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En el cielo, los satélites

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Nicolás de la Barrera

Cada vez es más difícil mirar las estrellas: negocios como Starlink, de Elon Musk, imponen barreras a la observación astronómica. El firmamento, privatizado.

SHUTTERSTOCK

Desde un comienzo, la humanidad miró hacia el cielo: a partir de la observación de las estrellas las personas distinguieron las estaciones del año, organizaron sus cultivos, navegaron y crearon sus mitologías. 
Pero el incesante desarrollo de las sociedades convirtió al firmamento en un medio que, con el correr de los siglos, se hizo cada vez más dificultoso de apreciar en todo su esplendor: primero, la contaminación por la combustión de basura; luego, la contaminación lumínica; finalmente, los cada vez más altos edificios de las ciudades fueron sumando sucesivas barreras para acceder al espacio profundo a ojo desnudo. Y, desde hace cuatro años, un nuevo obstáculo se interpone  entre las estrellas, planetas –el cielo tal como se ve sin artificios– y nosotros, advierten desde la comunidad astronómica internacional, a partir de la aparición de Starlink, la empresa del magnate estadounidense de origen sudafricano Elon Musk, dueño de empresas como Tesla y SpaceX.
Starlink es otro de los proyectos de Musk y apunta al servicio de internet de «alta velocidad» a través de la puesta en órbita de miles de pequeños satélites en todo el mundo. 
La firma explica que estos, ubicados en una órbita baja, permiten «videollamadas, juegos en línea, transmisión y otras actividades de alta velocidad de datos que históricamente no han sido posibles con internet por satélite». Dependiendo la hora y el  sitio en el que una persona se encuentre se pueden ver pasar a simple vista: se trata de «constelaciones» de punto brillantes que, en cantidad, producen una imagen distorsionada del firmamento (ya intervenido por los brillos de los satélites de grandes dimensiones que cruzan el cielo a toda hora o de la Estación Espacial Internacional). Y si bien estos «trenes de puntos brillantes» no dejan de ser algo atractivo de ver para el común de las personas, para la comunidad astronómica de todo el mundo, incluida la argentina, no son más que un dolor de cabeza por las dificultades que plantean para la observación e investigación del espacio desde la Tierra. 

Industrialización espacial
Las constelaciones de satélites como Starlink, que recientemente anunció que comenzará a brindar internet en Argentina, «generan problemas de diverso tipo, afectando a todos los que utilizan el cielo nocturno como recurso: astrónomos profesionales y aficionados, ambientalistas, todos aquellos que observan el cielo y quienes preservan su cultura en historias en las estrellas. Esta rápida industrialización del espacio afecta severamente los valiosos recursos observacionales astronómicos», afirma Mariano Javier de León Domínguez Romero, investigador independiente del Instituto de Astronomía Teórica y Experimental (Universidad Nacional de Córdoba – CONICET) y consultor en este ámbito de la Asociación Argentina de Astronomía. 
Diego Bagú, director del Planetario de la Ciudad de La Plata, por su parte, explica que «para obtener imágenes de objetos celestes (estrellas, planetas, galaxias, nebulosas, etcétera), deben realizarse exposiciones de larga duración. Si durante la misma, por delante de la cámara pasa un objeto brillante como un satélite, entonces dejará todo un trazo sobre la imagen. En otras palabras, la toma quedará «rayada». «Está claro que de no minimizar el brillo de los satélites, Starlink representará un serio problema para la observación astronómica desde la superficie terrestre», sostiene Bagú. 
Que una imagen quede rayada puede parecer un «problema menor». Sin embargo, los observatorios para el uso de los telescopios tienen turnos limitados que son asignados con meses de anticipación y una imagen afectada puede echar a perder todo un trabajo de investigación. 

Situación compleja
Actualmente Starlink tiene en órbita más de 1.400 satélites pero la empresa tiene proyectados hacer uso de más de 30.000 de estos dispositivos. El cielo quedaría minado de satélites y evitar que estos se interpongan ante los telescopios resultaría una tarea quijotesca.
«Debemos tener en cuenta que el gran inconveniente reside en que esta constelación satelital de SpaceX es solo uno de los sistemas de internet satelital que se están implementando. Es decir, la situación es mucho más compleja de lo que ya existe, ya que habrá muchas más empresas que deseen brindar este servicio», agrega Bagú. 
Domínguez Romero, aclara: «Esto no es una disyuntiva tipo ciencia versus internet y las constelaciones de satélites no son la única solución. Hay que evaluar las alternativas viables incluyendo fibras ópticas desde las perspectivas de costo, infraestructura e impacto». 
Si bien la comunidad astronómica avanza en negociaciones con las empresas y se esbozan regulaciones, la problemática planteada parece de difícil solución: «Por las características que conllevan las constelaciones de satélites, observo una gran complejidad para minimizar los efectos producidos sobre la observación astronómica desde Tierra –explica Bagú–. Realmente es una situación muy difícil de resolver, ya que por un lado la observación astronómica se encontraría seriamente comprometida, y por el otro, hay toda una industria generadora de fuentes de trabajo e ingresos monetarios realmente significativos», aclara el científico. 

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