16 de septiembre de 2025
En un discurso en el que la única novedad fue el tono mesurado, el presidente insistió con el equilibrio fiscal como única bandera, sin atender los reclamos de los sectores más afectados por la política económica. El ajuste permanente como receta libertaria.

Lo primero que se puede decir del breve discurso en cadena nacional de Javier Milei para presentar el proyecto de ley de presupuesto es que fue más de lo mismo. Por lo que dijo, por lo que calló, y por lo que pretendió disimular en un momento clave de su mandato. Porque ocurre luego de una derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, con el riesgo país por la nubes y el dólar arañando el techo de la banda cambiaria, en medio de denuncias de corrupción que pican muy cerca, a pocos días de las legislativas nacionales del 26 de octubre, cuando el Congreso se dispone a tratar, con buenas chances de rechazar, los vetos a la emergencia el salud, el financiamiento universitario y los ATN y a las puertas de una nueva marcha federal universitaria que promete ser masiva. Y porque, además, el presidente utilizó en su mensaje los mismos argumentos y las mismas palabras de la derecha neoliberal para justificar sus políticas restrictivas. Habría que recordarle lo que decía en la campaña de 2023: «una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre». ¿Qué otra cosa se podía esperar de un equipo en el que juegan Federico Sturzenegger, Patricia Bullrich y Luis Caputo?
Los medios se encargaron este lunes, ni bien terminó de emitirse el mensaje -que había sido grabado a las seis de la tarde- de recordar que la frase «lo peor ya pasó» la había utilizado el mismo Milei el año pasado, pero había sido estrenada en marzo de 2018 por Mauricio Macri en momentos de densidad política similares. Se sabe cuál fue el resultado.
Vayamos ahora a la escenografía. Esta vez el jefe de Estado apareció muy calmo, bien iluminado de frente y acompañado solo por dos granaderos de escolta detrás. No hubo mesa de ministros ni aplaudidores. Pretendió ser un mensaje de un presidente en control de la situación que aprendió que las urnas bonaerenses del 7-S también insinuaban cansancio del bullying presidencial y las canchereadas soeces. Ni siquiera hubo un cierre con un grito excitado de «VLLC». Podría adherirse a la calificación del periodista Carlos Pagni de que esos quince minutos fueron el registro de alguien que dejó de mostrarse como emperador (así lo presentaban los hasta hace poquito muy activos trols pagos por el erario público) sino como de un presidente sin más.
Otra muestra del cambio de registro se nota en el intento, tardío quizás, de recuperar la voluntad de los gobernadores. El miedo no es sonso y necesita ese puñadito de amigos para que no le volteen los vetos. De allí el acercamiento del nuevo ministro del Interior, Lisandro Catalán, al mandatario salteño, Gustavo Sáenz, uno de los más críticos del destrato a las provincias, y del giro repentino de fondos de ATN a los distritos de Chaco, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe. El chaqueño Leandro Zdero y el entrerriano Rogelio Frigerio, junto con el mendocino Alfredo Cornejo, son incondicionales del gobierno y aceptaron el armado de listas que impuso la hermana presidencial. El misionero Hugo Passalacqua suele acompañar, a condición de ver antes las cartas, mientras que Maximiliano Pullaro es una pata clave en el grupo Provincias Unidas, que también integra Sáenz y amenazan con morder votos el 26 de octubre a LLA. Habrá que ver cómo se posicionan los legisladores de esas comarcas este miércoles.
Obsesión
En cuanto a esos quince minutos clave, aparte de la promesa, también repetida hasta el cansancio, de que el camino del crecimiento pasa por el equilibrio fiscal -repitió ese latiguillo 17 veces- aseguró que si persistiéramos en ese rumbo «en 10 años no pareceríamos a países de altos ingresos, en 20 años estaríamos entre los países más ricos del mundo y en 30 años estaríamos en el podio de las potencias mundiales».
Luego recurrió a otro artilugio de su cosecha, como es la prestidigitación. «El camino del déficit fiscal financiado con deuda ya se probó y nos llevó a heredar una deuda pública de 500.000 millones de dólares y una historia que nos ha mostrado como defaulteadores seriales, motivo por el cual los mercados nos castigan, aún siendo uno de los cinco países en el mundo que tienen equilibrio fiscal», dijo. Dejemos para los economistas la explicación del modo en que se dibuja el actual «equilibrio fiscal» para acotar que quizás el ministro Caputo no estuvo a su lado para que no se le escapara una sonrisa burlona. Porque la a mayor parte de esa cifra fue contraída en el anterior paso del «Messi de las finanzas» por la gestión.
En cuanto al eje sustancial del mensaje, es bueno detallar que en un pase de birlibirloque el presidente señaló que el presupuesto «asigna 4.8 billones de pesos a las universidades nacionales, aumenta el gasto en jubilaciones un 5% y en salud un 17%, ambas partidas por encima de la inflación. El gasto en educación también aumenta un 8% por encima de la inflación (…y) habiendo realizado las auditorías pertinentes, el monto recibido por cada pensionado por discapacidad también aumentará en un 5% por encima de la inflación del 2026».
Ahí se perciben los otros artificios ¿Sobre qué base es ese supuesto incremento? Sobre el actual presupuesto, que es de 2022, el último aprobado por el Congreso. De modo que resta ver qué hará el oficialismo cuando seguramente se impulsen modificaciones al proyecto enviado.
El gerundio, además, es ambiguo. ¿Ya se realizaron las auditorias pertinentes o ese supuesto incremento está a la espera de que se terminen de hacer? No solo eso. En el proyecto, la inflación estimada para el año que viene es de 10,1% y el crecimiento del PBI del 5%. En su discurso dijo que este último dato surge de «diversos estudios» que no especificó. Pero si indicó como al pasar que habrá «una regla de estabilidad fiscal, es decir, que si los ingresos caen o los gastos superan a lo previsto se deberán ajustar partidas para mantener el equilibrio fiscal».
En buen romance, que el ajuste será eterno porque si no se cumple el pronóstico de crecimiento e inflación, nada de lo que ofrece tendrá lugar. Algo así como ese chiste de los Hermanos Marx: se trata de un contrato cuyo artículo número 1 prohíbe leer los demás.