mes más caluroso registrado en toda la historia y la temperatura media global del aire en superficie promediada durante los primeros 23 días de julio de 2023 fue de 16,95, un valor que –según información del SMN– «supera ampliamente» los 16,63 grados registrados para todo el mes de julio de 2019, que hasta ahora era el más cálido de la historia.
«América del Norte, Asia y Europa sufrieron un intenso calor durante las primeras tres semanas de julio. Los incendios forestales devastadores y las olas de calor dejaron decenas de víctimas y millonarias pérdidas económicas», explicaron desde ese organismo estatal. El 6 de julio se convirtió en un día histórico al superar el récord diario de agosto de 2016, alcanzando un valor de 17,08 grados. El aumento de la temperatura global promedio superó dos veces el umbral crítico de 1,5 grados: «El cambio climático sigue avanzando y las emisiones antropogénicas son la principal causa detrás de este aumento preocupante», dice el SMN.
Además, las temperaturas diarias de la superficie del mar en los océanos extrapolares globales siguen en valores nunca vistos, una situación que plantea preocupaciones sobre los ecosistemas marinos y el clima global.
América Latina y su «círculo vicioso»
Los fenómenos meteorológicos extremos y los choques climáticos se están agravando en América Latina y el Caribe, a medida que se aceleran la tendencia al calentamiento a largo plazo y el aumento de nivel del mar, según una investigación publicada hace dos semanas por la OMM. En los últimos 30 años, las temperaturas han aumentado un promedio de 0,2 grados por década, «la tasa más alta de la que se tiene constancia», según el informe «El estado del clima en América Latina y el Caribe 2022». En ese documento aparece lo que los expertos llaman «el círculo vicioso» de los impactos del cambio climático sobre los países y las comunidades locales.
Un ejemplo: la sequía prolongada provocó una caída de la producción hidroeléctrica en América del Sur, lo que a su vez provocó un fuerte aumento de la demanda de combustibles fósiles. Otro: el calor extremo y la sequía generó períodos de incendios forestales sin precedentes, lo que hizo que las emisiones de dióxido de carbono alcanzaran los máximos niveles de los últimos 20 años.
«El deshielo de los glaciares ha empeorado, amenazando los ecosistemas y la futura seguridad hídrica de millones de personas. En el verano de 2022 se produjo una pérdida casi total del manto de nieve en los glaciares de los Andes centrales, de modo que capas más sucias y oscuras de los glaciares absorbieron más radiación solar, lo cual a su vez aceleró el deshielo», explica el documento de esa organización internacional.
La economía, al horno
La economía argentina, muy dependiente de las divisas que aportan las exportaciones del complejo agroindustrial, sufre de primera mano las consecuencias del clima extremo. Según estimaciones de la Bolsa rosarina, en los dos últimos años se perdieron al menos 20.000 millones de dólares por los recortes en la producción de soja, maíz y trigo que generó la sequía.
Si bien este año las expectativas están puestas en el cambio de tendencia meteorológica y la llegada de El Niño (que en el centro de Argentina se asocia con mayores niveles de lluvia), hasta ahora el clima no termina de normalizarse. Así lo demuestra el estado del principal cultivo de invierno, el trigo, afectado por las altas temperaturas que se vienen registrando aún en pleno invierno.
«El trigo requiere horas de frío para producir macollos, pero las elevadas temperaturas de julio aceleraron las tasas de desarrollo y crecimiento del cultivo, lo que puede acortar el período de macollaje. Esta aceleración del macollaje puede resultar en un menor número de espigas por metro cuadrado y afectar el rendimiento del trigo», señala un informe de esta semana de la Bolsa de Comercio de Rosario. Los expertos del organismo agregan que en algunas localidades de la zona núcleo agropecuaria «se ha observado una disminución del 50% en la producción de macollos respecto a un año normal».
Como un perro que se muerde la cola, el sector agroindustrial –que en Argentina es responsable del 37% de las emisiones contaminantes, según el último inventario realizado por el ministerio de Ambiente de la Nación– es víctima y victimario del clima extremo. Un escenario que llegó para quedarse y que exige salir con urgencia de la «ceguera ambiental» de la cual habla la socióloga Maristella Svampa, para poder pensar los términos de una nueva ecuación de desarrollo que prescinda de las miradas puramente economicistas e incorpore de forma transversal criterios de respeto al ambiente y sus múltiples formas de vida.
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