13 de noviembre de 2014
Con el objetivo de mejorar sus chances frente a la campaña electoral, el Frente Renovador, el macrismo y Faunen protagonizan encuentros y desencuentros. Traspasos, realineamientos y encuestas.
Cuando Elisa Carrió anunció que junto al senador y presidente de la Unión Cívica Radical (UCR), Ernesto Sanz, habían decidido constituirse en «los jefes de campaña contra el narco-Estado», hizo mucho más que ratificar su acusación acerca de supuestas actividades ilícitas del líder del Frente Renovador, Sergio Massa, que motivó que este presentara una querella por difamación ante la justicia federal. También desafió a los que aún sueñan con la conformación de un frente único antikirchnerista. «Vamos a seguir luchando para darle una alternativa a la sociedad frente al PJ en cualquiera de sus dos caras», sentenció por si quedara alguna duda. La diputada y aspirante presidencial se expresó de este modo en un congreso de periodistas en el que compartió un panel con el titular de la UCR, y contribuyó así en gran medida a incrementar las posibilidades de que el Frente Amplio UNEN, al que formalmente sigue perteneciendo, estalle en pedazos más temprano que tarde. Días antes Carrió había asegurado: «el Frente Amplio UNEN no se rompe, al contrario. Y la alianza con Pro va a salir». Fue en el marco de un homenaje al dirigente desarrollista Rogelio Frigerio, donde integró un panel junto con, entre otros, su amiga la senadora Gabriela Michetti. Como para echar más leña al fuego, la ex vicejefa de gobierno dijo que «claramente hay una coincidencia más que de estrategia con Carrió, es de valores y de expectativas de lo que va a pasar en la Argentina». En ese evento, el diputado radical Oscar Aguad, indisimulable bastión de un acuerdo con el macrismo, sentenció: «UNEN tiene que salir de este esquema de cinco candidatos» y abogó en favor de ampliar la alianza incluyendo al PRO.
Por lo pronto, el ex vicepresidente Julio Cobos y el principal referente de Libres del Sur, Humberto Tumini, ya la invitaron a retirarse del espacio, en tanto el senador Fernando Pino Solanas admitió: «No sé cómo se va a resolver esto. La crisis de Unen ha venido fortaleciendo al PRO y la responsable es ella». Los encontronazos han llegado a tal nivel de violencia que obligaron al inconmovible y siempre moderado Hermes Binner, líder del socialismo, a una definición tajante: su partido, dijo, no participará de ningún rejunte.
Lo cierto es que la perseverante campaña de la inefable Lilita en pos de una alianza entre el heterogéneo conglomerado en el que conviven radicales, socialdemócratas aggiornados y dirigentes de izquierda y el macrismo explícitamente neoliberal, ha generado una caótica situación que paralizó la actividad proselitista del frente, desmoronó sus posibilidades electorales –las últimas encuestas le asignan un papel prácticamente residual– y como colofón descontroló la interna de la Unión Cívica Radical desatando una suerte de todos contra todos. «Así no se puede seguir», coincidieron Julio Cobos y Ricardo Alfonsín, quienes pretenden que tanto la dirigencia radical como la de las demás organizaciones que integran la coalición terminen con las especulaciones y definan de una vez por todas el camino a seguir, postura que comparte la bonaerense Margarita Stolbitzer, referente del GEN, quien evaluó como «un error estratégico ir en búsqueda de un acuerdo con sectores conservadores», por considerar que aquellos precandidatos presidenciales que encabezan los sondeos de opinión, Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri, expresan las mismas ideas, con lo cual quedaría un hueco que el FAUnen debería ocupar.
A la pesca
Por su parte, Macri se encargó de tomar distancia del conflicto y dejó en claro que no cargará con ningún lastre en la difícil tarea de construir una fuerza competitiva. «Nosotros vamos por lo nuestro, está decidido», aseguró, y agregó: «El PRO va a participar con un candidato propio en cada elección». Como dice el refrán, «a río revuelto, ganancia de pescadores» y tanto el alcalde porteño como el ex intendente de Tigre tienen las cañas adecuadas y las carnadas listas para llenar su bote con las piezas que pueda brindarle una probable diáspora radical.
El cardumen más apetecido está en la provincia de Buenos Aires, donde el histórico partido gobierna todavía en unos 20 distritos y tiene concejales en más de 100 Allí el massismo seduce a quienes se sumen a sus huestes con el apoyo necesario para que presenten una lista propia «renovadora» en las próximas PASO. Pero el macrismo, que está embarcado en una interminable rapiña con sus competidores del FR, podría mejorar la oferta otorgándoles
lugares preferenciales en una boleta única. En las últimas semanas muchas codiciadas presas han acordado con uno u otro sector y hasta se produjo una novedad para muchos inesperada, el pase al sciolismo del dirigente de Merlo Gustavo Menéndez, furioso por el ingreso a las filas renovadoras de su enemigo irreconciliable, el intendente de ese distrito, Raúl Othacehé. Un inconveniente que deberá sortear el tigrense es la abundancia de postulantes a la gobernación bonaerense que acredita su espacio. Compiten por ese cargo Darío Giustozzi, Felipe Solá, Jesús Cariglino, Gustavo Posse y Mónica López, ninguno de los cuales ha logrado mover el amperímetro de las encuestas, mientras Martín Insaurralde sigue siendo una incógnita. Algo similar sucede en La Plata, donde ninguno de los cinco precandidatos a intendente supera los 3 puntos en los sondeos.
Negociaciones
Como contrapartida, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Massa padece la escasez de interesados en representarlo, tal vez porque los autodenominados «renovadores» no tienen posibilidad alguna de llegar a los dos dígitos, habida cuenta de la fortaleza del macrismo en el distrito. Los ex ministros de Economía Roberto Lavagna y Martín Lousteau –cuyo principal asesor es el otrora factótum del radicalismo porteño, Enrique Coti Nosiglia– ya le dieron el no y Graciela Ocaña –a quien acaba de comprobársele la falsedad de una denuncia contra el titular de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde– tampoco aceptó tan ímproba tarea. Por el lado del macrismo, la factibilidad de lograr un resultado aceptable en la provincia de Buenos Aires se asienta en los acuerdos que sus operadores están urdiendo con miembros de diferentes organizaciones políticas devaluadas que aspiran a no quedarse fuera de la contienda. Entre ellos se encuentra el empresario Francisco De Narváez, que aspira a obtener la candidatura a la gobernación, sin que le importe demasiado quién se la facilite. Los operadores de Macri se jactan de haber arribado a un acuerdo con el puñado de legisladores locales que aún responden a su influjo, que no incluiría, al menos por el momento, el espaldarazo a las ambiciones del empresario, aunque la posibilidad –que sigue siendo lejana– no debería descartarse totalmente, ya que la aspirante al cargo por el PRO, María Eugenia Vidal, no consigue hacer pie a pesar de la intensa y costosa campaña emprendida por la fuerza a la que representa.
Como punto a favor, los voceros del macrismo distrital computan que las encuestas le otorgan a su jefe un lugar mejor que el esperado en el primer cordón del Conurbano. Pero la mayoría de los sondeos también dictamina, por ejemplo, que las pretensiones del actual ministro de Seguridad porteño, Guillermo Montenegro, de conquistar la intendencia en el partido de San Isidro carecen de sustentabilidad.
La importancia de la disputa bonaerense reside no solo en que la provincia representa el 40% del electorado nacional sino, además, en que con una mayoría simple se puede acceder a conducirla, ya que su sistema electoral no incluye el balotaje. De esta manera, con obtener un voto más que el adversario mejor situado el éxito está garantizado. La provincia es decisiva también para determinar la correlación de fuerzas en la Cámara de Diputados. Se eligen allí 35 legisladores nacionales, por lo tanto, una buena elección bonaerense otorga un número importante de escaños que permite constituir un bloque con peso en el Congreso Nacional. De allí la intensidad con que se hacen y deshacen las alianzas y se desvanecen las lealtades, sobre todo porque las fuerzas que están en mejores condiciones de triunfar no difieren sustancialmente en su posicionamiento ideológico ni tienen un programa concreto que defender, más allá de las generalidades. Las preguntas del millón son: ¿cuánto esfuerzo pondrán los gobernadores, intendentes o legisladores provinciales que resulten electos en la primera vuelta en garantizar el apoyo a su candidato presidencial en el balotaje? y ¿cómo actuarán los que hayan resultado desairados por las urnas? ¿Ratificarán su adhesión inicial o cruzarán la vereda para reposicionarse? No parecen interrogantes menores si se toman en cuenta los erráticos comportamientos políticos que son el pan nuestro de cada día.
—Daniel Vilá