19 de octubre de 2022
¿Fenómeno espontáneo o producto diseñado por una envalentonada derecha internacional? La historia política y personal del líder de La Libertad Avanza.
Rumbo norte. Milei en la exposición Rural, en julio. Sus vínculos con Vox salen a la luz.
Foto: NA
Durante la tarde europea del 9 de octubre, en el espacio Mad Cool, de Madrid, tuvo lugar un evento memorable: el festival «Viva 22», organizado por Vox, el partido de la ultraderecha española que preside Santiago Abascal y que posee 52 representantes parlamentarios, entre ellos su segundo, Javier Ortega Smith.
Ellos fueron los anfitriones de la celebración.
Ante sus casi 20.000 asistentes fueron proyectados videos con saludos y adhesiones de prestigiosas personalidades ubicadas en dicha franja ideológica, como Donald Trump, el primer ministro polaco Mateusz Morawieck, su par húngaro Viktor Orbán y la futura premier italiana, Giorgia Meloni.
En cambio, el público disfrutó de modo presencial a nuestro Führer de entrecasa, Javier Milei. Un honor para el país.
Había que verlo al trotar hacia el escenario, vitoreado por la multitud como si fuera una estrella de rock. Entonces dijo:
–No sabía que aquí me conocían tanto…
Su asombro, algo infantil, era genuino.
A continuación hubo que apreciar los decibeles de sus cuerdas vocales al soltar un discurso de barricada, ya muy compenetrado en el papel que debía interpretar. Siempre con los brazos extendidos, denostó al «zurderío», al «tema de los conflictos étnicos», al «tema de los pueblos originarios» y al «tema de la agenda ecológica». También excluyó de su cruzada purificadora a «los tibios» y se las agarró con «el virus del lenguaje inclusivo». Pero no sin abrevar en un axioma algo hitleriano: «Somos superiores en todo».
Tras aquel último alarido sobrevino un aplauso apoteótico.
El tipo, con los brazos aún extendidos, parecía paladear el súbito sabor de percibirse un líder de proyección internacional.
¿Acaso aquello es realmente así o se trata de un producto de utilería, de un Frankenstein suturado a imagen y semejanza de una coyuntura del poder?
Desde un costado del escenario, Karina, la hermana del susodicho –a la cual él define como su «primera dama»–, lo observaba con enorme atención, como si fuera un director técnico. Medio metro más atrás, Abascal y Ortega Smith cruzaban miradas de complicidad con la diputada criolla de La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, quien, en calidad de ladera, acompañaba a Milei en esa gira iniciática por el Viejo Continente.
Quizás en aquellos gestos esté la respuesta a tal interrogante. Lo cierto es que en esos personajes anida la clave que transformó a un ser caricaturesco, casi una atracción de feria, en un fenómeno ideológico de la Argentina actual.
Bien vale explorar esta cuestión.
Nace una estrella
Ante todo, no existe ninguna duda duda de que en esta época hay un escenario amigable para que alguien como Milei pueda saciar sus ambiciones políticas. Porque es un escenario signado por lo que el ensayista portugués Boaventura de Sousa Santos llama «fascismo societal». Una anomalía que, a diferencia de los procesos de extrema derecha surgidos en la Europa de la primera mitad del siglo pasado, no es fruto de un partido ni del Estado, sino que brota en las entrañas mismas del cuerpo social. O sea, una oleada técnicamente pluralista, sin jefes, pero con objetivos disciplinantes y civilizatorios. Es el fascismo de la antipolítica y, al mismo tiempo, el de quienes ni siquiera saben lo que es el fascismo. Así funciona el negocio de las sectas «libertarias».
En este punto es necesario reparar en la figura de la doctora Villarruel, quien en las elecciones de noviembre de 2021 supo secundar a Milei en la lista capitalina de aquel espacio. Pues bien, esta abogada de 49 años había logrado hasta entonces una módica notoriedad por su amor hacia la Doctrina de la Seguridad Nacional, entre otros postulados de la última dictadura. Sin ser tan rústica como la ya olvidada Cecilia Pando, ella no es menos negacionista ni está menos emperrada en la prédica de los que los adoradores del genocidio denominan «memoria completa». Un berretín que supo despuntar desde su propia ONG, el Centro de Estudios Legales sobre Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV).
No obstante, aquella actividad fue relegada a un segundo plano en 2017, al convertirse en la delegada local del armado «internacionalista» de Vox.
En este punto entra a tallar el señor Ortega Smith.
A este individuo se lo vio junto a Villarruel en agosto de 2019, durante su visita a Buenos Aires, al ofrecer en el Círculo Militar una conferencia ante un público que lo aplaudía a rabiar. Así, con aquel sencillo pero emotivo acto, Vox puso un pie en Argentina –al igual que en Paraguay y México– mediante un sello bautizado «El Club de los Viernes», cuyo crecimiento se cifraba en la organización de eventos. Desde entonces, los viajes de Villarruel a Madrid se tornaron frecuentes. En aquella ciudad la recibía el mismísimo Abascal, quien tomaba nota de sus logros. El más prometedor fue la captación de Milei.
Por entonces, aquel economista cincuentón únicamente solía frecuentar algunos programas televisivos por ser el novio de la cantante Daniela, una exintegrante del grupo Las Primas, famosa por sus hits: «Sacá la mano Antonio» y «Tocame con el piripipí».
Milei, ya separado de ella en 2019, empezó a formar parte del público de «El Club de los Viernes», junto con otras señeras figuras como el influencer Juan Doe, el exdirigente de la Ucedé Carlos Maslatón, el diputado macrista Francisco Sánchez y el economista Roberto Cachanovsky. Fue en ese ámbito donde la buena de Villarruel puso el ojo en su singular temperamento. Y al poco tiempo, fue convocado para inaugurar allí un ciclo de conferencias ante 500 asistentes.
Su flamante mentora no tardó en presentárselo a Ortega Smith.
«Así que tú eres mi famoso tocayo. Me han hablado mucho de ti», fue la frase del dirigente español, en medio de un cálido apretón de manos.
Al «tocayo» le brillaban sus ojillos verdosos, tal vez al intuir que su vida acababa de dar un vuelco. No se equivocaba.
De modo que Milei, lejos de ser un producto milagroso del rechazo que genera la «casta política», es en realidad una criatura prolijamente amaestrada para deslumbrar al sector más cavernícola del electorado.
La historia personal del tipo explica ciertos ángulos de su ser.
La sagrada familia
Alguien que tuvo una infancia tan tortuosa como la suya solamente tiene dos caminos posibles: ser una persona sensible ante toda injusticia o convertirse en un idealista del resentimiento. No hace falta aclarar la opción que tomó Milei ante semejante dilema. Ni que fue un niño golpeado y humillado por su padre, un colectivero de la línea 111 devenido en pequeño empresario del transporte. Y menos aún que su mamá, una sumisa ama de casa, toleraba esa «pedagogía» de manera incondicional.
Es notable que Milei –que se define «anarcocapitalista» y que reconoce a la heterodoxa Escuela Austríaca como el semillero de toda su sabiduría económica– explique la relación con la hermana en términos bíblicos: «Moisés era un gran líder, aunque no era bueno divulgando. Entonces Dios le mandó a Aarón para que divulgue. Ella es Moisés y yo soy el que divulga. Nada más. Soy solo un divulgador».
En su anhelo por ser la esperanza blanca de la extrema derecha criolla, este sujeto incurre a veces en el pecado de ladrar sin tener con qué morder. Al respecto, ya ebrio en su ensoñación presidencialista, tuvo, por caso, la loca ocurrencia de plantear un mercado libre para el tráfico legal de órganos, algo que, por razones comprensibles, hasta horrorizó al mismísimo Jorge Lanata.
Sin embargo, sus extravagancias programáticas supieron depararle un ascenso en las encuestas. Y, como ya se vio, hasta logró deslumbrar a Vox, el espacio fascista más sólido de Occidente, tal como lo prueba su breve visita a Madrid. Paradojas del siglo XXI.
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