28 de junio de 2017
El 14 de mayo pasado falleció Ernestina Herrera de Noble. Para Mauricio Macri, la exdirectora del diario Clarín y principal accionista del grupo económico empresario del mismo nombre fue «figura señera del empresariado argentino, insigne abanderada de los principios de imparcialidad, libertad de expresión y pluralidad de ideas e incansable defensora de los valores democráticos». Así lo escribió el presidente en el aviso fúnebre con el que despidió de manera generosa a una de las personalidades que más hizo para que el propio Macri y Cambiemos llegaran a gobernar en la Argentina.
Más allá de la opinión presidencial y analizado desde los hechos que Herrera de Noble protagonizó durante su trayectoria al frente de Clarín, resulta difícil sostener la «imparcialidad» del medio que dirigió, y de igual manera la defensa de la «libertad de expresión» y la «pluralidad de ideas».
Desde su creación en 1945 por Roberto Noble, Clarín fue un medio periodístico caracterizado por sus alianzas con los poderes de turno, asociación de la que no excluyó ni siquiera a la dictadura cívico-militar (1976-1983), sin cuya complicidad la empresa –ya entonces gerenciada por Héctor Magnetto– no habría podido apoderarse de Papel Prensa, la mayor industria proveedora de papel para diarios de la Argentina.
Quizás el rasgo más distintivo de la gestión conjunta de la dupla Herrera de Noble-Magnetto ha sido la transformación de lo que inicialmente fue un emprendimiento periodístico gráfico en el más poderoso grupo mediático empresarial del país. Desde esa situación de poder Clarín presionó gobiernos, condicionó a la dirigencia política y condenó a la quiebra a los competidores, amparado siempre en la falaz defensa de la «libertad de expresión», solo enarbolada como excusa para fortalecer y sostener el poder construido desde los medios.