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A dos años de la represión de Gendarmería que terminó con la muerte del joven que acompañaba una protesta mapuche sobre la ruta 40, subsisten interrogantes acerca de lo que efectivamente ocurrió aquel 1º de agosto. El reclamo incansable de la familia.


Respaldo popular. Sergio Maldonado habló en Plaza de Mayo ante una multitud. (Damián Dopacio/Noticias Argentinas Baires)

Miles de páginas de expedientes, decenas de testimonios y pericias, cientos y cientos de publicaciones, horas de filmación, audios y artículos no pudieron resolver aún el enigma de una muerte ocurrida tras el accionar violento de una fuerza de seguridad del Estado que terminó con la vida del joven Santiago Maldonado. Un solo dato sobresaliente, el de un «cuadro de asfixia por sumersión coadyuvada por hipotermia», alcanzó para que el juez federal Gustavo Lleral decidiera concluir que Santiago se ahogó en un pozón y se murió solo. También se esmeró en afirmar que no había motivos para sospechar del accionar de Gendarmería y decidió archivar la causa que investigaba la desaparición durante 78 días y la muerte de Maldonado, a la vez que sobreseyó al único imputado en la causa, el gendarme Emanuel Echazú.
No hubo investigación imparcial, exhaustiva e independiente como pidió la familia. No se ampliaron los puntos de pericia tras una autopsia que generó tantas dudas como minutos de aire en los principales medios de comunicación del país. Entre muchos otros agujeros negros de la investigación, tampoco nadie explicó qué pasó con la filmación de los últimos minutos posteriores a que la misma Gendarmería fotografiara a Santiago corriendo en el territorio de la Pu Lof en Resistencia Cushamen.

Más dudas que certezas
La propia autopsia que el juez Lleral se ocupó de difundir de manera intencionalmente acotada unas horas antes de las elecciones de 2017, señalando la inexistencia de lesiones visibles y la causa física de muerte, dio muchos más elementos de investigación que el juez decidió ignorar. Las investigaciones realizadas con total seriedad y responsabilidad por un puñado de trabajadores periodistas arrojaron y continúan lanzando interrogantes que la Justicia, los medios hegemónicos y el Gobierno se niegan a responder.
Hace pocos días la familia Maldonado volvió a insistir en su demanda de verdad y justicia y recurrió a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La familia mostró las fotos de los billetes que el joven anarquista llevaba en sus bolsillos, casi intactos. Volvió a recordar las dudas que plantearon tras la autopsia prestigiosos peritos a los que no se les permitió ingresar al expediente. ¿Cómo puede ser que el juez desacredite la opinión de la perito palinóloga que dijo que el polen de ciprés no debería estar adherido en las telas sintéticas de la ropa de Santiago después de tanto tiempo? ¿Cómo aceptar la utilización del término criogenia, es decir, entre 90 y 180 grados bajo cero, en un medio cuyas temperaturas no descienden de cero grado? ¿Por qué no reconstruyeron la posición y el accionar de los gendarmes que persiguieron a Santiago y a los mapuches? ¿Qué fue de la mochila y el teléfono de Santiago? ¿Qué quemaron los gendarmes en la fogata que hicieron a escasos metros de donde desapareció Santiago? ¿Qué pasó con todos los interrogantes y contradicciones que surgieron los primeros días respecto de los testimonios y las comunicaciones iniciales de los gendarmes? ¿Qué responsabilidades tuvieron los distintos escuadrones de Gendarmería en la ejecución de un procedimiento violento no autorizado por el juez ni claramente justificado por las circunstancias? ¿Por qué nunca se pidió peritar el celular del exjefe de Gabinete de Patricia Bullrich, Pablo Nocetti? ¿Por qué negaron que Santiago estuvo allí cuando ellos lo sabían? ¿Por qué persiguieron y hostigaron a la comunidad mapuche? ¿Por qué decidieron espiar a la familia y articularon acciones de espionaje e inteligencia con fuerzas federales chilenas?
Esos son los interrogantes que sigue dictando la mirada clara de Santiago y que una vez más congregaron a miles a reclamar en la Plaza de Mayo y en cientos de plazas para exigir verdad y justicia. Dicen que la justicia cuando tarda no es justicia. Los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado que hoy ven a los genocidas en la cárcel tienen por lo menos un poco menos de dolor. Eso mismo es lo que millones deseamos para la familia Maldonado.

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