El jefe de Gabinete, corrido de la escena desde la crisis de agosto del año pasado, conserva el control de la mesa de operaciones electorales del oficialismo de cara a los cruciales comicios de octubre. Entre el desgaste del Gobierno y los enemigos internos.
28 de febrero de 2019
Contracara. El funcionario recibió críticas por los armados en La Pampa y Córdoba. (TÉLAM)
La estrategia se estableció a fines del año pasado, cuando Cambiemos comenzó a delinear el trazo grueso del año electoral: Marcos Peña, ministro coordinador y principal hacedor de Mauricio Macri, dejaría la alta exposición pública, sin por eso perder hegemonía sobre el tablero de operaciones de la Casa Rosada. Peña acumulaba desgaste, tanto en el frente externo como puertas adentro, y el presidente necesitaba resguardarlo.
Su protagonismo en los anuncios de gobierno y ante la prensa, además de las periódicas visitas informativas al Congreso, fueron depositando sobre el jefe de Gabinete mucho del malestar social, además de hacerlo blanco de la crítica opositora. El mismo predominio que había logrado en las distintas facetas del quehacer gubernamental, reflejo de su poder, le estaba pasando factura.
El cambio fue evidente: hay que hacer memoria para recordar su última aparición de alto impacto. Fue en agosto de 2018, cuando salió a respaldar los dichos de Macri sobre el acuerdo con el FMI, que había disparado otra corrida cambiaria y llevado el dólar a 34 pesos. Un mes después, la crisis derivó en una verdadera purga de la estructura ministerial. El recorte, a la vez, serviría para arropar al jefe de Gabinete, quien desde entonces delegó la comunicación de gestión en los titulares de cada cartera.
Esta versión de bajo perfil convive con un intacto peso específico sobre el manejo de los hilos de Cambiemos, no exento de problemas. «Marcos es clave en el proyecto y el proceso electoral», sostuvo recientemente Horacio Rodríguez Larreta. Este respaldo del alcalde porteño –con quien Peña tiene sus diferencias, al igual que con la gobernadora María Eugenia Vidal– no fue casual. El ministro coordinador venía de pagar el precio por la derrota del PRO en la primaria pampeana, donde el radicalismo le ganó de forma clara a Carlos Mac Allister, precandidato por el partido amarillo.
En la interna de Córdoba, ejecutó otra maniobra polémica, secundado por Rogelio Frigerio y el presidente de la UCR, Alfredo Cornejo. Le pidió a Ramón Mestre, intendente de la capital provincial, que declinara sus pretensiones para que el único candidato a gobernador del macrismo fuese el titular del bloque oficialista en Diputados, Mario Negri. «No está bueno que desde la comodidad de los despachos oficiales opaquen la democracia interna de los partidos», ventiló Mestre. La misma queja, es decir, que en Balcarce 50 quieren manejarlo todo, también sonó en La Pampa.
Incertidumbres
El aflorar de estas disputas refleja las dificultades que experimenta Peña, que hoy busca recobrar la antigua disciplina que imponía a propios y aliados. A «Marquitos», que el 15 de marzo cumple 42 años, también le pasaron cosas. Enfrenta el deterioro propio de un Gobierno con magros indicadores socioeconómicos, en medio de una conflictividad social ascendente. Y hacia el interior de Cambiemos, resiste a los detractores de su estilo de hacer política. Quien mejor refleja ese contrapunto es Emilio Monzó, peronista PRO, presidente de la Cámara de Diputados y hace tiempo relegado de la mesa chica del Poder Ejecutivo. Durante el viaje oficial a la India que en febrero compartió con Macri, Monzó le hizo saber que no desea renovar. Difícil no atribuir la decisión de este experimentado dirigente, a la mala relación con Peña, quien, junto con Vidal, ya ungió al eventual sucesor: Cristian Ritondo, ministro de Seguridad bonaerense, encabezará la lista de diputados nacionales en la provincia de Buenos Aires.
Todas estas incertidumbres se potencian con el llamado de las urnas, pero es también cuando el jefe de Gabinete más hace valer su control (solo compartido con Jaime Durán Barba) sobre la maquinaria electoral que depositó a Macri en la Rosada. Por eso, tal vez, el 11 de marzo, cuando la conducción nacional del PRO se reúna en Parque Norte para diseñar el inicio de la campaña, signifique el fin del perfil bajo para Marcos Peña.