Política

Tiempos difíciles

Tiempo de lectura: ...

Además de las complicaciones en el escenario económico, la alianza oficialista enfrenta el desafío de consolidar su cohesión interna y sostener la articulación con los sectores opositores más afines en el Congreso. El rol del justicialismo y los gremios.


Otro momento. La gobernadora Vidal y el presidente, de campaña en una escuela pública. (Télam)

Nada es como antes, cuando todo parecía sonreírle al gobierno de Cambiemos y la mayoría que había logrado articular reclamaba paciencia para reconstruir una economía que supuestamente había sido devastada por sus antecesores. Desde hace varios meses, más puntualmente desde que el nuevo índice jubilatorio fue aprobado por el Congreso por una exigua diferencia, el humor social comenzó a cambiar y el blindaje mediático no alcanzó para ocultar lo que todos los índices revelaban: en solo dos años y medio una deliberada política que favoreció la especulación financiera y benefició a los grandes productores agrarios y a las mayores cerealeras en detrimento de los trabajadores y las pequeñas y medianas empresas situó al país en una complicada situación.
La disparada del dólar y los tarifazos le permitieron al macrismo conseguir uno de sus objetivos centrales: la devaluación del salario que, medida en la divisa estadounidense, se ha deteriorado en más del 25% respecto de diciembre de 2015. Claro que ese logro se obtuvo en el contexto de una inflación irreductible, altas tasas de interés, grandes desequilibrios de la balanza comercial y fuertes devaluaciones, cuestiones ante las cuales los funcionarios del área reaccionaron apelando a un enorme endeudamiento externo. Las evidentes dificultades para encarrilar la macroeconomía y los negocios para pocos produjeron resquebrajamientos en el bloque empresario, como lo demuestra el hecho de que connotados dirigentes de la Unión Industrial Argentina estén cuestionando públicamente la desprotección que sufre el sector manufacturero.

Malestar radical
Como lógica consecuencia, las inquietudes se trasladaron al ámbito político. Quienes dentro de la alianza gobernante solían acatar mansamente las decisiones sobre las que ni siquiera habían sido consultados empiezan a reaccionar para guarecerse de una tormenta que saben inminente. En la Unión Cívica Radical ya han aparecido algunas voces críticas que reclaman una mayor participación del partido en las determinaciones y crece la corriente que exige diferenciarse claramente de los lineamientos programáticos del Pro, encabezada por Ricardo Alfonsín, en tanto el histórico dirigente de la Coordinadora Luis Changui Cáceres recorre el Interior en un viejo automóvil para rescatar lo que queda del radicalismo progresista. También abundan los chisporroteos entre Elisa Carrió y la mesa chica de Cambiemos, disimulados por la habitual verborragia de la diputada. Es sabido que está siempre latente el temor de que Carrió provoque en algún momento un desbarajuste de proporciones.
Hay un dato, aparentemente intrascendente, que permite constatar la insatisfacción de la ciudadanía, incluidos muchos votantes de Cambiemos. El orgullo nacional, que tantas veces se pretendió utilizar para oscuros menesteres, se vio profundamente herido por la visita a Inglaterra del jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien concurrió para rendir homenaje a los soldados ingleses muertos en las Islas Malvinas. Simultáneamente, trascendió que tropas estadounidenses se paseaban por distintas ciudades del país y, la guinda de la torta, se supo que Donald Trump y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, tuvieron una incidencia decisiva en la concertación del partido entre la selección argentina y la de Israel en la ciudad de Jerusalén, ilegalmente ocupada por esa nación, cotejo que no llegó a concretarse por la oposición del técnico y los jugadores.


Intervención.
El PJ se reunió en Ferro en busca de una conducción que recupere el partido.

Por lo expuesto, una cuestión que divide aguas en la alianza oficialista es la de sus posibilidades electorales. Parece evidente, a la luz de las encuestas, que la imagen presidencial y la valoración de la gestión de gobierno de Mauricio Macri se han derrumbado, pero hay quienes, entre ellos Peña, apuestan a una reversión del cuadro, una circunstancia improbable habida cuenta de que el ajustazo impuesto por el FMI y la dolarización de la economía no son obstáculos circunstanciales que puedan sortearse en 2019. Por el momento, todo indica que se ha impuesto la línea que sostiene la reelección de Macri, ya que la posibilidad de perfilar a María Eugenia Vidal se fue desdibujando porque su caída en los sondeos acompañó a la del presidente y se profundizó con sus declaraciones acerca de la inconveniencia de sostener tantas universidades, basándose en que los pobres no suelen acceder a estudios superiores.
La esperanza a la que se aferra la dirigencia de Cambiemos radica en sostener en el tiempo la dispersión de la oposición y a eso dedican sus esfuerzos, como se verificó al votarse la ley que retrotraía el aumento de tarifas, aprobada pero vetada por Macri, cuando se multiplicaron las maniobras destinadas a obtener el voto de los senadores del peronismo «light». También en los desesperados intentos por seducir al agónico triunvirato cegetista para evitar el paro general. Consistentes versiones indican que el gobierno está preocupado por la reaparición estelar de Hugo Moyano y también –y muy especialmente– por la creciente radicalización de las regionales cegetistas –sobre todo en la provincia de Buenos Aires– que pugnan por una conducción combativa cuando en agosto sean relevados los triunviros.
Pero esas políticas de cooptación de los adversarios más conciliadores, que combina seducción con apriete, tiene límites precisos. En el caso de los gobernadores pejotistas que aceptaban de buen grado el convite dada la necesidad de sostener la obra pública, los recortes anunciados tras el acuerdo con el FMI los colocan en una posición incómoda ante sus propios representados, a lo que se suma la necesidad de no quedar pegados a una gestión nacional cada día más impopular.
Claro que, a menudo,  la consecución de las metas propuestas conduce a dar palazos de ciego que derivan en provocaciones. Tal lo sucedido con la intervención del Partido Justicialista mediante un insólito fallo de la jueza electoral María Romilda Servini de Cubría que, para colmo, resolvió designar para efectivizarla al inefable Luis Barrionuevo. La medida, que será probablemente rectificada por la cámara correspondiente, generó una rápida reacción en las heterogéneas corrientes que integran la organización. En un Congreso convocado en el microestadio de Ferrocarril Oeste, 620 congresales que representaban a la casi totalidad de los distritos y excedían ampliamente el quorum necesario para sesionar, le asestaron un severo golpe a la  maniobra.
No obstante, los referentes del peronismo antimacrista, en todas sus variantes, tienen plena conciencia de que será dificultoso construir un sólido frente opositor que necesariamente deberá incorporar a organizaciones políticas y sociales no pertenecientes al PJ para asegurar una victoria electoral en 2019.

Estás leyendo:

Política

Tiempos difíciles