17 de septiembre de 2022
Con la UNESCO a la cabeza, cada vez es más fuerte la presión internacional sobre el Gobierno británico para que reintegre a Grecia las esculturas del templo.
Museo Británico. Uno de los paneles del templo griego apropiados desde 1816.
Foto: AFP/Dachary
En el pasado mes de julio, un robot del Instituto de Arqueología Digital –una organización especializada en escultura con sede en Oxford– comenzó a tornear un caballo de los frisos del Partenón que se encuentran en el Museo Británico para reproducirlo exactamente. Para la ocasión, el director del Instituto, el estadounidense Roger Michel, declaró al New York Times que estaban llevando a cabo esa labor porque en el museo lo que deberían quedar son copias y no los originales.
Pero la tarea no será sencilla. Meses antes, el Museo Británico había rechazado la solicitud formal para que las esculturas fueran escaneadas. Ante esta actitud, Michel y Alexy Karenowska –director técnico–, ingresaron al edificio como visitantes normales y munidos de celulares y tabletas de alta gama crearon furtivamente imágenes digitales en 3D de algunos de los frisos, que luego fueron cargadas en robots escultores de la empresa TorArt.
El Partenón, el templo griego más célebre del mundo, fue construido entre los años 447 a. C. y 432 a. C. en la Acrópolis de Atenas por órdenes de Pericles en honor a Atenea Pártenos, la diosa protectora de la ciudad. Su ejecución estuvo a cargo de los escultores Ictino y Calícrates, bajo la supervisión del afamado Fidias.
Con el correr de los siglos se convirtió primero en una iglesia cristiana y hacia la década de 1460 en una mezquita, después de la conquista otomana. Los turcos terminaron usándolo como depósito de municiones y, debido a un bombardeo veneciano en 1687, el edificio fue destruido por una fuerte explosión. En 1806 el soldado y diplomático británico Thomas Bruce, conde de Elgin, convenció a los otomanos para que le vendieran las esculturas que decoraban uno de los frisos. Lo cierto es que Elgin consiguió llevarlas a Inglaterra y vendérselas a la Corona en 1816 como si fueran un bien propio: en total 15 paneles y 17 esculturas. Las obras de arte fueron alojadas en el Museo Británico, donde están expuestas hasta hoy. A tal punto se naturalizó la apropiación a lo largo del tiempo que las esculturas pasaron a llamarse «los mármoles de Elgin».
Un paradigma
Según señala a Acción María del Rosario Macri, doctora de la Universidad de Buenos Aires especializada en Artes y profesora de Historia de las Artes en la Facultad de Filosofía y Letras, «el templo es fuente de inspiración para la arquitectura de Occidente a lo largo de su historia».
Para Cristina Tsardikos, médica cirujana y presidenta de la Asociación Cultural Helénica Nostos, la importancia cultural e histórica del Partenón reside en que «simboliza el poder de la polis vencedora del asedio persa y el inicio del cambio cultural de la humanidad, que incluyó el origen de la democracia, el libre albedrío y el reposicionamiento del rol del hombre como ser pensante y dueño de su destino». Para la especialista, cuya asociación es una de las más importantes de Argentina en cuanto a la preservación de la cultura, la lengua y la historia griega, «visitado por millones de peregrinos que recorren hoy sus ruinas, el Partenón exhibe en su desnudez marmórea el dolor desgarrado de sus mutiladas metopas, frontispicios y frisos, que lo transforman en un paradigma del despojo moral, del avasallamiento al derecho de identidad cultural nacional que le ocasionó la ambición colonialista de Lord Elgin».
Fue en 1925 cuando algunos organismos oficiales empezaron a reclamar que las piezas tomadas por el escocés debían ser restituidas: quienes habían permitido llevarse las esculturas era invasores y por lo tanto el acuerdo era ilegal. Pero los británicos hicieron oídos sordos a esta primera demanda y a muchas posteriores. Hasta que en 1983, Melina Mercuri, primera mujer en ser nombrada ministra de Cultura en Grecia, hizo el reclamo en el mismísimo Museo Británico. A partir de allí el mundo supo del despojo y lo justo de la causa griega.
Medios ilícitos
En mayo de este año, durante la reunión anual del comité intergubernamental de la UNESCO –organismo que promueve la restitución de bienes culturales– el subdirector del Museo Británico, Jonathan Williams, alegó que «gran parte del friso fue extraído de los escombros del Partenón y estos objetos no fueron todos cortados del edificio como se ha sugerido», lo cual provocó la indignación de las autoridades griegas. La ministra de Cultura Lina Mendoni rechazó inmediatamente la afirmación y dijo con toda franqueza que «Lord Elgin utilizó medios ilícitos e injustos para apoderarse de las esculturas del Partenón y exportarlas, sin un verdadero permiso legal para hacerlo, en un flagrante acto de robo en serie».
El Partenón tiene características arquitectónicas y culturales que lo hacen único, y por las que fue declarado en 1987 Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. «Por sus dimensiones y el material utilizado (mármol pentélico) el Partenón sobresale del resto de los templos de su época –dice la profesora Macri–. El valor artístico reclama un discurso inagotable: el material, la proporción áurea en todas sus partes y la combinación armónica de los órdenes dórico y jónico».
Quienes dieron un paso importante hacia el reconocimiento de que los mármoles indudablemente pertenecen a Grecia y allí deben estar fueron los italianos. A comienzos de este año fue devuelto a Grecia el llamado «fragmento Fagan», que se encontraba expuesto en Sicilia desde 1836.
Tsardikos asegura: «El pueblo y los sucesivos Gobiernos reclaman en los foros internacionales la devolución de estas piezas a Grecia. Gran Bretaña invoca un sublime propósito de protección colonialista que retiene los mármoles supuestamente para protegerlos, presos, en exilio obligado, impidiendo a Grecia ejercer sus derechos soberanos sobre el patrimonio intangible más elemental y representativo, que es la cultura».
En tanto para Macri «sería deseable que los fragmentos del friso de la cella del Partenón regresaran a Grecia: su pueblo los gestó y realizó. En la actualidad el país reúne las condiciones para su conservación y salvaguarda». Y, tal como expresó en alguna ocasión la ministra Mendoni: «La comunidad internacional tiene derecho y exige ver esta obra maestra del arte en su totalidad, reunida aquí en el Museo de la Acrópolis, y no dividida entre Atenas y Londres».
Firme en su convicción, Tsardikos alberga la esperanza de que «llegará seguramente el día en el que los mármoles del Partenón, la cariátide del Erecteón, regresarán a su patria Grecia y descansarán bajo el cielo azul del Ática. Hasta entonces, permaneceremos en silenciosa y pacífica vigilia, despertando conciencias, difundiendo el mensaje, y aguardando el regreso de los hijos arrebatados al seno de su madre, que larga y pacientemente espera».
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