9 de marzo de 2016
El discurso del presidente ante la Asamblea Legislativa marcó el inicio de un tiempo de fuerte confrontación. El regreso de Antonio Stiuso y la causa por la muerte del fiscal Alberto Nisman.
Las primeras semanas de marzo mostraron una serie de eventos coincidentes y recurrentes que enmarcaron el inicio de un ciclo parlamentario con características inéditas. Por lo pronto, el mismo día que el presidente Mauricio Macri daba su discurso inaugural ante el Congreso Nacional, el exespía Antonio Jaime Stiuso aceleraba –tras una declaración de más de 10 horas– el cambio de fuero en la causa por la muerte el fiscal Alberto Nisman. Otra circunstancia que no debería ser tomada como casual se produjo mientras el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, exponía en la Cámara Baja la necesidad del gobierno de arreglar el pago a los fondos buitres: la televisión mostraba al expresidente de Brasil, Lula da Silva, llevado a declarar ante el juez Sergio Moro por corrupción en Petrobrás. Para cerrar el círculo, la expresidenta Cristina Fernández fue llamada a declarar por el juez Claudio Bonadío el 13 de abril en la causa por la venta de dólares a futuro. Nueva casualidad: el juez neoyorquino Thomas Griesa había fijado como plazo para aceptar el acuerdo con los ahora llamados holdouts para un día después.
Mientras los medios hegemónicos destacaron el rol del Poder Judicial en una cruzada continental similar al «mani pulite» de la Italia de los 90 –que, bueno es recordar, dejó como emergente de la crisis a Silvio Berlusconi–, desde los sectores progresistas se definió a esta serie de eventos como prueba de que los países de la región están sumidos en un ataque de baja intensidad contra los gobiernos populares. El argumento es que no resulta casual que tras el triunfo de Macri y la aplastante derrota del chavismo en Venezuela, hubieran surgido denuncias de corrupción contra el gobierno de Evo Morales en Bolivia, que culminaron con su derrota electoral en el referendo del 25 de febrero. Además, el desprestigio comenzó a corroer a Michelle Bachelet, presidenta chilena, por denuncias de corrupción contra su propio hijo cuando ensaya los cambios más profundos al sistema político y económico desde el pinochetismo. En ese contexto, la visita del presidente estadounidense Barack Obama, justo el día en que se cumplen 40 años del último golpe de Estado en Argentina puede leerse como una provocación, y así lo entendieron los colectivos de defensa de los derechos humanos.
El espejo
Mucho se dijo sobre los debates internos en Cambiemos acerca del cariz del discurso que debía pronunciar Macri en la apertura de sesiones del Congreso. Trascendió que el asesor Jaime Durán Barba recomendaba hablar del futuro y dejar de lado, o al menos morigerar, las alusiones al pasado reciente. Su propuesta era que Macri debería contribuir a «la pacificación» del país, a «cerrar la grieta» en la sociedad con la que tanto insistió durante la campaña que lo llevó a la presidencia.
Sin embargo los popes del ala política del macrismo –en la que se incluye al jefe de Gabinete, Marcos Peña– al igual que los analistas mediáticos más cercanos al oficialismo pidieron ir con todo contra la «pesada herencia» recibida. El argumento era que ningún gobierno puede sustentarse si no es con un relato propio y un oponente al que contrastar. Cristina Fernández bien que lo tenía, en contra del neoliberalismo y en favor de un Estado benefactor. Faltaba que Macri abonara su propia interpretación del mundo, sobre la que el resto de sus políticas encontraría fundamento. No es osado decir que si el kirchnerismo necesitó del macrismo como el espejo donde no mirarse, ahora el macrismo devuelve el gesto y lo coloca en el lugar del enemigo.
Para completar el panorama, Stiuso, el espía más nombrado en el largo año que va desde su expulsión de la Secretaría de Inteligencia en diciembre de 2014 a su intempestivo regreso a las lides a fines de febrero pasado, se había convertido en una amenaza para el anterior gobierno. Para los medios concentrados, era el personaje que más sabía sobre la presunta responsabilidad del kirchnerismo en la muerte de Nisman (ver Desinteligencias). Con este giro, el relato macrista cierra en teoría perfecto. El enemigo es no solo todo lo que enrostró Macri en su discurso sino, además, responsable de un magnicidio.
Por lo pronto, los diputados que dejaron el bloque del Frente para la Victoria y algunos senadores que ya mostraron su acercamiento a la Casa Rosada parecen jugar a favor de los planes del oficialismo, que además mantiene presión sobre las provincias por el giro de fondos federales, jugando una carta fuerte en la negociación política para lograr respaldo a sus proyectos legislativos.
En virtud de esa necesidad de seducción de distintos sectores del justicialismo, llamó la atención que el discurso inaugural de las sesiones manifestara las deficiencias atribuidas a la gestión precedente con cierta virulencia. El clima en el FPV no fue el mejor y sus legisladores lo mostraron exhibiendo ante el presidente carteles con críticas por el alza de los precios y el vendaval de despidos.
Devaluación y después
El tema de la devaluación, otro de los ejes de la campaña, ahora es una estocada contra los responsables del área económica del kirchnerismo. El juez Claudio Bonadío, uno de los más cuestionados del Poder Judicial, tomó una denuncia de legisladores de Cambiemos por las operaciones de venta de dólares a futuro realizadas por el Banco Central poco antes del cambio de gobierno. Según los denunciantes, sería un negocio para un puñado de personas que obtendrían ganancias desmesuradas al haber apostado por un dólar a poco más de 10 pesos cuando la cotización –que no para de subir– ya está en torno de los 16. La operatoria forma parte de las medidas que se adoptan en el marco de una política económica y la diferencia surgió tras la abrupta devaluación decidida por el actual gobierno.
Lo que importará, en todo caso, será la foto de la expresidenta entrando o saliendo del edificio de Comodoro Py. Esa misma foto que los medios brasileños buscaron con el allanamiento del departamento y la violenta comparencia que el juez Moro ordenó contra el exlíder metalúrgico y el presidente que más hizo por las clases desposeídas en Brasil. La humillación de Lula fue evidente en el discurso posterior, cuando ante una multitud de simpatizantes del Partido de los Trabajadores dijo que «si querían matar a la yarará, no la golpearon en la cabeza. Le dieron en el rabo y la serpiente está viva, como siempre ha estado». Una forma de decir que se presentará en 2018 para suceder a Dilma Rousseff.
Desde este lado de la frontera, la mediática comparencia forzosa sonó como alarma tanto en el oficialismo como en la oposición. Si bien es un buen dato para el proyecto de extirpar el «populismo» de la región que encarna Macri, también, como dijo la canciller Susana Malcorra, «si Brasil estornuda, a Argentina le agarra neumonía», ya que es el principal socio comercial y de la esperanza de su recuperación depende la buena salud de la economía local. Y por lo tanto, del macrismo.
Pero el golpe también dio de lleno en la oposición kirchnerista. El juez brasileño, con estudios de posgrado en Estados Unidos, avanza contra el PT buscando la ruta de presuntos cobros de coimas a través de la petrolera estatal pero no contra los partidos de la derecha. Aquí, Bonadío llegó al juzgado con el menemismo y fueron ostensibles sus relaciones con los órganos de espionaje durante el paso por la ex SIDE de Miguel Ángel Toma, uno de sus mentores. Y, según el exministro de Economía Domingo Cavallo, figuraba en la servilleta de jueces menemistas que cubrieron los desaguisados y la corrupción de las privatizaciones de los 90.
Todos estos temas alcanzan relevancia en el momento en que el presidente Obama encara lo que sería su última gira por América Latina antes de dejar el gobierno, en enero del año que viene. Luego del acercamiento con Cuba, tras la gestión del papa Francisco, el avance en las relaciones bilaterales lo llevó a La Habana el 21 y 22 de marzo, para de allí viajar a Buenos Aires el 23. La Casa Blanca suele diseñar con mucha antelación y precisión la agenda presidencial. Por lo tanto, no puede creerse que se les haya escapado que su paso por la Argentina coincidirá con el 40º aniversario del golpe genocida que, tras la desclasificación de documentos secretos, se sabe que fue pergeñado a través de la Secretaría de Estado a manos entonces de Henry Kissinger. ¿Vendrá Obama en tren de reconciliación, pedirá disculpas oficiales como hace no tanto hizo el papa en su gira por la región por el genocidio de a la población indígena a la llegada de los europeos?
Macri considera que necesita una mano de Obama para que «los mercados» confíen en Argentina. Por eso también quiere apurar el pago a los buitres. Está convencido de que de este modo podrá conseguir fondos externos. Solo así cerraría su proyecto político. El duro mensaje en el Congreso suena tanto a una amenaza como a una propuesta. «Voten el acuerdo con los holdouts y volveremos a hablar en otros términos», sería el mensaje.
El ataque a locales partidarios de sectores kirchneristas, como en Mar del Plata contra La Cámpora, y en el barrio porteño de Villa Crespo contra Nuevo Encuentro, no parece ir en el camino de la reconciliación. El caso es quién es el que está jugando con fuego y para qué.
—Alberto López Girondo