17 de mayo de 2021
La evidencia científica demuestra que el uso de tapabocas es eficaz para reducir la propagación del SarsCov-2 y minimizar la exposición de quien lo utiliza. Una costumbre que hasta hace poco estaba restringida al personal de salud y hoy llegó para quedarse.
(Télam)
Antes de salir: llave, celular, billetera, documentos y barbijo. O tapabocas, mascarillas, cubrebocas, nasobucos. Muchas formas de llamarlos y un solo objetivo: protegerse. Estos accesorios que hasta hace poco solo estaban vinculados al personal de la salud, llegaron para quedarse.
La pandemia de coronavirus obligó a adoptarlo en forma generalizada. Hace un año tímidamente se empezó a incorporar en el país y con el correr de los meses fueron desfilando desde precarios diseños caseros con trozos de tela y bandas elásticas hasta que se impusieron modelos más eficaces y diseños anatómicos de materiales más seguros. Hoy, que las voces expertas señalan a los aerosoles como la principal vía de propagación del virus, la efectividad de los barbijos se impone como un factor determinante para protegerse a uno mismo y a los demás.
El uso correcto es fundamental para reducir riesgos de contagio y así lo advierten desde los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. «Las mascarillas son más efectivas si todos las usan, pero no todas las mascarillas ofrecen la misma protección», señalan, y agregan que «cómo ajusta una mascarilla, si filtra bien el aire y la cantidad de capas que tiene son factores importantes a considerar al elegir la que va a utilizar».
La científica estadounidense Linsey Marr, profesora de ingeniería civil y ambiental e investigadora de la interacción de virus con la atmósfera, explica que «las mascarillas funcionan en las dos direcciones: reducen la cantidad de virus que sale de una persona infectada (“control de la fuente”) y también reducen la cantidad de virus que inhalamos al respirar».
Científicas y científicos del CONICET, la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) vienen enfrentando el desafío que implica desarrollar elementos de protección personal según los requerimientos internacionales. A mediados del año pasado, el equipo de investigación desarrolló dos productos (uno antiviral, bactericida y fungicida y otro bactericida) para aplicar sobre telas de algodón y poliéster para fabricar un barbijo de uso social, el Atom Protect, capaz de prevenir la acumulación de virus, bacterias u hongos tanto al inhalar como al exhalar y disminuir la carga viral.
Pero también los barbijos caseros son eficientes si cumplen algunos requisitos y se utilizan en forma correcta. Emilce Vicentín es bioingeniera y trabaja en la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) como investigadora del Programa de Evaluación de Tecnologías Sanitarias, donde realiza informes sobre productos médicos basados en la síntesis de la mejor evidencia científica disponible, y recomienda «el uso de cubreboca/nariz caseros de tres capas, dos de tela y una servilleta de papel en el medio, que absorbe mucho la humedad». Vicentín subraya que «es importante mantenerlo limpio, no tocarlo, lavar las manos antes de quitarlo y dejarlo siempre en un lugar seguro y limpio». Y aclara que no lo llama solo «tapaboca» porque ante la literalidad, «muchos pueden pensar que solo debe tapar la boca». «Los cubreboca/nariz no son la hamaca de la papada» ilustra.
Un bien escaso
Al inicio de la pandemia los barbijos eran un bien escaso, la industria local de barbijos quirúrgicos no estaba preparada para una demanda masiva y los N95, de uso exclusivo para el personal médico, también estaban en falta. «El uso de barbijos quirúrgicos y respiradores N95 en la población fue desaconsejado por todas las organizaciones, las agencias sanitarias, las sociedades científicas y expertos locales e internacionales, quienes indicaron que dada su condición de productos críticos, debían ser considerados de uso exclusivo del equipo de salud» explica Vicentín, y señala que ambos productos médicos están regulados por la ANMAT y son parte de lo que denomina EPP (Equipos de Protección Personal). Los N95 son los que mejor filtran (en un 95% las partículas de 0,03 micrómetros) y los que mejor se ajustan a la cara sin entreabrirse. Pero no se fabrican en el país, su costo es elevado y su uso es exclusivo para el personal sanitario.
Los barbijos quirúrgicos, en un principio reservados al ámbito sanitario, se fueron incorporando masivamente, tienen una parte exterior impermeable y una interior que absorbe la humedad. Paralelamente, fueron proliferando barbijos de tela caseros o comerciales, cuya capacidad de filtración ronda el 70%. Los hay descartables, lavables, de neoprene o de algodón. Como se trata de un producto no estandarizado, las recomendaciones básicas son que tenga varias capas de tela respirable y trama cerrada. Desde los CDC desaconsejan el uso de mascarillas de tela con válvulas de respiración o ventilación, «ya que permiten la fuga de gotitas respiratorias que contienen el virus».
Para aumentar la protección frente al coronavirus, los CDC recomiendan el uso del doble barbijo. «Una mascarilla al menos, pero si quieres estar realmente seguro, consigue que esté más ajustada con una segunda mascarilla», advierte Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas y asesor de la Casa Blanca.
Una opción es utilizar un tapaboca de tela por encima de un barbijo quirúrgico descartable para lograr un «sello» alrededor de la nariz y la boca y evitar así los espacios abiertos, sobre todo cuando se comparten actividades con gente fuera del entorno seguro. «El uso de dos mascarillas permite mejorar la capacidad de filtración en ambas direcciones –concluye Linsey Marr–, por lo que ayuda a protegerse mejor y a proteger a los demás».