Sociedad | UNA RED EN CRISIS

Elon Musk: rompan todo

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Esteban Magnani

El magnate sudafricano trata de sacar a flote Twitter, pero con cada medida lo hunde más. Enfrentarse a trompadas con Mark Zuckerberg tampoco parece la solución.

Elon Musk es una persona acostumbrada a la desmesura. Sin embargo, en los últimos tiempos el otrora hombre más rico del mundo no se destaca por sus aciertos sino por la magnitud de sus errores, contradicciones, marchas y contramarchas. En una sociedad que festeja el éxito como prueba de inteligencia y méritos individuales, resulta difícil entender la cantidad de errores no forzados que cometió y que ahora le están pasando factura. 
Entre 2021 y 2022 el sudafricano batió el récord Guiness de pérdida de dinero en menos tiempo: 182 mil millones de dólares. La realidad es que mucho de ese dinero nunca existió de manera tangible, sino en el volátil formato de acciones de empresas cuyo valor está fuertemente ligado a las expectativas, las mismas que Musk supo cultivar, pero que viene dilapidando. Más difícil aún resulta comprender si en realidad el empresario sudafricano siempre tuvo un comportamiento tan errático pero lo disfrazó de la presunta excentricidad que ostentan los genios.
Otra posible explicación sugiere que inició su carrera en el lugar y momento indicados en el mundo de internet y luego explotó su aura de genio meritocrático para que sus proyectos más fantasiosos lograran generar expectativas pese a, en algunos casos, la pobreza de sus resultados. Un ejemplo de esto es la Boring Company, fundada en 2016, que se dedica a hacer túneles para reducir el tráfico en la superficie. La estrella del proyecto es la tunelera Prufrock que, supuestamente, necesita dos días de preparaciones para comenzar a trabajar y es capaz de hacer 11 kilómetros de túneles diarios. De momento solo concluyó un túnel de menos de 3 kilómetros en Las Vegas por el que circulan coches de Tesla. Otra compañía que coquetea con el ridículo es Neuralink, que lleva años prometiendo interfaces cerebro-máquina pero cuyos avances dejaron mucho que desear. Que estas empresas sobrevivan se debe en parte al aura de su fundador, que sigue atrayendo inversionistas esperanzados de que se concrete alguna promesa.
Por otro lado, Musk tiene dos grandes compañías que crecen. Una de ellas es SpaceX, fundada en 2002, que ofrece servicios aeroespaciales y depende sobre todo de contratos con el Estado norteamericano. La otra es Tesla, que aumenta sus ventas, pero cuya cotización depende de las expectativas de crecimiento infinito que acompañó a las corporaciones tecnológicas hasta hace unos meses: la empresa fabricante de autos eléctricos, por ejemplo, llegó a valer doce veces lo que General Motors vendiendo casi la mitad de autos. La comparación indica que la cotización bursátil de la empresa estaba más ligada a las expectativas que al negocio contante y sonante. Ahora que las expectativas cayeron, Tesla vale un 27% menos que hace un año, una cotización más cercana a su realidad.
Por si estos problemas fueran pocos, Musk saltó a una pileta que tenía poca agua y, para peor, se encargó de vaciarla más: Twitter

El peso de Twitter
A los pocos días de hacer una oferta excesiva por Twitter, Elon Musk quiso echarse atrás, pero ya era tarde. Luego de algunos vanos intentos por revertir la propuesta, algo que desvalorizó a la empresa aún más, el 27 de octubre de 2022 terminó quedándose con esta red social deficitaria. La sucesión de errores posteriores es conocida: despidos masivos que paralizaron la red, recontrataciones, anuncios de que cobraría por la autentificación de las cuentas, simuladores que pagaron por nombres de usuarios de empresas o famosos y tuitearon en su nombre con efectos dramáticos
Estas y otras señales de caos lo empujaron a anunciar a fines del año pasado que contrataría a un CEO para poder enfocar su energía en las cuestiones tecnológicas. En mayo nombró a Linda Yaccarino, aunque siguió con sus anuncios intempestivos y contradictorios en la red.
Si bien Twitter no había logrado bajo las gestiones anteriores presentar balances satisfactorios para los accionistas, Musk solo empeoró las cosas. En la actualidad enfrenta una ola de juicios luego de suspender las tratativas que tenía Twitter con diecisiete discográficas. Es que, a diferencia de otras redes sociales, no impide que se utilice música protegida por copyright. La demanda total es por 1.700 canciones que representan unos 250 millones de dólares. 
Otra cosa que no estaba rota, pero Musk está encargándose de quebrar, es el acuerdo con dos de las grandes corporaciones tecnológicas. Por un lado dejó de pagarle a Google Cloud por los servicios de filtrado de spam, fraudes, contenidos violentos y contenidos similares. Si la empresa deja de brindarle el servicio ya no habrá contención para la inundación de toxicidad que siempre amenazó con ahogar a Twitter. Por otro lado, la red social lleva meses intentando renegociar su contrato con Amazon por alojamiento ya que nunca usó todo lo que se había propuesto al firmar el acuerdo en 2020. Como no lo logró, simplemente dejó de pagar en marzo último por lo que Amazon puede cortarle el servicio y quitar la publicidad de esa red. El candidato a presidente republicano Ron de Santis utilizó el servicio Twitter Spaces para tener una conversación en vivo con Elon Musk. Primero, el inicio se retrasó por problemas técnicos. Luego, a los 21 minutos de comenzada la charla, el sitio colapsó. ¿Problemas con los servidores? 
Si bien Twitter ya no cotiza en bolsa, a fines de mayo una nota de Forbes calculaba que su valor había caído de los 44.000 millones de dólares que pagó Musk a unos 15.000. El problema es que el sudafricano es un jugador que sigue apostando para recuperar lo ya perdido, pero solo logra perder más. 
La frutilla que corona tantos errores es el último anuncio de Musk de limitar la lectura de tuits a 600 diarios (luego lo aumentó a mil) para quienes no paguen el servicio «blue», que sale cerca 10 dólares por mes, dependiendo de dispositivos y planes de pago. La apuesta de la red es por demás riesgosa: ya venía perdiendo usuarios y anunciantes sin cobrar por el uso. Sumar la necesidad de pagar seguramente va a espantar a miembros acostumbrados a la gratuidad de las redes a las que, además, ya saben, pagan con datos. Oliendo sangre, Mark Zuckerberg, CEO de Meta, lanzó su propia red social de microblogging Threads que es básicamente igual a Twitter. 
Para sumar más delirio a la situación, Musk respondió a la afrenta de su competidor desafiándolo a «una pelea de jaula». Lejos de mostrar sensatez, el fundador de Facebook respondió «Decime dónde». «Octágono de Las Vegas», dijo el sudafricano. Increíblemente, hay quienes creen que dos de los hombres más ricos del mundo se enfrentarán a trompadas. Si lo hacen, seguramente quedarán los dos muy golpeados. En más de un sentido.

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